Genealogía de resistencias

Por Karen Márquez Saucedo*

 

Hace falta más pedagogía
hay un gran vacío entre el activismo y la calle.
ANÓNIMO

 Pensar entre todos. Pensar juntos lo impensable.
SUSANA BERCOVICH

i. Para escribir éste capítulo he venido a visitar a mi abuela, en busca de un poco de calma, de silencio, un poco de soledad. Escribo desde el mismo cuarto donde meses atrás convertí en escritorio la mesita de planchar de mi Tata, durante una breve residencia como guardiana del hogar; donde releía apasionada Un cuarto propio de Virginia Woolf, para intentar así vislumbrar una suerte de testimonio con el que pudiera nutrir o significar un rasgo de mi presente.

Intentaré pues, poner en relieve una serie de experiencias e indagaciones estéticas indisciplinadas que hemos realizado durante los años recientes, sobre mi aproximación a los feminismos –no todos los feminismos, cabe decir; tan sólo comparto algunas reflexiones del propio camino de aprendizaje autónomo y autodidacta-, y la importancia de éstos en el devenir personal y político que convoca a mujeres de diversas identidades, incesante, desde múltiples espacios de resistencia.

Durante esos días de lectura y escritura ritual en casa de mi abuelita Carmen, en el pasado mes de mayo, asistimos varias compañeras al taller Archiva compartido por Mónica Mayer -pionera del performance feminista en México-, realizado en la Universidad Iberoamericana de Tijuana; gestionado por las compañeras Sara Islas y Cristina Franco -docentes y activistas de quienes he aprendido y con quienes he compartido experiencias profundamente enriquecedoras desde la sororidad, eso que Marcela Lagarde describe como “amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices que nos ponemos a trabajar, crear y convencer, que nos encontramos y reconocemos en el feminismo, para vivir la vida con un sentido profundamente libertario”-.

El taller Archiva fue un aliciente para esos días de duelo personal y búsqueda de sanación mental, emocional y espiritual; aunque, siendo brutalmente honesta, y como le escribí a uno de mis ex amantes en una carta necesaria: hay pequeños duelos cotidianos con los que la vida nos encara. Agrego ahora, esos duelos también se llaman: feminicidios.

Volviendo a Mónica Mayer, su activismo desde el arte y procesos pedagógicos que salen de la hetero-normatividad institucional hegemónica, no sólo alude a una pedagogía amorosa –es decir, que sale de esa interacción canónica del amor romántico, y del conductismo clásico del S. XX-, sino en pos de una afectación radical y subversiva. El acto mismo de conversa/ escucha con ella se vuelve lúdico, ameno y reconfortante; como un abrazo lleno de templanza, calidez humana y experiencia, sin dejar de lado la mirada crítica de su propuesta.

Recuerdo el último día de taller, donde conversamos breves momentos sobre el quehacer sociopolítico de las colectivas feministas actuales; de las recientes marchas en la Ciudad de México. Me permitió compartirle algunos sentipensares sobre mi último viaje a la Ciudad de México, donde tuve por fortuna conocer a Francesca Gargallo, poeta, escritora y feminista autónoma, quién cambió radicalmente mi visión de la práctica feminista, y de quien hablaré más adelante.

En ese mismo taller escuché a Mónica decir frases como: “repite y vencerás”. Habló también de la importancia de “[fomentar] el dialogo por encima de la denuncia”, entre otras reflexiones sobre el arte feminista, y la relación de éste con el contexto sociopolítico. Lo anterior me llevó por una marea de pensamientos sobre la ardua y necesaria labor de unificar potencias creadoras como el arte, el activismo y la educación, para una dinamización comunitaria, como plantea la teoría del urbanismo feminista español, y como se desarrolla desde hace muchos años en diversos contextos desde la experiencia latinoamericana. A pensar en la urgencia de desencializar la cultura, desmitificar los feminismos, deconstruir los aprendizajes. Esa reflexión no ha llegado –y no llegará, quizá- a su fin, sino que se vuelve un proceso cada vez más abierto, más expansivo y contagioso.

Por otro lado -sobre el tema que trajo a Mónica a la frontera norte-, Archiva se trata de una selección basada en su propia experiencia, memoria, así como materiales del archivo Pinto mi Raya –un proyecto independiente de Mayer y Víctor Lerma, nacido en 1989-. En él reúne 76 obras del arte feminista en México. Archiva, dice Mayer, permanece en crecimiento y difusión constante.

