Texto anónimo*
Alejandra tenía 37 años. Vivió en una relación de maltrato durante varios años de su vida, una relación con un hombre 20 años mayor que ella, que la manipuló, la maltrató psicológicamente, la ninguneó, la ultrajó, la violó, y la golpeó en reiteradas ocasiones, muchas veces dejándola casi en coma, al borde de la muerte. Alejandra estaba inmersa en una vida de sufrimiento, en una vida de miseria.
Ella muchas veces denunciaba, pero como sabemos lo que pasa en la mayoría de estos casos, la denuncia no llega a nada, o por presión la retiran. Ale tenía muchísimo miedo, llamaba llorando para decir que el tipo la mataría, también decía que no tenía recursos para huir, quería salir de allí, pero muchas veces no tenia trabajo ni medios para conseguirlo. Más de una vez se refugió en casa de la madre de una amiga, pero al final terminaba regresando. Ale estaba mal, estaba triste, estaba sola, estaba inmersa en un círculo tóxico de idas y vueltas con una relación que la llevaba directo a la muerte.
El último tiempo, el último año, había logrado tener una vida más tranquila. Puso una orden de alejamiento a su perpetrador en varias ocasiones, estaba yendo al psicólogo, e incluso había conseguido trabajo de pocas horas. Un día llamó a su amiga para que la ayudara porque el tipo había entrado y la había querido matar; el hombre la golpeó por todos lados, la arrastró de los pelos desde el baño hasta el salón. Ella hizo lo que estuvo a su alcance: volvió a llamar a la policía cuando estaba en estado de shock, muy golpeada, y realmente mal psicológicamente. El tipo había acabado con ella… Ale, aunque seguía viva, no estaba viva por dentro, algo se había quebrado en ella, y parecía más bien un ente. No hablaba con demasiada coherencia en esa llamada, no razonaba muy bien, estaba inmersa en una depresión muy grande, pero sabía que necesitaba ayuda, aunque ya no confiaba en que pudieran ayudarla tampoco.
Hace una semana Ale apareció muerta, supuesto suicidio, pero hay testigos que dicen que activó el botón antipánico, con lo que se está investigando.
El tipo en cuestión sigue libre, sin ningún tipo de problema legal, y caminando como si nada por las calles. Queremos que se haga público su nombre, para que ante la ausencia de justicia, la gente sepa quien fue el hombre que la llevó al suicidio, quien fue el instigador de su muerte. Se llama JORGE DAVILA, oriundo de la ciudad de Dolores, provincia de Buenos Aires. Ejercía como abogado del departamento judicial de esa misma localidad (en la actualidad tengo entendido que está retirado).
Hasta cuándo tenemos que seguir aguantando este tipo de cosas? Hasta cuándo vamos a tener un sistema judicial que no nos protege? Cuántas más Alejandras tienen que morir para que nos escuchen? Necesitamos que se haga justicia a tiempo y que haya un soporte REAL, para las mujeres en situación de maltrato, en relaciones tóxicas, en violencia doméstica en nombre del amor, y en situación de desigualdad real e imposibilidad de salir por sus propios medios.
El estado debe proveer un espacio seguro para ellas, para nosotras, un espacio donde resguardarnos, donde poder vivir tranquilas, con la certeza de que al salir a la calle no nos vamos a encontrar cara a cara con nuestro perpetrador, o que no va a entrar a nuestra casa para intentar asesinarnos. Necesitamos apoyo y leyes justas, para que no nos sigan matando, para que no nos sigan llevando al suicidio. Hoy el caso de Ale me lleva a hacer público su caso y queremos que esa persona que fue su perpetrador pague por lo que hizo. Hoy Ale está en un cajón, y eso es algo que se podría haber evitado. Si la hubiesen escuchado…
*Advertencia: este texto nos fue enviado por una de nuestras lectoras que ha preferido guardar el anonimato por seguridad. Alejandra, la chica de la que habla. Este post es una muestra de sororidad y apoyo entre mujeres porque nos siguen matando y la violencia doméstica es uno de las experiencias más brutales, por lo que es importante concientizarnos que no siempre son los hogares y las relaciones amorosas familiares las que protegen a las mujeres de vivir o morir. Necesitamos crear espacios seguros para quienes viven o han vivido violencia en nombre del amor. Este texto fue originalmente publicado en Red Informativa de Mujeres de Argentina (RIMA).
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