Mañana cumplo 40 años y siempre que abro un documento elijo la letra Helvética porque todas las demás me parecen horribles. La Helvética tiene un espacio reducido entre las letras para una apariencia densa. Yo también soy bastante densa.
Mañana cumplo 40 años y tengo tanto trabajo acumulado que debería no tomarme el día libre aunque lo voy a hacer, que para eso soy una precaria y puedo decidir trabajar 15 horas seguidas un lunes, un martes y un miércoles para poder dejarme libre el fin de semana. Mañana cumplo 40 años y no tengo un salario fijo, aunque sí una casa en propiedad; herencia de mis padres cuando pensaban que yo iba a hacer de mi vida lo que siempre habían esperado: llegar a los 40 con cierta estabilidad económica, un trabajo académico y una familia. Tal vez mi madre pensó en algún momento que iba a hacer la revolución.
Mañana cumplo 40 años y mamá: no he hecho la revolución. No me he sumado a una guerrilla, ni rural ni urbana, porque eso ya no se lleva. Tampoco he puesto una bomba, aunque hacerla con una olla express sea bastante sencillo. Ojalá hubiera nacido en tus tiempos de juventud, aquellos en los que todavía la “Liberación Nacional” no sonaba a discurso de Marie Le Pen. Aunque visto a la distancia quizás mi falta de disciplina militante habría hecho caer a alguna célula. No todas podemos llevar bien la clandestinidad.
Mañana cumplo 40 años y no he terminado la tesis doctoral, ni tengo claro ya si pretendo hacerlo. La dejé con más de la mitad escrito. La dejé porque no soportaba la pacateria de mi directora de tesis, ni a todas las señoras bien que la rodeaban: feministas blancas, abolicionistas y terfas. La dejé porque no quería llegar a los 40 habiendo publicado más de 10 artículos «científicos» en los que me habría dejado la piel, pero de los que ya nadie se acordaría porque estarían en revistas que el 90% de la población no sabe ni que existen. Mañana cumplo 40 años y no tengo una plaza en la Universidad, y eso que he pasado más de la mitad de mi vida deseándolo como si no hubiera otra forma de habitar el mundo. Como la única forma de ganar un poco de respetabilidad, de “ser alguien”.
Mañana cumplo 40 años y no he publicado un libro mío y solo mío. A veces me pregunto si es que he nacido sin ningún tipo de talento. No todas podemos ser revelaciones literarias, ni actrices descubiertas en un andén de metro, ni filósofas que revolucionan el paradigma postmoderno, ni mucho menos componer una sinfonía. Hacemos nuestras cosas. Cosas estándar. Un poco como la Helvética, que es fácil de leer sin llamar la atención. Escribimos algunos textos que a veces, por un golpe de suerte, o movidas del algoritmo, consiguen unos cuantos likes y entonces nos sentimos un poquito realizadas. Mañana cumplo 40 años y jamás seré un producto de la industria editorial, no tengo el físico para serlo y supongo que tampoco la pluma como para que alguien decida obviar mi físico y convertirme en la siguiente bestseller.
Mañana cumplo 40 años y aún no he vuelto a mi país de origen. Cada año digo que es el último fuera, pero lo cierto es que va pasando el tiempo y cada vez veo más lejos el retorno, ¿a qué voy a volver? No tengo ganas de engrosar la tasa de desempleo de la Ciudad de México, que según fuentes oficiales es de 3.9%. La tasa de informalidad laboral es del 45.8%. Podría poner un negocio, aunque no sé de qué ni con qué dinero. Ya ni poner un puesto en la calle resulta fácil. Mañana cumplo 40 años y no creo que vuelva el próximo año convertida en una mujer de éxito que cumpla con las expectativas de mi clase social. Me he convertido en una desclasada, para más INRI. Esto ya lo hizo mi madre antes, así que tampoco en esto merezco mérito alguno.
Mañana cumplo 40 años y no tengo hijes. No es que los necesite, pero lo cierto es que hace algunos años fantaseaba con la terrible idea de verme en una persona más pequeña. Hace unos 15 años, todo sea dicho. Cuando era joven pensaba que tendría un futuro prometedor como madre. He tenido un par de abortos, uno más traumático que el otro, de los que me acuerdo más a menudo de lo que quisiera o de lo que me atrevo a confesar. Nunca he tenido la capacidad adquisitiva como para permitirme tener una criatura y a estas alturas de la vida no creo que vaya a tenerla jamás. A menos que me de al narco o al sicariato, que no es el plan.
Mañana cumplo 40 años y estoy haciendo un balance un poco pesimista de mi existencia, aunque lo único que pienso es que tengo suerte de llegar a los 40, sana y salva. Hace 8 meses pensé que me iba al otro barrio. Aunque siendo honesta lo pensé después de que pasara todo el caos en mi cabeza. En ese momento no entendía ni lo que me estaba pasando y estaba convencida de que se me había ido la mano con el tramadol, o que las gominolas de CBD me habían intoxicado. También es verdad que después de todo lo que me drogué durante la veintena, un poco de CBD tampoco podía provocar semejante cortocircuito cerebral. Sigo aquí, pero ya he perdido ese asombro con el que veía el mundo las semanas siguientes al ictus. Ha vuelto a ser todo un poco lo de siempre. Aunque de vez en cuando me deja completamente extasiada el amanecer.
Mañana cumplo 40 años y hará un sol radiante de primavera, porque yo tuve que nacer dos meses antes solo para evitarme haber nacido en la temporada de lluvias de mi ciudad, para evitarle a mi alrededor la faena de soportar a una géminis y para quejarme de tener unos bronquios permanentemente hechos polvo, un asma maldito que no me deja y una serie de alergias que voy descubriendo tarde. Alergias de vieja: polen, gatos, polvo. Lo más común, vamos. Aunque mi alergia al comino y a la marihuana me hace super especial.
Mañana cumplo 40 años y soy muy pero que muy feliz en mi mediocridad, aunque yo sí que practico y obedezco las enseñanzas de mi religión, que viene a ser la practicasion del lesbianismo o el intento eternamente inagotable de vivir bajo el yugo comunista. No sé todavía cuál de los dos me representa más. Igual es que me imagino un mundo comunista en el que solo haya lesbianas. Sí, puede ser.
Mañana cumplo 40 años y soy feliz porque tengo una red afectiva que me sostiene todo el tiempo. Porque conservo amigas desde hace 30 años, algunas desde hace 20, otras desde hace 10 y las menos desde hace 5. No tengo amigas más recientes, solo una criatura maravillosa que hace 28 meses llegó a mi vida y me asegura con su abrazo de manos pequeñas que alguien se alegra siempre incondicionalmente de verme la cara.
Mañana cumplo 40 años y la verdad es que me entran ganas de llorar cuando pienso que estoy convencida de que soy muchísimo mejor persona de la que podría haber sido si me hubiera quedado en el lugar que me estaba destinado. Que la migración, el lesbianismo y esta brutal consciencia de mi racialización hacen que pueda decir sin tapujos que creo que la Tatiana de hace 20 años estaría alucinada, contenta y orgullosa de ésta en la que se ha convertido. Soy más gorda, más prieta, más lesbiana y más sudaka de lo que me esperaba, pero hay algo que sigo haciendo religiosamente desde hace más de 25 años: escribir en Helvética.









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