Por: Jovy Vega*
El dolor tocó a su puerta.
Corría la sangre entre sus piernas.
Se abrió el camino.
Con abrir no significaba estar dispuesta, expuesta, presta,
pero en este mundo, ya era una presa.
La anchura de sus caderas,
sus diminutos senos,
atrajeron al depredador y
aunque ella en su inocencia,
dormitaba en su segura cueva,
no sabía que habitaba con ella, el cazador.
Una raíz que terminará seca crece en su interior;
una semilla sembrada por el sembrador-saqueador.
Despierta a la fuerza, sin etapas ni estaciones,
labrada sin permiso en sus entrañas por aquella pala-garra.
¿Qué debe esperar? ¿Qué debe soportar?
¿Qué fruto le espera? Cría, presa-árbol en extinción.
Presa-tierra devorada, invadida …
La sangre sigue corriendo por un camino desolador.
**Los derechos de la ilustración no son nuestros.
