El miércoles pasado, la Suprema Corte de Justicia en el Reino Unido emitió un dictamen que generó un gran impacto en la comunidad LGTBTQ+ y en los movimientos feministas tanto a nivel nacional como internacional: de manera unánime, cinco jueces reconocieron que la definición de ser mujer legalmente, en este país, se basa en el sexo biológico. Afirmaron que la Ley de Igualdad del 2010 (Equalities Act’s) excluye a las mujeres transgénero, incluso teniendo certificados de reconocimiento de género (CRG). Y este fallo no es casualidad.
Este 2025 se cumplen 50 años en que el movimiento feminista blanco británico de la Segunda Ola, logró pasar la Ley contra la Discriminación Sexual de 1975, donde se estableció que era delito tratar a una persona menos que a otra del sexo opuesto en circunstancias similares; aplicar condiciones o requisitos menos favorables a una persona casada que a una persona no casada del mismo sexo; y discriminar a mujeres en el trabajo. Esa ley de 1975 permitió a las mujeres inglesas integrarse de manera formal al mercado laboral y no ser despedidas, por ejemplo, sí estuvieran embarazadas.
A 50 años de aquella Ley contra la Discriminación Sexual, ese movimiento feminista británico blamco de la Segunda Ola ha resurgido con fuerza para negar el reconocimiento de autoidentificarse como mujer a una comunidad que al menos en Reino Unido es 0.5% de la población adulta; me refiero a la comunidad trans. Este fallo de la Suprema Corte y cómo está siendo recibido en la sociedad, nos lleva necesariamente a preguntarnos, ¿Quién le teme a lo trans, y por qué?
Entendiendo la Ley de Igualdad (Equalities Act’s) y la presencia trans en Reino Unido
La Ley de Igualdad de 2010 en Reino Unido protege legalmente a las personas contra la discriminación en todos los ámbitos, y toda persona que estudie, trabaje o tengo algún asunto público o privado en este país, debe saber que le protege. Previamente, existían tres leyes antidiscriminatorias que funcionaban separadas. La Ley contra la Discriminación Sexual de 1975 que recogió las preocupaciones de las mujeres, principalmente. Sin embargo, en ese tiempo no eran sólo las mujeres quienes vivían discriminación; las comunidades negras y migrantes que llegaban de otros países de la Commonwealth a vivir a Reino Unido se encontraban en condiciones de desventaja también; por ello se estableció la Ley de Relaciones Raciales de 1976 y más adelante, la Ley de Discriminación por Discapacidad de 1995. Estas tres leyes fueron integradas y sustituidas por la Ley de Igualdad de 2010. Esta única Ley, establece las diferentes maneras en que es ilegal tratar a alguien.
Estas tres leyes operaban de manera autónoma y a veces hacer una queja que incluía varias discriminaciones no procedía porque quienes se encargaban de impartir justicia ponían atención al área que consideraban con más peso legal. Tuvimos que esperar décadas para que organizaciones y movimientos sociales de lucha por sus derechos llevaran a la Corte casos ejemplares que sentaran precedentes de los daños sobre legislar de manera parcial.
Es notorio que la Ley de Discriminación Sexual de 1975 fue un logro del movimiento feminista de la Segunda Ola en el Reino Unido alineado con otros más como el derecho a decidir, la lucha contra la violencia doméstica y contra la lesbofobia, pidiendo igualdad de condiciones con los hombres. En esa misma década en 1972 se fundó la revista Spare Rib, como la portavoz del Movimiento de Liberación Feminista, y en 1977, en la ciudad de Leeds surgió “Reclaim the Night Demostration” donde mujeres salían por la noche para denunciar las violaciones y el acoso callejero que vivían por parte de los hombres, y posteriormente por la policía.
