*Por Marisol Anzo-Escobar
En los últimos días el término “pacto patriarcal” ha estado circulando inusitadamente en medios de comunicación, redes sociales y hasta en las mañaneras de Andres Manuel López Obrador, luego de que miles de mujeres de distintos ámbitos de la vida pública nacional exigieran anular la candidatura de Félix Salgado Macedonio, acusado de violación, a través del hashtag #PresidenteRompaElPacto. Sin embargo, el auge se vivió el 25 de febrero, luego de que el mandatario mexicano hiciera las siguientes declaraciones en su conferencia matutina:
“Ahora con la simulación sobre el feminismo empiezo a escuchar “rompe el pacto, rompe el pacto, rompe el pacto”. Les digo sinceramente, y no miento, me enteré lo que era eso hace cinco días porque mi esposa me dijo […] “rompe el pacto patriarcal, o sea, deja de estar apoyando a los hombres”… Cuando se habla de rompe el pacto ya lo estoy rompiendo, el llamado Pacto por México que no fue más que pacto contra México o el pacto de silencio que establecieron los que reprimieron y desaparecieron a los jóvenes de Ayotzinapa, pero el otro pacto no”
A esto añadió que se trataba de “expresiones importadas” y “copias” de las que se vale el conservadurismo. Y aunque cada vez sean más habituales este tipo de declaraciones donde denosta al feminismo y trata de improvisadas a las feministas, o quizá por ello, me parece necesario explicar brevemente el origen, la definición y el funcionamiento de los pactos patriarcales, para que quien desconoce o tiene poca familiaridad con el tema acceda a conocimientos más certeros que los desinformados y desafortunados dichos del presidente.
“Conceptualizar es politizar” (y si conceptualizamos mal, politizaremos mal)
Con la frase “conceptualizar es politizar” la filósofa Celia Amorós nos invita a pasar de las anécdotas a las categorías que nos permitan desnaturalizar, visibilizar y nombrar determinadas realidades. En el caso de la violencia contra las mujeres, y aunque gran parte de la sociedad lo ignoré, esto es lo que ha pasado los últimos 50 años. Activistas y académicas feministas de todo el mundo han trabajado arduamente para que las agresiones normalizadas durante siglos comenzaran a ser vistas como un problema con el que había que acabar.
Este proceso implicó, entre otras cosas, la elaboración de una serie de conceptos a partir de los cuales se nombraría y politizaría la realidad de las mujeres desde una perspectiva histórica. Uno de ellos fue el de patriarcado, que hasta el día de hoy es sumamente relevante para explicar la condición de opresión que viven las mujeres en todo el mundo. Una de sus primeras definiciones se la debemos a Kate Millett ([1970]1995) para quien es una estructura de poder transhistórica y transcultural a través de la cual los varones dominan a las mujeres, pero también los varones mayores dominan a los jóvenes y a los niños. Lo que destaca esta acepción es que el patriarcado ha tomado múltiples formas a lo largo de la historia, adaptándose a los diferentes tipos de organización política, social, económica y religiosa que han existido en el mundo, pero quizá es demasiado general.
Por el contrario, el significado propuesto por Gerda Lerner ([1986]1990) es mucho más específico, al referir que se trata del dominio masculino institucionalizado y extendido a las mujeres y lxs niñxs de la familia y de la sociedad en general. Para la autora el resultado más visible del patriarcado es que los varones controlan todas las instituciones sociales importantes (reales y simbólicas) y obstaculizan que las mujeres se apropien de ese control, lo que no significa que se les prive completamente de poder, recursos, derechos o influencia.
Una coincidencia significativa entre Millett y Lerner es que confieren un rol determinante a la violencia que los varones ejercen sobre las mujeres para mantener el orden patriarcal, pero aquí cabe chacer una precisión. Alicia Puleo (2000) habla del patriarcado de coerción y del patriarcado de consentimiento para diferenciar aquel que hace uso de normas, leyes y diversas formas de violencia directa para mantener las posiciones sociales de varones y mujeres, de aquel en que, tras una aparente igualdad de derechos, opera una asimetría indirecta que cuenta con la anuencia de las mujeres y que puede observarse, por ejemplo, cuando éstas tratan de seguir los mandatos de la feminidad normativa. Este último permite entender la función ideológica de esta estructura de poder, la cual opera tanto en las mujeres como en los varones y en los pactos patriarcales cobra mayor nitidez.
