Feminismo, Ecología y Pensamiento Vegano

Hace poco leí un maravilloso libro: Marguerite Yourcenar y la ecología: un combate ideológico y político[1] (2007), compilado por Andrea Padilla, Mauricio Roa y Vicente Torres; quienes forman parte del Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, Bogotá.

En esta obra, se reúnen diferentes ensayos (traducidos del francés) sobre la obra de Yourcenar, la primera mujer admitida en la Academia de Letras Francesas (después de 346 años de existencia de la misma); todos enfocados en el pensamiento ecológico que resalta en su literatura. Cada uno de estos textos ofrece una lectura que, si ya se camina por el sendero de la ecología y el rescate del medio ambiente, resulta entusiasta y comprometedora. Y si no, será, sin duda, un escarmiento a nuestras costumbres respecto al cuidado de la naturaleza, incluidos los animales no humanos y la explotación de la que son parte en manos de lxs humanxs.

La autora de Memorias de Adriano, una de sus obras más importantes, fue amante de los animales no humanos desde pequeña. La compasión hacia éstos y la natura le era un sentimiento inherente. En la Presentación del libro, Vicente Torres hace referencia a las preocupaciones del pensamiento yourcenariano diciendo que

se requieren cambios drásticos en el comportamiento humano que susciten nuevas orientaciones en el curso de nuestras civilizaciones; dicho de otra manera, se trata de replantear la modernidad, ya que ella es particularmente responsable del desequilibrio en todos los niveles, comprendido el ecológico […] (2007, 4).

Para Marguerite Yourcenar, la naturaleza y lxs seres humanxs somos la misma cosa y poseemos “almas” equivalentes, implicando que “la destrucción de la naturaleza justifica la del hombre [ser humano]” y por tanto, la protección de la misma significa la protección de la humanidad (5). Los animales no humanos son, en este sentido, sagrados para Yourcenar, y dicha condición los hace merecedores del mismo respeto y dignidad que la humanidad reclama para sí. 

Todo acto de crueldad sobre millares de criaturas
vivientes es un crimen contra la humanidad, que
la endurece y la vuelve un poco más brutal.

Una civilización de compartimentos estancos, 1972

Marguerite Yourcenar y la Ecología… reúne, además de los ensayos de Torres Mariño, Pierre-Yves Longaretti, Florence Burgat, Michèle Goslar, Philippe Berthier y otrxs, varios de los textos (ensayos, cartas, entrevistas) de la autora francesa, en los que hace notoria su preocupación y compromiso con los animales. En Ensayos y Meditaciones, Rémy Poignault recupera textos escritos entre 1970 y 1980, la mayoría parte de El Tiempo, gran escultor y Sources II (49). Para él, Yourcenar hace más que preocuparse por los animales no humanos; ella, en palabras de Poignault, dice que

[el ser humano]  debe recuperar el contacto con el mundo animal, mineral y vegetal; en una palabra, con el Todo. […] el desafío es otro: penetrar en el corazón del ser del universo y hallar de nuevo, a través de la observación de un ave, una rana, una flor o un árbol, los cuatro elementos que nos constituyen a nosotros mismos. (2007: 50)

Marguerite Yourcenar defendió hasta el último momento la dignidad de los animales no humanos, y la del ser humanx a través de ésta. Antes de morir, ya había mandado a grabar sobre su eventual tumba, una frase de su obra Opus nigrum que dice “Quiera Aquel que Es quizá, dilatar el corazón de la humanidad a la medida de toda la vida” (38). Una de las causas que defendió con mayor ímpetu fue la prohibición del uso de pieles. Sus palabras son contundentes al rechazar ésta práctica y particularmente dirige éste reclamo a las mujeres. En Animales de hermosa piel (1976) dice:

No obstante, si escribo estas líneas es porque imagino, con razón o sin ella, que un libro escrito por mujeres será leído por mujeres, y es a ellas, sobre todo, a quienes va dirigida esta protesta. […] Son unos anuncios [los de las revistas de moda femenina] en donde se pavonean individuos femeninos envueltos en suntuosos abrigos de pieles. Estas mujeres jóvenes, a quienes cualquier ojo capaz de ver por detrás de las cosas vería chorreando sangre, se envuelven en los despojos de unas criaturas que respiraron, comieron y durmieron, que buscaron una pareja para sus juegos amorosos, que amaron a sus crías, a veces hasta el punto de dejarse matar para defenderlas y que, como hubiera dicho Villon, “murieron con dolor”, como lo haremos todos, pero cuya muerte se las infligimos nosotros con salvajismo.

Aunque la cita es larga, me parece necesaria para hacer reflexión sobre el uso de maquillajes y otros productos de belleza producidos por compañías que realizan las más horribles –e innecesarias- pruebas en animales, como se sabe que hacen Procter & Gamble y L’Oreal, entre muchas otras. Ahora, ustedes me dirán qué tiene que ver todo esto con el feminismo. Pues bien, para Yourcenar, las mujeres feministas podrían ser hasta cierto punto hipócritas y faltas de conciencia, al denunciar la explotación de las mujeres por parte del sistema patriarcal mientras ignoran la explotación de los animales por parte de toda la humanidad. Si bien éste libro se centra en el pensamiento ecológico yourcenariano, éste último, me parece, es necesario para llevar la reflexión feminista más allá del género humano femenino.

Siendo yo mujer y simpatizante en principio,
con todos los movimientos feministas
progresistas tendientes a mejorar la condición
femenina y a reafirmar la dignidad de la mujer,
ante pruebas de inconsciencia como ésta voy
a acabar por creer que la mujer no es todavía
y no será nunca un ser humano consciente de
sus responsabilidades de ser humano mientras
lleve puesto o clave en sus paredes un cementerio.

