Madres desamparadas en el fin del mundo

Por: Teresa Cabrera*

Caminaba por el parque con la cabeza agachada, sus Vans llenas de polvo por la arena seca y su último modelo de smartphone. Suena Pink. Tiene una semana de vacaciones en la Universidad y ha decidido pasar unos días en casa, en el pueblo. Todos sus amigos y amigas irán también, así que aprovecharán para verse un rato. 

Mira hacia el suelo con pesar, sin fuerzas, el bullicio de la ciudad queda en un segundo plano y se centra en sus sentimientos: le parece muy triste, muy aburrido, con sus 20 años, pasar más de un fin de semana en el pueblo, con su madre. Antonio es consciente de que está tan alienada, no entiende nada la libertad sexual ni tampoco comprende que los jóvenes han conquistado la igualdad.

Marisa le consuela por WhatsApp, lo entiende perfectamente. Su madre no se entera de nada, le habla de poliamor y ella le mira como si fuera un extraterrestre. Además, está acostumbrada a hacer viajes improvisados, con amigas, amigos o sola, por lo que ir unos días al pueblo supone perderse un “festivalazo”. 

Mientras tanto, Rocío se prepara para la llegada de Antonio.

Rocío: Buenos días, ponme dos kilos de naranja, que hoy mi hijo, se reúne con sus amigos y me ha pedido que les prepare su postre favorito. Los jóvenes de ahora son muy cultos y tienen mucha imaginación, además, son muy activos, asisten a todo tipo de actos y manifestaciones por los derechos sexuales, y de las mujeres. Yo no entiendo mucho, pero mi Antonio y su novia hacen todas las tareas de casa juntos, ¿quién nos lo iba a decir a nosotras Paqui? Que lo único que hemos podido hacer en nuestra vida es pelear por nuestros hijos.

Bueno, me marcho, tengo que preparar también unos aperitivos y planchar la ropa que va a necesitar esta noche.

Ya en casa, Antonio, se relaja hasta que llega su madre. En seguida, escucha la puerta.

Antonio: ¡Hola mamá! Ya estoy aquí. 

Rocío: ¡Hola cariño! ¡Qué alegría! Ven, voy a guardar todo esto y me cuentas qué tal todo.

Antonio: Todo muy bien, tengo muchas ganas de ver a mis amigos después de tanto tiempo.

Rocío: Me alegro mucho, lo vais a pasar genial. ¿Quieres qué preparemos ya el postre para que enfríe bien?

Antonio: Perfecto, voy al baño un segundo, saca los ingredientes y preparamos.

Diez minutos después…

Antonio: Mamá, ahora vuelvo voy a mirar una cosa, me ha llamado Tania, no olvides ponerle azúcar moreno, no blanca. 

Pasados veinte minutos…

Rocío: ¿Antonio? ¿Dónde estás?

Antonio: Perdona mamá, me ha llamado una amiga y me he entretenido, me ha pasado un video muy interesante y se me ha pasado el tiempo.

¿qué nos queda para terminarlo? 

Rocío: Solo queda fregar los platos y barrer.

Antonio: Perfecto, barro yo mientras friegas.

Al día siguiente Rocío madrugó. Toda la semana trabajando le había dejado poco tiempo para limpiar en casa, poner la colada y planchar. Además, Antonio había traído un chaleco y unos parches con símbolos diferentes: apple, auriculares, snapchat, un alfa y una omega para que se los cosa, así podrá ponérselo en el Arenal Sound.

Así, la noche llegó rápido para Rocío y se puso a preparar todo para la reunión de Antonio:

Antonio: Mamá, voy a preparar el hummus, ¿has comprado todos los ingredientes?

Rocío: Tienes de todo, pero he comprado del que viene preparado, no quisiera tener que limpiar tanto, llevo todo el día preparando los aperitivos, limpiando la casa, haciendo la compra…  Estoy un poco cansada.

Antonio: Joder mamá, ese hummus es una mierda, va a estar asqueroso.  Todo por no fregar dos cosas más, ¡si lo hago yo! 

Rocío: ¿lo haces tú? Todavía no te he visto hacer nada para tu reunión. Así que, el hummus, lo tienes en el frigorífico.

Suena el timbre, llegan los y las invitadas.

Marisa: Buenas tardes Rocío ¿qué tal estás?

Rocío: Muy bien todo, y ¿y tú? Cuánto tiempo sin verte por aquí.

Marisa: Muy bien, no tenía muchas ganas de venir, aquí no hay mucho que hacer y estamos acostumbrados a la independencia, pero bueno… He estado viajando mucho. Y el mes que viene me voy al orgullo.

Rocío: me alegro mucho, ya tenéis la cena, podéis llevarla. Pasadlo genial. Yo me quedo limpiando. 

Antonio: bueno, la «cena», va a ser una mierda por no hacerlo como te dije. 

¡Ala! ¡Marisa! Me encanta tu camiseta de «la mujer maravilla«.

Rocío ya no tiene hambre y prefiere irse a descansar. Mientras se recoge el pelo frente al espejo reflexiona en voz alta.

Rocío: qué paliza más tonta me he dado hoy.  Sin esta reunión podría haber pasado el sábado tranquila, leyendo, paseando o viendo una película. Así, no he tenido ni un segundo, ya que mañana alguien tendrá que limpiar, si no lo hago yo, no lo hará nadie.

Definitivamente, soy demasiado anticuada para comprender a esta generación, no por lo que ellos creen: entiendo su estilo de vida, claro que lo hago, pero ya no tengo edad para vivir de esa manera, además, hablaría todo el pueblo de mí. No, no, eso no puede ser… 

Es evidente, que la sociedad ha cambiado, las jóvenes han conquistado derechos. Lo que no entiendo es: ¿Dónde están los derechos de las madres? Se da por hecho que es nuestra obligación cuidar, limpiar, cocinar y un sin fin de tareas domésticas que reconocen a sus iguales, a sus parejas, pero no así a nosotras.

Me siento como si fuera el fin de mi mundo, un mundo que no era mejor que el que viene, pero en el que me crie. No sé si tengo suficiente fuerza para llegar al mundo que se avecina o si me quedaré flotando a la deriva en un espacio en el que no me entiende mi generación ni tampoco me adapto a la que viene…

Tal vez mi Antonio lleve razón y tengo que leer más, mucho más. ¡qué nervio de día! voy a tomar un lexatin y a dormir.

 

 

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*Teresa Cabrera. Criada en un pequeño pueblo de Cuenca (España). Feminista en continua deconstrucción. Residir en Paraguay dos años, ejerciendo como maestra infantil, me llevó a investigar las diferentes experiencias comunitarias feministas de América Latina como resistencia al neoliberalismo. Poner la vida (seres sintientes y naturaleza) en primer plano para mejorar la existencia es el principal objetivo. Escribo para liberarme, liberar y visibilizar lo que no llegamos a ver.  @Tcsamelie

 

 

**La imagen que acompaña este texto es de la ilustradora argentina @floramarquez

 

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