Entre las artistas reunidas se encuentran Lola Cueto, Isabel Villaseñor, Kati Horna, María Izquierdo (de ésta última, Francesca Gargallo ha evidenciado la violencia misógina que vivió de Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, cuando éstos intervinieron en la cancelación de un contrato que convertiría a Izquierdo en la primera mujer muralista en pintar la escalera principal de un edificio de gobierno. María, por su parte se dice que denunció: “es un delito ser mujer y tener talento”); por mencionar, azarosamente, sólo algunas de las maestras del arte disidente y feminista, nacidas o radicadas en nuestro país.

Además de la increíble muestra de mujeres que nos hacen sentir orgullo y admiración, e inspiran nuestro propio quehacer estético, vivenciamos esa manera amorosa y afectiva de aproximarnos a fuentes de sabiduría plural; a la reivindicación de un arte reflexivo, autónomo y revolucionario; al reconocimiento de nuestra historia personal y colectiva a partir de ejes fundamentales como memoria, oralidad y escucha.

Me permito aquí hacer una breve pausa para volver a dos de las interrogantes que he planteado para compartir este texto:

¿Es la autobiografía una forma de reconstruir el pasado para dar sentido a la experiencia estética?, ¿Podemos ser conscientes del presente a través de la escritura?

Antes de responder, vayamos un poco más atrás: ¿qué entendemos por autobiografía o escritura autobiográfica?

Parafraseando a Michel Foucault, la literatura autobiográfica es un arte de la existencia que madura una ética propia con la cual se genera una subjetividad personal. O bien, aquellas búsquedas alegóricas de lo secreto, según Martha R. Lifson. Lo es también escribir la palabra imposible en la curva de un arco iris, según Violette Leduc. Escribir la autobiográfica supone pues, mirar dentro de sí misma, donde la palabra fluye como caudal a través de la experiencia.

ii. Entre el barrio de Santa María la Ribera en la Ciudad de México y la ciudad de Oaxaca, experimenté hace poco más de 1 año una suerte de rito de iniciación como tallerista de escritura autobiográfica y otros conjuros. El primero sucedió en Locatl, el espacio que alberga al proyecto Poesía y Trayecto, A.C. de les compas poetas Cynthia Franco y Karloz Atl, al que únicamente asistió un joven con mucha curiosidad y avidez por escribir, y compartimos juntes algunas visiones sobre escritura y correspondencia.

El segundo taller, ocurrió gracias al apoyo sororo de Marianna Bacci, una investigadora feminista de Lisboa radicada en Oaxaca, a quien paradójicamente conocí en Locatl junto a Francesca Gargallo y su amiga, la escritora, poeta y activista feminista hondureña Melissa Cardoza, durante la fiesta de cumpleaños de Ángel -un querido amigo e importantísimo promotor cultural del barrio de Santa María, activista desde la década de los 70’s-.

Éste último taller ocurrió en Casa Studio Chichis Libres de Oaxaca durante el lluvioso mes de octubre de 2016, y se convirtió en el primer taller de escritura con enfoque feminista dirigido a mujeres, durante la gestación del proyecto Mundágora Feminismo Autónomo –mismo que vio la luz una vez aterrizada la experiencia viajera en la ciudad de Tijuana-.

Casa Studio Chichis Libres fue el espacio ideal para compartir la palabra, vislumbrar en la memoria personal, potenciar la energía creadora; compartir nuestro decir y ser en el mundo sabiéndonos libres y acompañadas, como una manada de lobas –ese devenir lobas desde una anarquía puramente liberadora referido en Foucault para encapuchadas, un libro de ensayos radicales de la editorial Queen Ludd donde se advierte: “…portamos las verdades de las potencias de nuestros cuerpos incrementándose, ya mismo todas juntas, todas las que sean capaces… desertando, yéndonos al desierto, donde crece la vitalidad, a encontrarnos con vos.”-.

Durante las sesiones en CSCL invocamos también a algunas de las mujeres de la Generación Beat y la Generación del 27 (mujeres que fueron minimizadas o literalmente borradas de la historia oficial por un canon estético masculinizado y patriarcal); a Dení Prieto Stock, una adolescente militante que en 1969 -posterior a la histórica movilización y represión estudiantil en México- escribiera en su diario: “estoy en segundo de secundaria, soy atea, hipy y comunista, intelectual”, y quien fuera asesinada en una casa de Nepantla durante la Guerra sucia emprendida por el traidor a la patria Luis Echeverría.

