Y veremos vaginas sin censura

La curiosidad comenzó con los tocamientos que nosotras mismas nos dábamos por placer, por conocer la grieta (dijera Doris Lessing) de donde provenía el origen de la vida humana. Luego quedamos inmortalizadas en el arte rupestre, las ánforas griegas, los frescos egipcios, las piedras talladas de las diosas aztecas, en las maderas de las diosas africanas, los palacios, templos y lienzos asiáticos. Nuestros cuerpos estaban expuestos, nuestra desnudez y también nuestras vaginas. Pero luego vino ese periodo de oscuridad donde las mujeres como sus cuerpos y sus olores, fueron censurados, legislados, arropados con discursos colonialistas, imperialistas, nacionalistas y moralistas.

Por muchos siglos nuestras vaginas eran un hueco al que daba miedo tocar y mucho más explorar con nuestros dedos, con espejos. Alabadas, agredidas, violentadas; nuestras vaginas, una raja, un secreto a voces de una historia que apenas se va contando, y el arte va ayudando a reconocernos en esas texturas, en esas representaciones de nuestro ser. Podemos decir que hoy estamos en un momento de la historia donde la vagina es utilizada (como concepto, como preocupación, como realidad problematizada) como punto de partida para explorar lo que ha sido ser una persona con una vagina a lo largo de la historia.

Este 2017, la youtubera británica Florence Schechter comenzó una campaña para abrir el Museo de la Vagina (https://www.vaginamuseum.co.uk/) en Londres. Pues si. Su trabajo comenzó cuando supo que en Iceland hay un museo dedicado a los penes, y todo el concepto museográfico es mostrar una visión del arte y la historia desde una perspectiva falocéntrica (eso no nos sorprende), por lo que Schechter se preguntó por qué no un Museo de la Vagina? En su búsqueda, encontró que hay museos dedicados a la menstruación y a conocer el cuerpo femenino por su trato obstétrico relacionado a la salud y la natalidad, pero nada que celebrará o hiciera reflexionar sobre las vaginas. Y así comenzó su cuenta de Instagram (vagina_museum). En varias entrevistas Schechter expresó:

«Las vaginas requieren su propio museo para ayudar a las mujeres a conocer más sobre su salud, su placer y tomar conciencia de éstas (vaginas)».

Por el momento, el museo sigue siendo un proyecto de interacción virtual. Ya encontrando instalaciones, se piensa abrir tres salas o galerías: una dedicada a la ciencia, otra a la cultura y otra la historia de las vaginas.

«Estoy realmente interesada en explorar no sólo cómo funcionan los ovarios, sino también las partes más ambiguas del tema. Explorar cosas como la sexualidad y la identidad de género y temas polémicos como la anticoncepción, el aborto, la masturbación y el consentimiento.»

«En la sección de cultura vamos a tener pinturas de vaginas y ejemplos en la literatura y la música, y por supuesto que discutiremos sobre la mutilación genital femenina, la violencia doméstica, la esclavitud sexual y los abortos selectivos al sexo. Exploraremos sociedades no patriarcales, no son sexistas; nos gustaría dar una visión amplia de cómo las mujeres son tratadas en el mundo.»

Así que más adelante ya les diremos cómo va prosperando o qué retos tiene este proyecto que ya nos despierta curiosidad. Mientras tanto, les dejamos una lista de otros museos y recursos a lo largo del mundo donde, si bien no son dedicados exclusivamente a las vaginas, tienen un  acercamiento desde los diversos materiales que ahí se encuentran.

**La imagen que acompaña este texto es de la artista Suzanna Scott (@suzanna_scott) de la colección ‘Coin Cunts’ que se presentó en la ciudad de México en la exposición colectiva ‘Lee mis la{V}ios’ en la ex Iglesia de Corpus Christi, del 31 de marzo al 14 de abril de 2017.
***Las citas de Florence Schechter, fueron traducciones del inglés al español de:

4 comentarios en “Y veremos vaginas sin censura

  1. ¡Me encanta el proyecto!

    Amo esa imagen de cabecera ♥, y espero poder tener la oportunidad de ver ese museo en vivo. Reconfortante la idea de ver nuestro cuerpo retratado desde la admiración, y no ya desde el conservadurismo que le sataniza, o el patriarcado que le cosifica.
    ¡Gracias por la nota, Jael!
    🙂

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