Casas vacías, una reseña

Por: Karla Amozurrutia*

“Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios”.

Alejandra Pizarnik

 

Pensar en la maternidad es remontarnos a lo más primitivo, al origen de la raza humana, a la función primigenia de uno de los dos sexos que la biología y la evolución nos otorgó, sin pedirlo, a las mujeres. La maternidad es algo que nadie eligió, pero debía suceder. 

El “instinto maternal” es una frase que encierra misterios, mitos, enigmas, imaginarios, todos sujetos a la interpretación social y sobre todo cultural, pero el común de todas es proveerle la condición de “natural” a dicho instinto, la naturaleza de las mujeres tiene que ver con el “instinto maternal” y no cabe la posibilidad de negarse, es inherente, eso nos tocó en el reparto de virtudes y designios divinos y mágicos. Entonces si es “natural” nos lleva a pensar que el “instinto” es un impulso, viene desde adentro, por lo tanto, es intrínseco a nuestro “ser”.

Ese impulso inmanente del ser maternal está relacionado con el sentimiento o actitud de una madre; es algo que está ahí de manera latente en todas -o al menos eso nos hacen pensar-, es una energía potencial que se dispara casi mágicamente, está inmotivado esperando que algún pulso lo active y que aparezcan las chispas maravillosas de algo que está en lo más profundo de nuestro ser -en las mujeres obvio-, de algo puro, casi incólume, un halo inmaculado que nos cubre a las mujeres de bondad, ternura, nobleza, alegría, sabiduría; el cúmulo de regalos dotados por la naturaleza al “ser” madre. 

Brenda Navarro interpela esa condición natural, cuestiona ese instinto que tiene todos los dones para convertirte en una madre abnegada y buena como las leyes de la sociedad han escrito en las anales de las costumbres. ¿Se vale ser una madre que después de serlo ya no quiera seguir siéndolo?

esa pregunta puede aterrar a una sociedad y llevarla al nivel de enjuiciarla por no seguir el canon de ser “buena” madre, hay que recordarles a las mujeres que es inherente a ellas, que no lo escogieron en sus genes, pero nacieron mujeres y ese instinto natural aparece y se desarrolla bienaventuradamente para cuidar, proteger y disfrutar la maternidad, de los hijos ¿o no?

Navarro nos invita a pensar sin miedo ni culpa, a través de sus dos personajes mujeres, el cuestionamiento, las consecuencias y los horrores de ese “ser” madre que todas pensamos silenciosamente, pero que no nos atrevemos a decir en voz alta. 

Dos historias que Brenda va uniendo paulatina y terroríficamente: dos mujeres atravesadas por el sentimiento y el suceso de la maternidad con una soltura llena de cotidianos e imágenes que nos interpela la memoria y el recuerdo, apelando a la voz femenina -interior y exterior-, nos va advirtiendo los diversos escenarios de cada una de ellas en el juego mental de “ser” madre.  

A través de la vida de dos mujeres, en dos contextos distintos, pero entrelazadas fortuitamente, donde la maternidad es la brújula de su perdición, nos vamos involucrando en el mundo que Brenda ávidamente nos ofrece. Una vive su maternidad con el miedo y la inseguridad envolviéndola desde antes de la concepción, cuestionamientos existenciales y emocionales la invaden, un reconocimiento de su antinatural “instinto materno” y una culpa convertida en martirio por un suceso terrible. Otra busca ese deseo maternal que la lleva a cometer un acto moralmente reproblable, pero instintivamente aceptable o no -según las reglas tradicionales del instinto maternal; dos vidas convertidas en receptáculos de algo llamado “maternidad” materializado en un esencial vacío; cuando la pérdida las acompaña el verdadero instinto aparece y lo realmente natural las convierte en las mujeres humanas despojadas de la carga mítica, cultural y moral del “ser madre”. 

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La escritora mexicana Brenda Navarro, autora de Casas Vacías, publicado por Editorial Sexto Piso.

 

Cuando las casas humanas están vacías porque el destino y el azar les arrebata la querencia, les arranca de raíz el instinto, las despoja del dolor, las transforma en fantasmas en penitencia eterna y les quema el deseo, huyen y se incendian; pero también las salva del impulso, lo artificial y sobre todo, de la condición de “buena” madre. 

En conclusión, la novela de Casas Vacías de Brenda Navarro nos deja con sabores de boca fuertes y con ganas de devorarnos las palabras, no para encontrar certezas, sino para saborear la angustia. 

 

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*Karla P. Amozurrutia Nava

Profesora de Asignatura: Lic. Desarrollo y Gestión Interculturales – FFyL / UNAM

Twitter: @Karliuxamoz

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