Por: Lorena Gallego*
Cali, Colombia es una de las ciudades más pluriétnicas y multiculturales del país, y ha sido reconocida por su clima cálido, la alegría de su gente, por ser “la capital mundial de la Salsa”, y especialmente por la “belleza” de sus mujeres: las “caleñas”.
Se ubica en el departamento del Valle del Cauca que fue lugar de destino en el proceso de esclavización de la colonización española y británica, por lo que tiene la mayor cantidad de población afrodescendiente en el país y una de las mayores en América Latina. Es una de las más grandes de Colombia en población migrante; tiene 6 cabildos indígenas; y el 53% de su población son mujeres.
Es también una ciudad marcada por la influencia del narcotráfico desde los años 70’; por la pobreza extrema; el conflicto armado que duró 50 años en Colombia, y por las consecuencias del post-acuerdo, incluida la crisis en la que se encuentra la implementación de la paz en manos del actual gobierno.
Desde este contexto histórico, Cali también se ha caracterizado por estar en los primeros lugares a nivel nacional en cuanto a cifras de violencia, violencia de género y feminicidios. Las caleñas no pueden transitar libremente por las calles sin temor a ser morboseadas, manoseadas, abusadas, violadas o asesinadas. Como en la mayoría de lugares del mundo, las calles no son un lugar seguro para ellas, pero sus hogares tampoco lo son: según una reciente investigación de una prestigiosa universidad de la ciudad que se ha enfocado en estudiar las violencias de género, 6 de cada 10 caleñas han sido víctimas de violencia por parte de sus parejas alguna vez en la vida. Las mujeres de bajos ingresos y con nivel educativo menor, son más susceptibles a éstas violencias, y ni hablar de las indígenas, afrodescendientes o de piel oscura, pues los niveles a los que se enfrentan arrojaron tasas muchísimo mayores.
Sus lugares de trabajo también las ponen en riesgo. Entre las caleñas es común que al menos uno de sus compañeros de trabajo las haya acosado o las haya hecho sentir incómodas; eso, si es que logran acceder a un trabajo medianamente digno con remuneración justa, pues según recientes resultados del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), la tasa de desempleo en las mujeres de la ciudad es casi el doble que la de los hombres, y la brecha salarial lejos de reducirse, ha crecido.

Por supuesto, si sos una mujer afro, en condición de pobreza, lesbiana, bisexual, trans, indígena, y/o una mujer con discapacidad, te va mucho peor. Cali y el Valle del Cauca, son una de las regiones del país con mayor número de víctimas afrodescendientes de desplazamiento forzado, delitos contra la integridad y la libertad sexual y homicidios, y la mayoría de éstas víctimas son mujeres. Las mujeres trans de la ciudad son perseguidas y asesinadas por grupos de “limpieza social”, pero nada hacen las “autoridades”, y poco o nada reportan los medios sobre estas injusticias; son invisibles. Las defensoras de derechos y activistas, tampoco pueden manifestarse, pues corren el riesgo de que las acusen de “guerrilleras feministas” y las amenazan los “ciudadanos de bien”, como le ocurrió a una feminista caleña hace poco que promueve el uso seguro de la bicicleta en la ciudad. Lideresas sociales están siendo amenazadas y asesinadas por grupos de extrema derecha, y tampoco pasa nada. Estos son sólo algunos ejemplos…
Cali como ven no es ajena a la hegemonía patriarcal blanco occidental, de la que tanto nos habla Rita Segato, “gracias a” la colonización y el “mundo moderno”. La misoginia, el machismo, el clasismo, el racismo, la aparofobia, la lgtbfobia y otros tantos “ismos” y “fobias” atraviesan los sentires de la ciudad y la cultura, y son el pan de cada día.
