Hay un tipo de persona de la que se habla muy poco y creo que deberíamos darle mucho más crédito. Al menos yo lo siento así, pues en los últimos años me he topado muchas veces con este tipo. Esta persona es siempre hombre. Un hombre que al parecer lo sabe todo y hace todo lo posible para dejarlo claro.
Son los expliqueitors. Aunque yo les llamo los Manolos, como más de andar por casa, más de conocerse. Los Manolos (o expliqueitors) son hombres que, de entrada, parecen agradables y están dotados de una gran labia. Encajan frases llenas de palabras en cada conversación. Respiran lo justo para no morir y utilizan la mayor parte de la energía para generar vocablos que van saliendo por ese pico que nunca se cierra. Explican sin cesar, narran sin parar y opinan como si no hubiera un mañana. Cuentan cosas que parecen realidades absolutas, o como se dice en mi pueblo, como si fuesen verdades como puños.
Hay que tener en cuenta las formas de los grandes Manolos (expliqueitors) al explicarse. Para ser un buen Manolo hay que enunciar con tono condescendiente y paternalista, sobre todo cuando te diriges a una mujer.
Porque los Manolos siempre saben más que tú, la mujer, y por eso vienen a ayudarte con sus aclaraciones, razonamientos e instrucciones. Es su superpoder. Super expliqueitor viste una capa llena de términos de todo tipo y su espada es de acero y locuciones. Las cuales suelta a diestro y siniestro por todo el espacio. Sus enunciados siempre suenan más alto que los tuyos, se anteponen a tus palabras, son más importantes. Los Manolos saben que lo suyo es ayudarte y entienden perfectamente que necesitas de sus enseñanzas.
Les encanta contarte cosas que no te interesan. Pero, sobre todo, lo que más les apasiona es contarte cosas que ya sabes. Los súper Manolos saben siempre de todo, da igual cual sea el tema. Pueden hablar de encaje de bolillos, de cometas y asteroides, de cine japonés, de cómo cocinar una palmera de coco o de ingeniería de la nasa. No hay tema que se les resista.
En cuanto saben a qué te dedicas se convierten en un máster de la profesión, de la tuya claro. Y ahí empieza la diarrea verbal de super Manolo. Ese cólico oral que se desencadena y va in crescendo hasta que en tus oídos empieza a sonar un fino pitido, la vista se te nubla y empiezas a sentirte mareada como cuando vas en un autobus nuevo por un camino lleno de curvas. El expliqueitor…super Manolo… y su verborrea van unidos a tu capacidad de dispersión. Cuanto más te explica, más ausente estás. Para cuando él te explica en que consiste lo que tú haces, tú ya ni siquiera escuchas su voz. Solo ves una cara en la que la boca gesticula, una persona que mueve las manos y se impone como puede, utilizando el tono de su voz y sobre todo utilizando su pseudosabiduría.
Cuanto más sabio el Manolo, más te evades. Más entras en ese mundo onírico en el que te ves como una guerrera. En mi caso me visualizo como una luchadora de lucha libre mexicana, con un atuendo colorido muy llamativo y en el que tras el primer guantazo que le meto le hago directamente una tijera voladora, ahogándole, parando el sermón que está soltando, dejándole sin aire, moviendo solo los brazos. ¡¡¡Y de pronto pum!!!
Vuelvo a la realidad, super Manolo ha terminado, yo muevo los labios intentando fingir una medio sonrisa, sin ganas, no se escucha nada, expliqueitor ha parado su monserga. Me levanto y digo que voy al baño. Y así desaparezco del mapa, dejando espacio para la próxima víctima de super
Manolo quien ya está prestando atención a las charlas de su alrededor para ver en cual va a sentar cátedra esta vez.