Entonces, ¿podemos asomarnos a la declaratoria de una estética feminista para la liberación, como la nombra la siempre lúcida Francesca? Sí, podemos reconstruir el pasado, esas ruinas aparentemente insoldables que cubren algo más vasto e inquebrantable: la memoria de nuestros pueblos. La dignidad de nuestra voluntad política vuelta flor, canto, y potencia enraizada a la corriente de un sueño colectivo, desde un lenguaje acuerpado en la multiplicidad de nuestras identidades disidentes.

¿Ahora bien, qué podríamos definir como estética, en el contexto que nos convoca?

Recientemente tuve la fortuna de escuchar a Susana Bercovich, psicoanalista, maestra en pedagogía y psicoanálisis, interesada en género, diversidad sexual, arte cultura, etc.; durante la presentación de Topografías de la violencia en la UABC Tijuana. Se trató de la breve lectura a una recopilación de ensayos con “puntos de vista antropológicos, literarios, filosóficos, institucionales, psicoanalíticos, desde lugares múltiples, colectivos, activismos, entrevistas, testimonios…”. Para la presentación de dicha publicación compartió mesa con otra filósofa, poeta y académica no menos importante, Sayak Valencia, una de las pensadoras feministas más relevantes en la actualidad.

Susana habló sobre las estéticas horizontales. “¿Existen acaso relaciones de continuidad, de superposición, de correlación, entre nuestros gustos sexuales, nuestras inclinaciones estéticas, nuestras inclinaciones políticas?”, preguntó.

Parafraseando a la propia Susana, con estéticas horizontales indaga en torno a un pensamiento queer, que a su vez retoma al último Foucault, aquel que planteaba la necesidad de nuevas modalidades sociales fuera de las coordenadas del poder y de las jerarquías.

Por otro lado, volviendo a dinamización epistémica de Francesca, nuestra sensei feminista autónoma, escribió una vez: “Cuando se puede escribir la cotidianidad política de los propios actos, permitiendo que se reconozcan las emociones que despiertan y de las que son acompañados, estamos frente a una expresión estética”.

Es así que comprendemos, al día de hoy, la importancia de acuerpar no sólo el lenguaje, sino la defensa de nuestros territorios, de nuestros recursos naturales, de nuestra memoria, y toda forma de enunciación política y de resistencia para liberarnos, vitalizar nuestra experiencia en la mundA. Para abrir los portales de nuestra gran potencia creadora siendo conscientes del presente, de nuestra cuerpa, de las cuerpas de les otres, de nuestras emociones. Reivindicar pues, nuestro derecho a la vida digna, sana y pacífica, en armonía con nuestra Madre Tierra.

Hay mucho por develar, por desfragmentar, por sembrar. Una marea negra surca los vientos de la alegre rebeldía y de las resistencias feministas, y negarlo, sería cometer un error histórico. Así la vida. Nuestra bandera es la poesía, y desde ahí construimos, bordamos, bordeamos, tejemos. Somos nosotrAs, hilanderas, borders, saicas, rebeldes, jornaleras, trabajadoras sexuales, trabajadoras del hogar…

Somos todas: autónomas, comunitarias, académicas, urbanistas, artivistas, guerreras del caos sosteniendo la antorcha. Y como nos enseñan las feministas comunitarias de Abya Yala, a quienes reconocemos como maestras, abuelas de tejido e inspiración en la lucha feminista: “Agrietamos la oscuridad con huellas de luz; recitamos poesía como forma de resistencia; escribimos para no agonizar. Desde aquí las consignas de la vida…”.


[Texto compartido en Academia Ópalo, Ensenada, B.C. el día 23 de noviembre .]

*Karen Márquez Saucedo (Tijuana, 1986). Poeta, escritora, artista posdisciplinaria, activista feminista autónoma, maga-bruja-gitana de andrajoso chal en la constelación Guarache Cósmico. Actualmente escribe su proyecto de titulación de licenciatura titulado Genealogía de Resistencias. Hacia una pedagogía feminista, que narra procesos vinculados a la gestión, artes, literaturas, pedagogías y feminismos. Dirige el proyecto Mundágora Feminismo Autónomo, coordinando –entre otras actividades- talleres de escritura autobiográfica, y visibilizando la obra de mujeres creadoras desde una perspectiva feminista.

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