Esto también ha impactado las exigencias sociales a la mujer caleña sobre su look y su actitud. Al estereotipo de la mujer caleña se le exija verse “impecable”; peinado, maquillaje, y vestimenta, siguiendo los cánones de belleza occidentales. La caleña entonces NO debe tener el cabello rizado; la queratina o alisado permanente es un gasto mensual, y si tiene el pelo afro, desde pequeña le dicen que tiene el “pelo malo”. NO debe tener senos pequeños, o ser “gorda” o demasiado “flaca”, porque hacerlo, contraría la norma de lo que se considera atractivo. Las cirugías plásticas para tener una nariz respingada, unos senos grandes, y una cintura delgada son el pan de cada día (Cali es uno de los primeros destinos en el mundo para la realización de cirugías plásticas), y las que no están en condiciones de pagar un buen cirujano, se someten a cirugías de garaje poniendo incluso en riesgo su vida.
De la mujer caleña también se exige la feminidad, la altivez, que baile salsa y que se mantenga atractiva para los ojos de los depredadores, pero, eso sí, sin que sea demasiado “fácil” o sexualmente activa. Se le repite constantemente de maneras directas e indirectas que su fin es agradar. Quienes no encajan dentro del estereotipo de “caleñas” se exponen a que las critiquen por feas o “gurres”, o por perras, o por “marimachas”, y a que las apunten con el dedo, como dice Gloria Trevi. Es como si la heterogeneidad de las mujeres en la ciudad producto de la multiculturalidad y plurietnia no existiera, y en lugar de exaltarse, se castigara.
Como respuesta a estas y otras opresiones que entrelazan género, raza, clase, y orientación sexual, las mujeres de Cali no se han quedado inmóviles. Desde muchos años atrás se han desarrollado diversos movimientos sociales de mujeres y colectivas feministas, logrando que a Cali se le reconozca como un referente a nivel nacional. Sin embargo, esto no ha sido suficiente para combatir el machismo, la misoginia y la violencia de género de manera sustancial. Nuevos movimientos, organizaciones y colectivas de mujeres, cargadas de rebeldía y sed de cambio están en constante surgimiento.
Así nace Contigo Mujer Internacional (CMI), una organización fundada en enero de 2018 por cuatro caleñxs, y liderada por mujeres caleñas; quienes desde sus vivencias en la ciudad, las de sus hermanas, madres, tías, y amigas, se suman a la lucha feminista colectiva.
Sus lideresas se encuentran en Cali y en Estados Unidos, y desde ambos lugares le apuestan a la facilitación de espacios de formación feministas con foco en el feminismo interseccional, donde los temas que atañen a las mujeres se puedan socializar de maneras más comprensibles y cercanas para perderle el miedo a la palabra “FEMINISMO”. Las mujeres de CMI identificaron que éste miedo se traduce en rechazo y desinformación y es uno de los mayores obstáculos para el alcance del movimiento feminista, como cuando les tildan de “feminazis” o les acusan de odiar a los hombres.

CMI pretende contribuir a romper las cadenas que atan a las mujeres, las relaciones de poder entre mujeres y a fortalecer la resistencia, para lograr cambios en equidad e igualdad, y acabar con las violencias que las atraviesan.
Desde su creación, CMI ha facilitado en Cali conversatorios en donde se ha abordado con lenguaje coloquial, familiar y con acento caleño, qué es el movimiento feminista, sus aportes, y los mitos más comunes.
En estos espacios las mujeres participantes manifestaron la necesidad de que ésta conversación sea una más amena, incluyente y segura; Cuestionaron el estereotipo que se les impone de “ser como las flores”, como dice una popular canción de salsa; Identificaron las distintas opresiones y violencias a las que se ven expuestas desde su diversidad y desde las particularidades caleñas; y lograron visualizar el movimiento feminista como una herramienta liberadora, y que por tanto debe defenderse.
