Vivi Alfonsín es una escritora cubana que acaba de publicar la novela Mundo Zurdo, un texto en el que habla de migración, de desarraigo y también de comunidad, a la vez que le da un buen repaso a la historia de su Cuba natal y nos acerca a muchas a eso que se ha llamado el “paradigma cubano” y que parece que nunca se termina de entender.
Antes de empezar, ¿cómo y en donde estás ahora mismo?
Estoy en un momento bastante esplendoroso, en donde una trayectoria que se ha ido acumulando de lecturas, voluntad de escribir, se ha juntado con muchas ganas de cambiar las cosas y de sumarme a todas esas voces que están contando historias aún no contadas. Es un momento muy dulce y mi escritura está eclosionando en muchas direcciones, con mucha curiosidad, enganchando con muchas cosas, lo que la hace tener como cierta animalidad, como una vida propia y me acompaña de una manera muy fuerte.
Tu eres cubana, ¿por qué migras a España?
Porque la situación en Cuba era muy difícil. Después del 89 con la caída del muro de Berlín, la economía cubana entró en una crisis de la que no ha salido todavía y se produjo una oleada migratoria muy fuerte en los años 90 después del periodo especial. Mi familia empezó a irse, primero mis hermanos mayores y luego mi madre y yo.
Llegué al Reino de España con 17 años y al principio fue terriblemente duro. Todo el tiempo quería regresar a Cuba; no entendía a la gente al hablar, ni la televisión, ni cuando me interpelaban, lo único que me consolaba era meterme bajo la ducha de agua caliente porque tenía mucho frío.
Estaba muy incómoda, no me sabía vestir, ni moverme y cuando empezaron los trabajos precarios y la dificultad para estudiar eso no hizo más que complicarse, porque no iba a poder tener un trayecto educativo que en Cuba tenía presupuesto para mí. Mi acceso a los estudios fue muy difícil, tuve que hacer un trayecto muy largo, siempre estudiando en los márgenes porque nunca pude estudiar de manera reglada algo que me interesara y lo compaginaba con trabajos precarios en hostelería, con trabajos de noche relacionados con la música y el baile. Sobre esto me sucedió una de las cosas más humillantes bailando en una de las fiestas que organizaba Havanna Club en donde no me pagaron y se me quedó una sensación dolorosa.
Son años de tristeza, de mucha dificultad, de mucho desencuentro, de no hallarme, lo recuerdo con dolor. También fueron años de lecturas que no había podido hacer en Cuba, me reconcilié con Cabrera Infante, leí muchísimo a Reinaldo Arenas.
¿Al salir tan jóven de tu tierra, la migración te ha definido?
Ahora que lo pienso, la primera vez que me fui de un país a otro tenía tres años. Nací en Bulgaria y mi familia se fue a Cuba cuando yo era muy pequeña. Llevaba conmigo un idioma que nunca aprendí y un traslado complicado. Cuenta mi madre que no me acostumbraba al clima de Cuba, que tenía que buscar casas de familiares con aire acondicionado porque yo no soportaba el calor, ni la comida. Ese fue el momento en el que empecé mi andar de adaptaciones sucesivas.
Ya en España, hubo un momento en que me alejé de Cuba, rompí con esas primeras lecturas, rompí con el dolor y me transformé un poco en una persona “integrada”. Me integré en el sistema de trabajo, en un sistema de vida. No leía cosas cubanas, no me relacionaba con el mundo cultural cubano, tenía otros intereses que, ojo, también estuvieron bien. Pasaba mucho tiempo en aviones y leía mucho en hoteles, sola. Di rienda suelta a la curiosidad por otras lecturas, literatura rusa, alemana, francesa, norteamericana, japonesa. Fue un momento de mirar al mundo y que de alguna forma Cuba no existiera.
En el año 2013 decidí volver a Cuba y ahí se inaugura un nuevo proceso para mí. Fue un corrimiento de tierra para esa Vivi “integrada” que yo me había inventado. Hay dos Vivi y les cuesta convivir, entonces siempre hay corrimientos de tierra en una dirección u otra. A partir de ese momento, vuelvo una y otra vez a Cuba. Llevo diez años en ese proceso y sé que es un volver que ya no se acabará. En ese proceso mi vida en Barcelona cobra una dimensión distinta, porque tengo el deseo de seguir volviendo, pero también comporta una mirada crítica con mi vida aquí, con la que llevan otras personas migrantes, me genera mucha solidaridad, ganas de luchar, de defender ciertas cosas.
