Por: Karla Corona*
Llegué al hospital el 22 de mayo por dolores en el pecho. Como cualquier joven, al principio no estaba asustada, pero conforme pasaron los días mi sentido de vitalidad se modificó. No quería que nadie sintiera pena por mi, pues conforme pasaba el tiempo me sentía menos yo, pero después de un mes en el hospital, llamé a Flora. El 23 de junio mi abuela fue a verme al hospital, recuerdo haberle dicho que ya me sentía mejor para dejarla tranquila, pero la realidad es que cada día me sentía mucho peor.
Durante un día normal, la gente respira entre 25 y 27 mil veces, yo por otro lado desde hace tiempo, solo conseguía hacerlo unas 10 mil con ayuda de la maldita entubación médica. Mi enfermedad comenzó con una tos que se prolongó durante meses, empeoraba cada día y no cesaba. Mi tos se agudizó y el dolor en el pecho era constante. Padecía de una dificultad para respirar, para hablar, para vivir. El cansancio y mi debilidad transmigraron de mi cuerpo a mi ser y todas las ganas por seguir de pie se me diluyeron.
El 24 de junio mi apetito desapareció, de esa forma la pérdida de peso fue explicable. Todo el día estaba cansada, no quería dormir, pero el cansancio me ganaba y terminaba cediendo ante el. Mi verdadero problema, era que tenía un resoplo en el corazón desde que tenía 6 años, era mas como un silbido en el pecho con el que había tenido que lidiar desde pequeña, pues toda la vida a causa del resoplo, padecí dolor en los huesos, alteraciones en el sistema nervioso, dolores de cabeza, mareos y convulsiones. Era feliz, es verdad, pero también es cierto que esos dolores siempre me hacían resentir la desdicha de la vida y al paso del tiempo me descubrí agotada, fatigada y cansada de vivir.
El 25 de junio Flora, mi abuela vino a verme e intentó hacerme sentir feliz, pues su personalidad no le permitía ser de otra forma. Mis días junto a ella me parecían maravillosos, pero cada vez que cruzaba la puerta de salida, mi ser sentía la soledad, resentía mis huesos sintiendo la pesadez de mi espalda y de la vida carcomiendo la autenticidad de mi ser, mi corazón se abollaba, y a mi mente regresaba la idea de la muerte sin límites.
El dolor se apoderó de mi y en ese momento pude notar como me controlaba, sin embargo sabía que pronto ya no podría resistirme, ni oponerme a él. Pasando los días mis pupilas se hacían cada vez mas pequeñas, tenía temblores repentinos en el cuerpo, que sin darme cuenta me provocaban lesiones en los brazos, perdía la concentración y solo quería que mi padecer se terminara.
Mis terminaciones nerviosas no respondían al tratamiento y la fisioterapia solo me hacían sentir despojada de mi. No alcanzaba a sobrellevar mi dolor, los medicamentos de rescate no me hacían efecto y sabía que pronto terminaría ese sufrimiento, pero no encontraba la razón del porqué se alargaba cada día mas. Cada estrago de dolor que resentía, era una muestra de mi falta de empatía con la vida. Me daba cuenta que mi rebeldía se apagaba y yo perdía en vida.
El 26 de junio los doctores me dijeron que habían encontrado líquido en mi tórax, dañando sistemáticamente mi cavidad torácica. No lograba inhalar de forma adecuada y mucho menos exhalar. Ya no habitaba más en mi y lo tenía claro. Ya no residía mas en esa tierra. Mis pulmones se recubrían de células bloqueando mi vías respiratorias, mis venas dolían, mi piel me lastimaba, mi cabello se caía, mi hemoptisis empeoraba, mis ojos se cerraban y solo deseaba que la muerte me hiciera un favor. Intentaba rebelarme y ser como mi abuela, pero todos mis pensamientos me conducían al final de mi desdicha. La nocturnidad me sofocaba, entre cenizas deseaba estar y jamás despertar.
El 27 de junio mi sistema pulmonar colapsó. Jamás pude salir del hospital como Flora lo hubiera deseado, al final miré a mi abuela, sostuve sus manos y reí con ella. Mi mente por fin quedó libre de toda perturbación, mi alma se sustrajo de mi cuerpo, y yo partí de este mundo.
FIN
*Karla Fernanda Corona de la Garza. Soy una mujer independiente que valora la justicia social. Soy latinoamericanista y estudiante de derecho. Mis trabajos de investigación están centrados en la migración Centroamérica y la violencia desencadenada en la zona desde los años 90. De forma profesional ayudo a la creación de mejoras públicas y privadas, proporcionando herramientas concretas del conocimiento sobre el desarrollo socio-políticos cultural en América Latina. Mis pasatiempos preferidos son hacer senderismo, leer y escribir cuentos y poesía.
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**La imagen del texto fue otorgada por la autora.