Durante el 8M de este año CMI estuvo con aproximadamente 30 mujeres de Cali, con quienes compartió alarmantes cifras y datos locales y nacionales sobre temas como violencia doméstica, feminicidios, transfeminicidios, acoso callejero, brecha salarial y desempleo entre otros. Las asistentes resaltaron la marcada desventaja que las mujeres afro, indígenas y LBT de la ciudad tienen en el marco político y laboral, pues su participación ha sido mínima, sus condiciones precarias, o ni siquiera es posible encontrar datos estadísticos sobre ellas. A través de un ejercicio con plastilina, en el que moldearon su juguete favorito, muchas identificaron los roles de género que éstos juguetes les impusieron desde pequeñas. Por ejemplo, Sara compartió la máquina de escribir como su juguete más preciado y se sorprendió cuando lo relacionó con su anhelo de ser secretaria, y con el impacto que ésto tuvo en su proyección profesional. A partir de las reflexiones de las cifras y las experiencias compartidas en relación con los roles de género, en este día las caleñas asistentes conmemoraron la lucha feminista e identificaron la necesidad de un análisis interseccional desde la individualidad y la colectividad.

El carácter nacional e internacional de la fundación le ha permitido ampliar su interseccionalidad y construir aprendizajes con otras mujeres que se desenvuelven en contextos diferentes.
En mayo del presente año, CMI promovió su primer encuentro con aproximadamente 20 mujeres latinoamericanas en la ciudad de Alexandria, Virginia, EE.UU., donde con ejercicios de educación popular, las asistentes analizaron los aportes del movimiento feminista, el carácter histórico y sistemático del patriarcado, y reconocieron sus opresiones como migrantes y latinas, sus privilegios, el discurso hegemónico occidental que han internalizado y el feminismo eurocentrista que asumieron como bandera, antes de enfrentarse a este ejercicio. Entendiendo que la experiencia como migrantes transforma sus experiencias y atraviesa su sentir, las participantes manifestaron la importancia de reconocer a otras mujeres en toda su diversidad, su vivir, las discriminaciones a las que se ven expuestas con una mirada interseccional, y de empezar a pensar y planear cómo desde sus posturas personales y profesionales (muchas de ellas trabajan en la OEA y otras organizaciones internacionales), pueden aportar para que otras mujeres en Estados Unidos y en sus países de origen sean también reconocidas en su autonomía y en sus derechos, eliminando jerarquías y poderes.

La sororidad también fue un pilar muy importante, pues a través de ella las participantes identificaron un vehículo para accionar su feminismo. Rosa Mamá compartió en el muro de reflexiones que se facilitó en el espacio la frase: “me llevo acuñado el término sororidad y comenzaré a ponerlo en práctica al 1000”.
Finalmente, compartiendo sus experiencias a través de Fanzines, dibujos y conversaciones transparentes, éstas mujeres también identificaron la necesidad de romper con los mitos alrededor del feminismo, de reconocer que no es posible hablar de “igualismo” ni comparar el feminismo con el machismo, e incluso tuvieron un álgido y nutrido debate sobre el lenguaje incluyente y cómo éste puede transformar la visión de sociedad.
Entendiendo que la lucha feminista no es una sola sino el conjunto de varias luchas, CMI también se ha esforzado por generar alianzas con otras organizaciones, movimientos y colectivas de mujeres a nivel local, nacional e internacional, con el fin de ampliar el alcance del mensaje que las une. Próximamente estará participando de varios eventos en Cali que pretenden dar voz a las mujeres de las zonas donde las cifras de violencia son más alarmantes, para facilitar espacios donde puedan sentirse seguras y encontrarse con otras mujeres en momentos de autocuidado y autoprotección. Estos eventos se desarrollarán en el marco de las violencias sistemáticas que actualmente sufren las defensoras de derechos humanos en el país.
El feminismo es y debe ser para todas, todos y todes, como bien lo dijo bell hooks. CMI seguirá aunando esfuerzos para cumplir con esta premisa y construir puentes sororos transformadores.
Les invitamos a seguir y apoyar esta iniciativa a través de las redes sociales @contigomujerinternacional, en los siguientes enlaces Instagram y Facebook
**Las imágenes que acompañan este texto fueron proporcionadas por la autora del mismo, y son parte de la memoria del encuentro que Contigo Mujer Internacional realizó en Virginia, EE UU.
*Lorena Gallego es originaria de Cali, Colombia. Es Feminista, Abogada y con un Máster en Derechos Humanos, y co-fundadora de Contigo Mujer Internacional.
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