Paralelo al movimiento de Liberación Feminista, grupos de base antirracistas liderados por personas negras y de color, también enfrentaban luchas por la vivienda, por el acceso al trabajo, contra el racismo y la violencia policial. Esos movimientos, a diferencia del movimiento feminista blanco británico que seguía el legado sufragista (ganar por los medios oficiales el reconocimiento ante la Ley), eran más incluso, queer y transinclusivos.
En 1951 Roberta Elizabeth Marshall Cowell, piloto de carreras británica y piloto de caza de la Segunda Guerra Mundial, fue reconocida en someterse a una cirugía de reasignación de género, y por lo tanto en ser la primera mujer británica trans. Después de su caso, en 1954 un doctor involucrado en el caso de Cowell, dijo haber recibido más de 456 solicitudes de reasignamiento de sexo, tanto sólo en Reino Unido. Borrar la presencia e historia de la comunidad trans en este país sería una forma de negacionismo y en cierto sentido una expresión de la instrumentalización de la Historia.
En el último censo del 2021, se estimó que 262.000 personas en Inglaterra y Gales (el 0,5 % de la población mayor de 16 años) se identificaron con un género distinto al registrado al nacer. Esto incluye a personas que se identifican como hombres trans (48.000), mujeres trans (48.000), personas no binarias (30.000) y quienes escribieron una identidad de género diferente (18.000). Las estimaciones del número de personas trans en Escocia son menos precisas, pero se acercan a la misma cifra.
Estos datos son preocupantes para especialistas y activistas de la comunidad trans porque dicen que la cantidad de mujeres trans, en particular, puede ser mayor, pero por miedo o desconocimiento de la información en el censo (gran mayoría de la comunidad trans son refugiados de otros países y tienen el inglés como segunda lengua), no hay un registro de ellas.
Quién está detrás de ese cabildeo político en Reino Unido
Las personas trans en este país han existido desde tiempo atrás. La reasignación de sexo y la protección de esta población que huye de sus países de origen por miedo a ser asesinadas ha permitido que en este país, varios espacios feministas en solidaridad con esta comunidad se declaren abiertamente transfeministas. Esta postura está siendo un tema de debate por el cual algunas organizaciones como For Women Scotland y FiLiA UK, apoyadas por personalidades como la escritora JK Rowling, han hecho lobby y campañas para restringir el acceso de las mujeres trans a servicios y espacios reservados para mujeres como lo son hospitales, refugios para sobrevivientes de violencia doméstica, clubes deportivos y centros de enseñanza. Algunos de los argumentos para estas mujeres cisgénero, es que ven en las mujeres trans una amenaza para las mujeres y niñeces de ser atacadas sexualmente por “hombres vestidos de mujeres.” Esto motivó peticiones para la reescritura de las leyes británicas sobre reconocimiento de género desde una perspectiva biológica.
Aunque después de este fallo, individuos, organizaciones y colectivos transinclusivos mostraron su rechazo a este dictamen en algunos manifiestos públicos, lo que los medios de comunicación difundieron más fue el rostro de activistas feministas blancas inglesas -escocesas en particular- orgullosas y triunfantes afuera de las instalaciones de la Suprema Corte de Justicia. Algo que hay que tomar en cuenta es que este fallo se dio en la Suprema Corte se dio en Escocia porque en Londres no logró ser aprobada en dos intentos pasados. Sí atendemos a los datos que nos muestra ese censo del 2021, gran parte de la población trans se concentra, sobre todo en Londres y ciudades con más diversidad.
¿Qué papel juegan los movimientos sociales feministas y las organizaciones feministas?
Para las feministas blancas británicas trans-exclusivas, muchas de las organizaciones del sector de las mujeres que atienden casos de violencia basada en el género deberían enfocar sus servicios y recursos sólo a las mujeres, desde una perspectiva biológica, y no a mujeres trans sí es que se desea combatir las violencias machistas. En su misión, For Women Scotland, expresa que “Trabajamos para visibilizar el impacto devastador que estas políticas ya han tenido en la vida de las mujeres y niñas comunes en Escocia: en hospitales, escuelas, prisiones, deportes, espacios públicos y, especialmente, en organizaciones del sector de la mujer como Rape Crisis o Women’s Aid. Nuestro trabajo se basa en las experiencias de las trabajadoras de primera línea en estos servicios y en las de las mujeres y niñas a las que atienden.” Esta afirmación es interesante y muy cuestionable.