Carta a André Brincourt

No hace mucho me topé con un artículo de título La revolución feminista ha de ser antiespecista[2] en el que se plantea la necesidad de esta reflexión. Me pareció que el punto clave de la discusión, al igual que sucede en el pensamiento yourcenariano, radica en la importancia de considerar que el valor de la humanidad no sobrepasa –o no debería- aquel de los animales no humanos y el resto de la naturaleza. La liberación de la mujer de las cadenas simbólicas y físicas del Patriarcado no habría de ser más importante que la liberación de los billones de animales no humanos que son, antes de asesinados para su consumo humano, maltratados, cosificados, hacinados, mutilados, desechados cuando no “útiles”, etcétera. La lógica del sistema patriarcal, como lo describe Martha Moia en El no de las niñas, consiste en “un orden social caracterizado por relaciones de dominación y opresión establecidas por unos hombres sobre otros y sobre todas las mujeres y criaturas” (1981: 231, cit. en Lagarde, 2014: 90). 

Una civilización que se aleja cada vez más de la realidad produce cada vez más víctimas, comprendida ella misma.

¿Quién puede saber si el alma del animal desciende bajo la tierra? 1981

Los muros de nuestros nuevos
mataderos […] son muy gruesos:
nosotros no vemos a esas criaturas
retorciéndose de dolor; no oímos sus
gritos, que no soportaría ni el más
ardiente aficionado a los bistecs.
No hay que temer los efectos de la
conciencia pública sobre la digestión.

Una civilización de compartimentos estancos, 1972

En este sentido, si el Feminismo plantea la abolición del sistema patriarcal, ¿no debería ser éste inexorablemente vegano? Cabe señalar que el veganismo es mucho más que una dieta en la que se evitan a toda costa alimentos de origen animal incluyendo sus derivados, éste estilo de vida es más que nada una postura ideológica llevada a la práctica cotidiana, que consiste en hacer todo lo posible por abstenerse de participar en –y si es posible, combatir- cualquier tipo de explotación animal. El veganismo implica un compromiso con el medio ambiente y la humanidad, al considerar que la mayor producción de granos es destinada a la alimentación del ganado, y por tanto, el desperdicio de agua, la deforestación, y la hambruna que predomina en tantas partes del mundo, podrían revertirse radicalmente si nuestra dieta cambiara[3].

Seamos subversivos. Hay que rebelarse contra
la ignorancia, la indiferencia, la crueldad
que, por lo demás, suelen aplicarse a
menudo contra el hombre porque
antes se han ejercitado con el animal.

¿Quién puede saber si el alma del animal desciende bajo la tierra? 1981

Si bien Marguerite Yourcenar no era vegana, su pensamiento besa constantemente la reflexión del veganismo. No dudo que si hubiera conocido las implicaciones del uso de lanas, sedas, y otros materiales de origen animal para la fabricación de telas, hubiera defendido su prohibición tal como lo hizo con las pieles de bebés foca en Canadá. Como puso en boca de uno de sus personajes, Zenón, se trata de negarse a “digerir agonías”. Yo diría que se trata de negarse a reproducirlas en cualquier escala.

En general, estamos censurados por nuestra época mucho
más de lo que pensamos; nos creemos libres porque
hablamos mal de las ideologías de otra época,
pero frente a las ideologías sinceras o artificiales
de la nuestra, somos excesivamente tímidos.

Segunda parte de “La Ecología”. TV Canadá, 1981.
(La traducción es de lxs compiladorxs)

El pensamiento yourcenariano nos hace reflexionar sobre “valores suprahumanistas” (70), es decir, aquellos que ven más allá de la humanidad, colocando a todas las criaturas en el mismo nivel. En este sentido, ¿no sería un ideal feminista, ecofeminista, un mundo en el que naturaleza, mujeres y hombres, conviviésemos en armonía?

Dejo estas ideas al aire y les invito a leer y dejar sus comentarios sobre este extraordinario libro en el que, estoy segura, encontrarán más de una línea de reflexión sobre el medio ambiente, el veganismo/antiespecismo  y el quehacer feminista.

ANHELOS

Desearía vivir en un mundo […]

donde fuera vergonzoso e ilegal tener más de tres hijos.

Un mundo donde la población global, a través de prácticas sexuales razonables, se viera reducida y se mantuviera por debajo de los mil millones de habitantes. […]

Un mundo sin moda, o cuya moda no consistiera más que en imperceptibles matices lentamente transformados. […]

Un mundo donde desechar un traje usado o un plato desportillado fuera un gesto ritual solamente ejecutado con duda y constricción. […]

Un mundo donde todo objeto viviente, árbol, animal, fuera sagrado y jamás destruido, salvo con aflicción y en caso de absoluta necesidad.

Un mundo donde la carne fuera considerada un alimento inferior, indeseable y quizás solamente útil a algunos, como medicamento repugnante.

-Marguerite Yourcenar

-La Fata Morgana

[1] Se puede descargar éste libro aquí.

[2] Puedes leer el artículo completo aquí

[3] Sobre esto vale la pena ver documentales como Cowspiracy y Forks Over Knives

Otra bibliografía citada

Lagarde y de los Ríos, Marcela (2014), Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. Siglo XXI Editores, México, D.F. (pp. 90)

La Fata Morgana —Feminista, socióloga y poetisa mexicana. Amante del café y los animales. Publica el blog de poesía y otros insomnios Lunas Letras y Café.  Le apuesta al veganismo como estilo de vida ético, justo y libre de crueldad para todxs. Su alter ego: Pamela Erin Mason R.

Twitter/Instagram: @lafatamorgana_