Por Angélica Díaz*


Huí de la horma de tus zapatos amarillos
como una hoja temblorosa desprendiéndose del árbol,
precipitándose al suelo con el viento de marzo.

Huí de la horma de tus zapatos amarillos,
mientras Estigia resbalaba por mi barbilla:
mi miedo bajaba en carrera suicida por mi cuerpo.

Huí de la horma de tus zapatos amarillos
como una gota que abandona la nube,
arrojándose ligera al vacío que la reclama.

Huí de la horma de tus zapatos amarillos
con palabras vendaval,
con las cenizas de tu amor flotando en mi pelo de medusa.

Huí de la horma de tus zapatos amarillos
cuando las violetas silvestres,
anudadas a mis brazos, me gritaron que escapara.

Huí porque lo rompes todo.
Huí porque me rompiste.
Me astillaste. Me aplastaste.  

Huí de la horma de tus zapatos amarillos
aterrada por la velocidad de tus piernas al alcanzarme,
muda de palabras de amor,
entre estertores de ansiedad.

Huí porque las baldosas
donde impactaste el mármol de mi cráneo
eran tan frías como el río que me inunda la garganta.

Huí porque tus dedos al retorcerme los brazos
eran apenas un reflejo
de la locura que ardía en tus ojos.

Huí, amor mío,
porque mi vida fue para ti
el sacrificio de Abraham ‒
pero ningún ángel detuvo tu mano.

Huí, amor mío,
porque si me quedaba,
me convertía en leña.
Huí.

Y mientras corría,
mi sombra aún calzaba tus zapatos.
Pero mis pies, por fin,
iban descalzos.


*Angélica Díaz (Ciudad de México, 1992) es licenciada en Literatura Inglesa, profesora de idiomas e intérprete médico. Escribe desde el cuerpo, el trauma, el duelo y el deseo, pero también desde la transformación. Su voz poética se construye entre la furia y la ternura, entre la lucidez y la pulsión de lo no dicho.
Su trabajo explora las fisuras entre el lenguaje y el dolor, la memoria y el silencio, el yo y sus múltiples fragmentaciones. En sus textos conviven la crítica a la violencia íntima, las huellas del abandono y una constante búsqueda de sentido a través de la palabra.
Actualmente trabaja en su primer libro, El abismo también florece, una cartografía emocional escrita desde la cicatriz, donde el poema es un acto de resistencia íntima y una forma de florecer desde lo que no debería haber sobrevivido.

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