Por: Joan Malinalli*
Para todas las rebeldes
Caminar es hallar la inmensa nube
entre el azul y entender la insignificancia
del cuerpo, mirar ojos en cuadrados
y encontrar sus letras llamándonos en sigilo
queriéndonos contar secretos, penas;
es buscar todas aquellas formas agrietadas
en la acera: computar líneas, ver
historias trashumantes pero quietas, estáticas.
Entregar vellos rebeldes al viento,
manto que cobija, voces que curan y arropan.
Al caminar, comprendemos el tiempo
(¡es tan solo un montón de retazos perdidos!),
los raudos pasos cansados son ecos
trepidantes. Restregamos narices en vidrios,
rompemos las cosas innecesarias,
arrojamos uñas masticadas al abismo.
Al caminar, una está muy consciente:
mil riesgos se corren ejerciendo la acción.
En algunas ocasiones, caminar
es común sinónimo de la palabra muerte.
Andar, dormir, respirar son sinónimos
de ausencia,
impunidad,
violación
y estrangulamiento.
Se traducen en la necesidad de anclarse
a todos esos cuadros que levitan
con sus mutismos. Allá van las pieles errantes
con sus carmines, las suelas heridas
mancillando con rabia cientos de muros tiesos.
(Aire hirsuto, cielo inmenso).
Gritos que añoran revivir las sombras
cantando melodías fuertemente al unísono.
Porque, cuando caminamos, hay calles
pintándose -banquetas color verde-
llueve, surcan insurrectas parvadas moradas
(se inunda el pecho ¡brillos de azúcar!)
y
caen,
de
a
poco,
caen
las
duras
astas
del
silencio.
*Joan Malinalli (Mérida, Yucatán, 1994) Estudiante del Colegio de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Sus textos han sido publicados en revista digitales como Primera Página, Efecto Antabús y Metáforas al Aire.
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