En los casi ocho años que llevo trabajando en el sector de las mujeres, mi involucramiento ha sido en organizaciones que tienen como marco de referencia el análisis interseccional, el feminismo negro y enfoques antirracistas. Desde esas reflexiones, hemos visto como la violencia sexual y doméstica afecta en gran manera a las mujeres trans, sobre todo sí son migrantes, refugiadas o negras. Muchas de ellas han llegado a los servicios que se ofrecen después de experiencias de tráfico sexual, explotación laboral y múltiples violencias que van más allá del género: racismo, clasismo, capacitismo y más. Y esos elementos no están siendo consideradas por las mujeres que han ido a la Suprema Corte de Justicia. Es claro que su feminismo no es un feminismo interseccional que busque el fin de la opresión sexista.
Ley de Igualdad de 2010 que hoy las feministas blancas trans-excluyentes han impugnado, es la misma Ley que durante décadas ha protegido a la comunidad LGTBTQ+ y a todas las comunidades consideradas minorías, de discriminación y crímenes de odio. Esa Ley es una guía para nuestro trabajo combatiendo la violencia de género y defendiendo los derechos de quienes enfrentamos algún tipo de barrera legal o cultural para hacer nuestras vidas en este país. Por más que las feministas blancas de ese movimiento de liberación feminista de la Segunda Ola quieran negar la existencia de las mujeres trans, no lo lograran.
Planear la fuga porque el Feminismo ya fue
Una de las cosas más potentes de vivir en este país siendo una mujer de color antirracista es que nuestras experiencias son tan diferentes de la población nativa inglesa. El feminismo blanco siempre ha sido aliado del Estado y de sus instituciones, y en el nombre de los derechos de las “mujeres” algunas mujeres en posiciones de poder, promueven agendas conservadoras y condescendientes con las mujeres que no tenemos experiencias similares. Lo que hoy presenciamos en Reino Unido es el auge del feminacionalismo: agendas políticas convergen para promover el nacionalismo de derecha ensalzando los elementos étnicos y culturales que refuerzan el supremacismo occidental. Todo lo que salga de ese imaginario, es lo otro a eliminar o invisibilizar comenzando una guerra narrativa.
Esta movilización política retóricamente se centra en el binarismo de ellos contra nosotras, poniendo a las comunidades no europeas como enemigas. Con este nuevo fallo de la Corte Superior de Reino Unido, el feminacionalismo excluye a aquellas mujeres trans, poniéndolas como enemigas del orden público, de las relaciones entre mujeres, y sobre todo, estas feministas blancas trans-excluyentes quieren volver a jugar el papel de salvadoras: rescatar a todas las mujeres de ser aliadas de las personas trans.
Este fin de semana, cuando me puse a investigar y escribir este texto, recordé a Mikaelah Drullard, quien en su libro El feminismo ya fue, nos dice “Cualquier teoría que se nombre dueña del futuro, debe ser abandonada”, y yo no puedo estar más de acuerdo. Frente a estas disputas de autoridad y veracidad, es importante reafirmar nuestro distanciamiento de ese feminismo blanco, orgulloso de sus logros sufragistas, de sus logros culturares que reprodujeron visiones supremacistas y esencialistas de ser y estar en el mundo. Hoy más que nunca debemos abandonar esos horizontes futuristas que no nos incluyen, que no incluyen a las mayorías/minorías que venimos de otras experiencias sin pretensión de universalizar. Necesitamos emprender la fuga de ese feminismo blanco que aún sigue con fuerza en este Reino Unido. Necesitamos hoy más que nunca seguir en el camino de la trans-liberación porque esa también será nuestra liberación.









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