Norita nos enseñó la fuerza de la resistencia, que aunque el miedo apremie, seguiremos ahí, a pie de calle, levantando nuestras banderas y nuestras pancartas. Carolina Meloni

Carolina Meloni, antes que nada, es amiga, una amiga profundamente generosa. Es de esas amigas a las que siempre puedes pedir que te eche un cable, porque esté dónde esté, si está en su mano, lo hará. Es de esas amigas con las que puedes hablar de amor y revolución, porque sabe que las dos cosas están imbricadas, que jamás pueden separarse una de la otra. Entiende lo que te atraviesa, porque le atraviesa a ella misma. Sabe lo duro que es la migración, ha vivido el desgarro de ser arrancada de su tierra por una dictadura y también forzada a migrar por una crisis económica. Es posiblemente por eso que Carolina tiene una férrea consciencia de clase, algo que ya casi no se encuentra entre tantos ilusionismos aspiracionales y pequeñoburgueses. 

Sabe de dónde viene y no lo olvida nunca: nació en Tucumán, Argentina, cuando su madre estaba detenida. Pasó su primer año de vida, como su madre, presa por la dictadura de Videla. A su tío Hernán lo secuestraron el 17 de septiembre de 1976, a plena luz del día saliendo de un examen de Medicina. Hernán tenía 21 años. 

Ayer, al conocer la triste noticia de la muerte de Nora Cortiñas, Norita, como le decimos todas cariñosamente, la primera persona en quien pensé fue en Carolina Meloni. Norita se fue sin saber qué hizo la dictadura con su hijo Carlos Gustavo Cortiñas. Norita llegó por primera vez a la Plaza de Mayo en 1977 y la última vez que la pisó fue apenas hace unas semanas. Con 94 años seguía en todas las luchas.

Esta mañana le pedí por WhatsApp a Carolina que me respondiera algunas preguntas sobre Norita, y así entre audios es que escribo este humilde homenaje a una mujer tan inmensa como Norita y a todas las que como ella, han buscado y siguen buscando a sus hijos. 

¿Para tí, quién es Norita? 

Norita es mi abuela Norma, es la abuela de todes, es el refugio que nos dieron todas ellas a tantes niñes huérfanos cuando la dictadura se encargaba de arrancarnos a nuestras madres. Fueron ellas las que asumieron crianza, cuidados y lucha. Las que se enfrentaban a los genocidas, las que supieron tejer un espacio de ternura y amor en medio del terror más absoluto. Norita es todas ellas. 

¿Qué simboliza para Argentina y por qué la llaman “la madre de todas las luchas”? 

Con lo que ya de por sí simbolizan las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en las luchas por la memoria, la verdad y la justicia para todes les argentines, Norita en especial, ha sido una figura que además de lo que ha sido toda su impronta en la lucha por los derechos humanos, en los juicios a los genocidas, en la búsqueda de nuestros desaparecidos y desaparecidas, ha sabido interseccionar muy bien otras luchas. Hemos visto a Norita en las marchas en defensa del aborto, la hemos visto en contra del FMI, en contra de los recortes, en contra de Milei; hemos visto a Norita acompañando a pueblos originarios, la hemos visto con la bandera palestina. Por eso es la madre de todas las luchas, porque gracias a ella también hemos aprendido a luchar contra este sistema depredador, colonialista, extractivista. Nos ha enseñado que la lucha de nuestros padres y nuestras madres, es decir de sus hijes, tenía que ver con la propuesta ético-política de un mundo mejor. No es una lucha despolitizada de una madre a la que quitan a su hijo o hija, no es una figura esencialista, ni siquiera biologizada de la madre, sino que es una madre que se resignifica políticamente. Es una maternidad entendida en el espacio público como una maternidad que planta cara al poder, a todos los tipos de poderes. Norita era feminista, anticapitalista, antirracista, antisionista, por eso no podemos más que pensarla como la madre de todas nuestras luchas. 

Las movilizaciones de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo son un símbolo de dignidad para muchas luchas globales, ¿qué podemos aprender de ellas sobre todo hoy, con el contexto tan duro que hay en Argentina? 