Viviendo en el Reino de España y siendo una persona de izquierdas, ¿qué supone para tí ser cubana?
Depende del momento ha supuesto cosas distintas. Cuando era muy jóven suponía una incomodidad muy fuerte, me ponían constantemente una mirada muy sexual, me sentía muy sexualizada y eso me violentó bastante.
Después está el problema político porque hablar de Cuba con personas de izquierdas es muy difícil; se niega la complejidad del paradigma cubano y es una conversación que siempre queda pendiente. Nosotras en Cuba bromeamos mucho con que existe la ciencia de la “cubanologia”, que es aquella en la que cualquier español que va a Cuba se otorga el derecho de saber más que cualquier cubanx y de hacer una síntesis con muchos ángulos muertos, sin darse cuenta que es justamente de esos ángulos muertos de lo que tenemos que hablar.
Porque yo voy a seguir siendo de izquierdas, pero quiero hablar de esa nueva izquierda que tiene que ocurrir en mi país.
Tu estás implicada en la campaña para la regularización de 500 mil personas en situación irregular en España, ¿por qué?
Si bien es cierto que yo tengo una situación migratoria regularizada, las dificultades que tienen las personas con situación irregular impide que podamos vivir con normalidad; habiendo tanta gente que trabaja y contribuye a la vida de España, para mí se ha convertido una prioridad en mi vida que se produzca la regularización de estas personas.
¿Qué es el desarraigo?
Es un dolor que se manifiesta a veces como algo muy hondo, es una parte de mi que vive dormida, que no puede ser. Echo mucho de menos mi país, el calor, el olor. Recuerdo que un año antes de volver a Cuba estuve en México, en donde hay árboles muy parecidos, en la península de Yucatán hay sabores, que me lo recordaban y esas sensaciones puramente físicas, totalmente primarias, están guardadas donde están los recuerdos. Es como tener una caja en donde mirar y lloro, sufro. A veces viendo una película. Me duele muchísimo porque es algo que me han arrancado y a mi misma me han arrancado de ahí, el desarraigo es doble.
En Mundo Zurdo, la protagonista dice que al estar lejos el dolor es más grande, ¿implica el desarraigo que los duelos sean más dolorosos?
Es como si se hiciera un eco enorme. Es decir, la causa del dolor de una muerte, por ejemplo, está ahí y viene como en ondas, no puedes hacer nada, no puedes tocar a nadie. En el libro muere el padre de Leonor cuando ella está en España y dice: -ninguna de las personas que me consolaba lo conocía-. El consuelo que recibes es menor y el dolor, la impotencia y la rabia se hacen muy presentes. La rabia de estar lejos.
Es la sensación de recibir un golpe muy fuerte y quedarte en el vacío.
¿Habrá maneras menos violentas de migrar?
No, las migraciones son el fenómeno de nuestro tiempo. La barbarie absoluta que está ocurriendo ahora mismo con las personas migrantes en todos los territorios está yendo a peor, además toda la tecnología de control migratorio que se está poniendo al servicio de las fronteras lo único que genera es una guerra permanente. Un genocidio. Lo que tenemos que hacer es luchar contra eso.
Las migradas ¿podemos volver?
Como una coquetería mental, sí [ríe]. Es un sueño también, pero no sé si es posible. Yo ya tampoco me siento del todo cubana, llevo ya más tiempo de mi vida aquí que ahí, lucho contra eso y me gustaría poder poner una piedra enorme que impidiera que la regla se fuera conformando, pero cada vez será más así y solo me queda para compensar que mi relación con Cuba sea más intensa, más leal, más profunda. No sé si es posible, pero yo nunca dejaré de pensar en volver.
¿En tu proceso migratorio qué papel juega la escritura y viceversa?
Cuando era muy joven recuerdo que me decían que tenía que contar mi vida, yo les miraba pensando que primero tendría que vivirla. Migrar ha condicionado mi vida del todo; hay dos procesos que me marcan, el abandono paterno y la migración. Por otra parte, escribir es un acto de absoluta venganza, es la única herramienta concreta que tengo para reparar todo. La escritura y la migración están interconectadas. No sé si escribiría si no fuera una persona migrante, o no sé de qué escribiría.
