Ya no es tu cumpleaños.

Te llega tarde esta carta, lo sé. 

Habrás de conformarte con estas palabras, como con aquellas postales que llegaban meses después de mi vuelta a México y nos reíamos juntas de seguir enviando cartas que podría darte en mano porque el correo en el siglo XX es más lento que mis idas y venidas, o las tuyas, aunque las enviaras desde Guanajuato.

Sé que sabes que quemé todas esas postales, tenías dos cajas repletas de mis tonterías. Se quebraron los nervios y los tendones y los músculos de mis manos al tocarlas, al tenerlas entre mis dedos, al leer palabras que solo iban dirigidas a ti.

Esta mañana pensaba que nunca nadie entenderá el terrible dolor de tu ausencia y lo que eso provoca en mí, o si, en realidad hay tantas personas que lo entienden. 

Ayer me escribieron esas personas, Olga, me contaron lo que viven y el dolor de sus propias muertas, de sus ausentes, de esas que han dejado un hueco que, da igual el tiempo que pase, nunca podrán llenar. 

Faltaría un año para vivir juntas, ¿era eso un consuelo para dos que siempre supimos que la pareja era un formato extraño en el que no terminábamos de encajar? Tú por miedo, yo por dolores. Tú por maltratos, yo por esta interminable sensación de nunca ser suficiente para la otra persona. Nunca ser suficiente para nadie, ni para mí misma. Ni para ella, ¿ni para ti?

Me siento incompleta Olga, me siento sola. Siento que nunca llegará ese alguien a quien se supone que esperamos todas y me reconcilio pensando que todo son decisiones, que la valentía tiene un precio, pero cuáles son los costes. Que no estoy sola, solo he decidido vivir una vida distinta, así como tú decidiste no vivirla. No estamos hechas para historias de amor de comedias románticas, ¿verdad? No nacimos para el calor del establo, lleno de mierda, pero caliente al fin.

¿Nacimos para este frío en mitad del verano? ¿Nacimos para sentir el entumecimiento del cuerpo cuando la sangre se detiene en un mediodía de sábado a 35 grados de temperatura? ¿Nacimos para no rendirnos o, como diría una canción, «hay que rendirse mucho antes de perder?

Necesito que estés aquí y me respondas todo esto. Haz que me sienta menos sola. Estoy llorando, estoy enfadada. Estoy en ese bucle interminable que solo la otra frenaba: ¿habrá algún día alguien que me quiera? ¿Alguien que me elija? ¿Alguien para quien sea yo una prioridad? ¿Hay alguien, Olga que me entienda si tu no estás? ¿Te entendía alguien a ti? ¿Llegué a entenderte alguna vez? ¿Cuánta gente se queda donde no quiere estar porque tiene terror de sentirse sola? ¿De cuántas hemos huido porque no soportabamos ser queridas, no así, no sin poder ser en toda nuestra posibilidad?

Te escribo cartas que nunca envío.

Yo no tengo un diario, son todo palabras para tí, cartas que nunca envío, que se van pudriendo como papel mojado por una lluvia constante que siempre llevo dentro. Un grifo que gotea horadando mi carne, encharcando mis pulmones, inundando todo de dudas. Y me miro dentro y a veces no sé ni qué es lo que veo. 

Nos veo a nosotras con 19 años y la vida por delante. Hace 20 años de eso y 20 años son mucho más que nada. 13 desde que te fuiste. Pronto habré vivido más sin tí que contigo. Pero nunca serás un recuerdo. Eres ese duelo que llevo conmigo adonde vaya. 

Eres ese duelo que me habla, que sangra, supura, se cierra, cicatriza y vuelta a empezar. Herida que abre y cierra al compás de los veranos. Malditos veranos, benditas primaveras, instantes de un calendario vacío de tus palabras. 

Junio es una puta mierda.

Quiero escuchar tu voz, quiero que me riñas, que me mires con esa cara de incredulidad sin entender cómo es que tengo esta asombrosa capacidad para invocar los desastres… y al mismo tiempo los milagros. Quiero sonreir y que te rías conmigo y me des por perdida. Quiero que paren las lágrimas, que este nudo en la garganta no abarque todo mi cuerpo, mis manos que teclean compulsivamente, mi entraña apretujada, mi cintura encadenada a una silla de la que no se ve capaz de levantarse hoy. 

Olga, estoy sola sin estarlo.

Mañana pasará, o al día siguiente, o la próxima semana, pero pasará, porque todo pasa. 

Hoy ya no es tu cumpleaños y la tristeza me encuentra desprevenida, desenterrando las raíces llenas de lombrices. 

Olga, cuánto dueles y cuánto te echo de menos. 

Por cierto, te encantaría Silvana Estrada, escribe igualito que tú.

Te quiero

Tatiana

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