Las primeras marchas de las Madres hicieron ver a toda la sociedad argentina y a toda Latinoamérica que esa figura de la madre encerrada en un espacio doméstico apolítico, nada tenía que ver con lo que esas mujeres estaban representando en la Plaza de Mayo, en la plaza pública. Son mujeres que rompen con la idea tradicional de la maternidad, que no se quedan en casa esperando a que les digan dónde están sus hijes, sino que hacen de la maternidad un hecho político. De ahí que muchas de ellas hayan sido desaparecidas, torturadas y asesinadas. Las Madres de Plaza de Mayo nos enseñaron a ver la maternidad como un hecho político. La maternidad de Norita se tejía colectivamente, entrelazada a las otras, a les hijes y nietes. Desde la búsqueda, hasta la lucha por la justicia. 

¿Cómo luchar por la vida en contextos tan tremendos como las dictaduras, con el miedo metido en el cuerpo? 

Mi abuela siempre me contaba anécdotas terribles de cuando iba a las cárceles, a las comisarías a buscar a mi tío Hernán, de cuando iba a visitar a mi madre a las distintas cárceles en las que estuvo y tenía que enfrentarse a policías y militares. Recuerdo una conversación que tuvo en una entrevista con un genocida bastante conocido a quien fue a pedirle por su hijo, que quería presentar un habeas corpus y él le respondió que si tanto le preocupaba la vida de su hijo, se tendría que haber preocupado antes y no en ese momento cuando ya era irreversible. Creo que todas ellas partían del miedo; el miedo fue una de las herramientas fundamentales que utilizaron los militares durante la dictadura para paralizar, para aterrorizar e impedir que la gente continuara con su búsqueda y aún con ese miedo en el cuerpo, en las entrañas, en la piel, con el pánico a ser detenidas-desaparecidas ellas, siguieron ahí y también después de la dictadura. Siguieron buscando a los nietos, peleando para que salieran los juicios de lesa humanidad. En los momentos más terribles de Argentina siguen ahí, dando vuelta a la Plaza. 

Por muy grande que sea ese miedo, no hay miedo posible que impida que sigamos adelante, esa es la mayor enseñanza de las Madres de Plaza de Mayo.

¿Qué queda por hacer en Argentina respecto a la reparación, la memoria y la justicia? 

Muchísimo. Teniendo en cuenta además que el actual gobierno ultraderechista de Milei tiene un plan de desmemoriarnos y que está recortando prácticamente todas las subvenciones que tenían, desde los museos de memoria, hasta los proyectos de investigación y la Secretaría de Derechos Humanos, queda mucha lucha por hacer. 

En Argentina se ha conseguido que la dictadura sea definida como una dictadura cívico-militar-eclesiástica, porque precisamente no fue solo una dictadura militar; los militares fueron el brazo ejecutor pero la dictadura no habría tenido lugar sin el apoyo, la financiación y la participación de sectores de la sociedad civil como son empresas, oligarcas, medios de comunicación y la Iglesia. Quedan muchos juicios por hacer en los que están implicados empresas y sociedad civil. 

Se ha llevado a cabo, por ejemplo, el juicio contra la Ford, que no solo participó otorgando a los militares el mítico coche Ford Falcon con el que hacían las desapariciones en Argentina, sino que muchas de las fábricas funcionaron como centros de detención clandestina. Hay un juicio a la Mercedes Benz; en el norte de Argentina hay un juicio al Grupo Ledesma, cuyos dueños son la familia Blaquier/Arrieta, unos de los mayores asesinos de pueblos originarios de Jujuy. 

Por otro lado también está el tema del exilio. Siempre ha habido una jerarquía, y con toda razón, en las luchas por los derechos humanos en Argentina respecto al tipo de víctima y, efectivamente los primeros juicios tenían que ver con desaparecidos políticos, con niños nacidos en cautividad; pero el exilio siempre ha sido un tema pendiente dentro de todas estas luchas. Es ahora que están empezando a salir publicaciones, proyectos de investigación y documentales que resignifican y representan a todas aquellas que nos tuvimos que exiliar. Así mismo se está reconociendo el exilio como parte del proyecto genocida que ejecutaron los militares. Son varias las capas que todavía quedan por trabajar y visibilizar justamente porque una dictadura funciona así, con una onda expansiva que tiene muchísimas capas dentro de la sociedad y que afecta a toda la sociedad. 

Los cinco libros básicos de Carolina Meloni sobre la dictadura argentina 

La casa de los conejos, de Laura Alcoba; Poder y desaparición de Pilar Calveiro; Aparecida, de Marta Dillon; Espacios de desaparición. Vivir e imaginar los lugares de la violencia estatal (Tucumán, 1975-1983), de Pamela Colombo; Transterradas: El Exilio Infantil y Juvenil Como Lugar de Memoria, de Marisa González, Carolina Meloni y Carola Saiegh.

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