Pactos patriarcales
El término fue acuñado por Heidi I. Hartmann y apareció por primera vez en su artículo The unhappy marriage of marxism and feminism: towards a more progressive union, publicado en 1979. No obstante, fue gracias a la problematización y reelaboración de Celia Amorós (1990), cuyo objetivo era dar cuenta de “la textura” de dichos pactos, que ganó popularidad en el activismo y la academia hispanohablante.
Lo primero que destaca Amorós es el carácter metaestable del patriarcado. Esto significa que no se trata de una unidad ontológica fija, sino una cuya estabilidad depende de un sistema de prácticas reales y simbólicas. En tanto sistema de dominación, el patriarcado se constituye a través de un mecanismo de autodesignación que establece la pertenencia de los varones al grupo de los dominadores por medio de prácticas de virilidad arquetípica. A decir de la autora, “la virilidad no existe sino en tanto que idea-fantasma regulador del comportamiento de los varones, en la medida que crea vínculos entre ellos el recurrente y sistemático desplazamiento del ideal de la virilidad a ‘otro punto’ y a ‘otra parte’ del conjunto de los varones así constituido” (Amorós, 1990: 3). En otras palabras, la virilidad se construye en función del grupo de los varones, en la medida en que, para asumirse como parte de él, el sujeto actúa condicionado por lo que supone que ser varón implica. En gran medida, mantener la virilidad y el dominio masculino también depende de que la idea del eterno femenino permanezca intacta.
En la idea de virilidad reposa la “tensa e inestable consistencia del grupo” que se fortalecerá por medio de los pactos patriarcales. Estos pactos no son uniformes y se pueden identificar al menos dos tipos: los pactos seriales, que se refieren a la complicidad, no necesariamente concertada, entre diferentes individuos y grupos y que suele ser laxa en tanto opera de manera indirecta; y los pactos juramentados que son llevados a cabo por grupos donde la hombría es el componente esencial que se expresa a través de la palabra dada para sellar algún compromiso solemne. En estos pactos se vínculan los objetivos y las prácticas de los dominantes, también aquí las mujeres son percibidas como objetos transaccionales y constituidas como topos o lugar común de la violencia y aunque esta no se pacte explícitamente, sí es un componente implícito.
#PresidenteRompaElPacto
En este muy breve recuento he querido dar cuenta de los aspectos centrales que permiten comprender de qué se tratan y cómo operan los pactos patriarcales, para dementir que sea una “expresión importada” o “una copia” y mostrar que este concepto ha sido acuñado en el seno de la reflexión del feminismo y usado durante décadas en la academia y el activismo feministas, donde la recuperación de genealogías, en este caso teóricas, constituye una praxis política que otorga valor al conocimiento desarrollado por mujeres para develar los dispositivos del poder patriarcal que operan en todos los ámbitos. Aunque se ponga en tela de juicio, tenemos pensamiento propio, una historia de la que somos protagonistas y de la que recuperamos saberes para hacer frente a la reactualización de los pactos patriarcales. Y a propósito: Presidente, ¡rompa el pacto!
Referencias
AMORÓS, Celia (1990) “Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales”, Maquieira, Virginia y Cristina Sánchez (comp.) Violencia y sociedad patriarcal, pp. 1-15. Madrid: Editorial Pablo Iglesias.
GAMBA, Susana y Aida MALDONADO (2019) “Sobre los orígenes del patriarcado”, Gamba, Susana (coord.), Se va a caer. Conceptos básicos de los feminismos, pp. 21-29. La Plata: Pixel.
HARTMANN, H. I. (1979) “The Unhappy Marriage of Marxism and Feminism: Towards a more Progressive Union”, Capital & Class, 3(2), pp. 1–33. doi: 10.1177/030981687900800102.
LERNER, Gerda ([1986]1990) La creación del patriarcado. Barcelona: Crítica.
MILLETT, Kate ([1970]1995) Política sexual. Madrid: Cátedra.
PULEO, Alicia (2000) Filosofía, género y pensamiento crítico. Valladolid: Universidad de Valladolid.

*También conocida como tecnoruda. Feminista en constante replanteamiento y funámbula emocional que conspira contra el patriarcado cada que tiene rtunidad; socióloga y maestra en Comunicación y Política por la Universidad Autónoma Metropolitana, doctoranda en Estudios Culturales en la línea de investigación Género, sexualidad y poder por El Colegio de la Frontera Norte.
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