¿Cómo surge tu novela Mundo Zurdo?
Estaba escribiendo un cuento y Leonor es uno de los personajes de ese cuento. El cuento que se titula “hombre transparente”, va sobre aquél marido que tuvo Leonor y de pronto un día ella se me apareció. Fue una aparición tan material que incluso estaba con objetos. Esa aparición de una mujer en apuros, con una larga historia detrás, me dijo: toma. Así me dio esa historia.
A partir de ahí fue un trabajo bastante fácil porque ella me iba diciendo y cuando no me hablaba yo no podía trabajar. Tenía que sentarme a esperar para poder verlo todo. He trabajado con esquemas, con mapas, he visitado los sitios, ha sido un proceso muy visual. Ha sido una escritura diferente a la habitual en mí.
¿Por qué el título?
Fue una de las cosas que más me costó. Al principio tenía otro título: “A quien pueda interesar”, es un texto también del poeta cubano Roberto Retamar y finalmente cambié el título a Mundo Zurdo. Lo decidí en Cabo de Gata, la costa de Almería. Estaba leyendo a Anzaldúa y me gustó mucho esa definición de Gloria, porque creo que es el trayecto interior que hace Leonor en el libro: bucear en tu pasado, con una mirada compleja, no solo individual y que cuestiona todos los mecanismos que nos han llevado hasta donde nos han llevado, a su vez este recorrido nos otorga cierta autoridad para cambiar las cosas. Es tomar la palabra cuestionándolo todo.
En la novela todo los personajes centrales son mujeres, ¿en tu vida es así?
En mi vida hay algunas figuras masculinas que son importantes. Mi hermano, mi compañero, a quien dedico el libro y con quien hemos encontrado una posibilidad de relación desde unas bases que nos hermanan mucho. Pero también tengo una acumulación de violencias nefastas masculinas. Muchas de nosotras hemos sufrido las consecuencias del orden patriarcal, en nuestros cuerpos, en nuestros miedos; a mi ninguna mujer me ha hecho pasar miedo nunca. En la literatura, reconozco que cada vez me cuesta más leer hombres. En los referentes de cualquier tipo, cada vez es más difícil acercarme a las trayectorias masculinas.
En Mundo Zurdo hay una mujer lesbiana, Montse, que saca a Leonor de Cuba y con quien establece una relación muy profunda, ¿Por qué la saca de Cuba?
Ellas establecen una relación a partir de la soledad de ambas. Montse saca a Leonor de Cuba como muchas otras personas de la “izquierda blanca, española, salvadora, hicieron”. Fue algo muy habitual en aquellos años, tener a alguien aquí que sacaba gente de ahí y luego esas relaciones eran muy difíciles porque quien te “había hecho el favor” nunca terminaba de entender por qué no estabas bien en España, por qué no estabas agradecida. En la relación de estas dos mujeres hay necesariamente un engaño, porque Montse no puede cambiar cómo miran a Leonor en España, y tampoco la entiende, es una mujer con toda una serie de privilegios que no comprende cómo puede ser la vida tan difícil para Leonor, y a su vez Leonor es un peligro, porque confluyen en ella toda la racialidad de Cuba. A mi me interesaba mucho mostrar ese conflicto entre las dos y poner encima de la mesa todas las diferencias entre ellas.
Ser mujer y migrar es una cuestión profundamente feminista pero las feministas blancas no hablan de esto, ¿no?
No hablan de esto porque no les interesa y no les interesa en el doble sentido de la palabra. Les da igual y además no les interesa porque si empezaran a hablar de esto tendrían que sacudir todo el sistema. Es un poco similar al tema de la Revolución en Cuba, intentan solucionar el feminismo y el antirracismo de un plumazo, y al igual que el feminismo blanco, pretenden una igualdad que no existe, porque para que esa igualdad exista primero se tienen que revisar, se tienen que cambiar los sistemas que sostienen la opresión. Pero esa revisión atenta contra sus modos de vida y sus privilegios y no quieren renunciar a ellos. Además no hablan de migración porque no lo han vivido, aunque todas hemos escuchado historias de blancas que “lo pasaron muy mal en Londres”.
Tendremos las migrantes un final feliz
Yo creo que sí. Nos vengaremos, pero antes nos tenemos que unir.










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