Escribe: Karen G. Castillo Acosta*
Ilustra: Catalina Mora Ibarra**
A años luz de nuestra relación te puedo decir que me cuesta retomar la idea de que algún día deseaba terminar mi vida a tu lado. Empero, el resultado de esa etapa da como resultado un hematoma de colores y sabores que pueden calificarse entre dulces y amargas. Depende mucho de cómo se vea ese derrumbe.
Admito que hay tantas cosas que han pasado a lo largo de los años y por más que la gente me ha dicho que debo odiarte, no puedo. Eso no significa que sienta alguna emoción fuerte hacía ti, al contrario, es como entender lo tartufo de la gente. Llegar a ese grado no cualquiera puede abstraerse de sí mismo y decir que falló, que fallaste, que fallamos.
Igual, todo es resultado de una inmadurez de una ilusión, de muchas cosas. No estamos, no estamos y no estoy. A pesar de eso, sigue saliendo el sol y la luna brilla como si no hubiera mañana. Entonces, en qué momento dejamos que él otro se apoderé de nosotros. ¿Cómo amar sin poseer? ¿cómo amar sin idealizar? Cómo seguir en vida sin desear que el otro cambie, aunque no tenga la menor intención de cambiar porque solo ocupa nuestros cuerpos.
Tremenda dicotomía se siente saber que solo fuimos un momento, un espacio, una satisfacción, un logro. Basta que me pienses para ser un recuerdo. No concibo que solo sea un recuerdo sexual, un placer bajo de un hombre que no vio la luz en mis ojos enamorados, de mis manos tocando su piel. Solo fui eso, un momento de placer que yo, lamentablemente, convertí en costumbre en cada poro de mi piel.
Ahora como explico a mí ser que fui violentada con base a palabras de amor, de deseo, de seguridad que terminaron en un cuarto sumiéndome en un círculo que no pude controlar, pero él se veía tan feliz que eso llenaba mi ser. Y, eso bastaba para que pudiera seguir pensando que algún día él me valoraría como yo lo idiotizaba.
Pasaron los años. El espíritu gemelo no resulto se tan gemelo al final. Me quede con solo recuerdos que me hicieron luchar por mis sueños y volver a empezar en otra parte, en otra ciudad, lejos de esa violencia emocional, psicológica y sexual que él emitía en cada poro de piel. Volví a enamorarme, pero no de un hombre sino de mí al verme libre, feliz y realizada por todos esos sueños que no me dejarán sino hasta que muera. Eso basta para agradecerle a él que el violentarme sirvió para enriquecer mi mejor virtud, evolucionar.

*Licenciada en Derecho y Criminología por la Universidad Autónoma de Tamaulipas e Instituto de Ciencias y Estudios Superiores de Tamaulipas, respectivamente; Especialista en Derecho de Comercio Exterior y estudiante de la Maestría en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México.
@kcastilloac

**Catalina Mora Ibarra, chilena de 33 años. De profesión arquitecta de la Universidad de Santiago de Chile (USACH). Ha estudiado distintos oficios relacionados con el arte: cerámica, serigrafía, ilustración, pintura al óleo y acrílica. Fue a un colegio de mujeres, y sus obras son feministas en distintas facetas.
La ilustración lleva por título «Alma de diamante».
Instagram: @catalina.m.i
Nota editorial: Este texto es una colaboración de escritura, ilustración y traducción para visibilizar lo que desde las diversas experiencias y saberes feministas se puede hacer. Además se tejen alianzas y acercan talentos que la comunidad feminista tiene para visibilizar y empoderar a las mujeres que escriben, ilustran y por diversos formatos, crean.
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