6 de marzo, Madrid capital del reino.

En 1981 Barbara Smith, Audre Lorde, Cherríe Moraga, Hattie Gossett, Helena Byard, Susan Yung, Ana Oliveira, Rosío Alvarez, Alma Gomez y Leota Lone Dog fundaron el primer sello editorial totalmente autogestionado por mujeres racializadas. Como dijo Barbara Smith en una entrevista: «Iniciar un sello editorial para mujeres de color en 1980 puede haber desafiado la lógica, pero fue uno de esos actos de valentía que caracterizan la vida de las mujeres del Tercer Mundo […] Dadas las probabilidades de que saliera bien, ¿por qué estábamos tan motivadas para intentar lo imposible? Uno de los primeros lemas del movimiento de mujeres en la prensa escrita era «la libertad de prensa pertenece a quienes poseen la prensa». Esto es aún más importante en el caso de las mujeres de color, muchas veces privadas de sus derechos y que tienen un acceso mínimo al poder, incluido el poder de los medios de comunicación, excepto aquel que le arrebatamos a un sistema que no lo quiere”.» De ahí que la apuesta fuera no solo editorial, sino por supuesto política. Kitchen Table: Women of Color Press se convirtió en un espacio de construcción de comunidad, en las reuniones editoriales las fundadoras cocinaban, al tiempo que convertían cada receta en poesía.

La potencialidad de la unión de las mujeres racializadas: negras, chicanas, mestizas, asiaticoamericanas, en un mismo espacio resultó no solo enormemente productivo, sino a su vez, bálsamo para la herida que significa el racismo en los cuerpos no blancos. La editorial cerró con la muerte de Audre Lorde, sin embargo, esos casi diez años de trabajo habrían cambiado para siempre la forma en que las mujeres racializadas se relacionaban entre ellas y con su propia escritura. Lo que comenzó con una llamada telefónica entre Smith y Lorde en la que esta última decía que “necesitaba publicar”, se convirtió en mucho más que una editorial, fue un espacio de sobrevivencia y de transformación política. 

He querido comenzar este texto con la experiencia de mujeres que para mí son referentes: mujeres racializadas, negras, chicanas, asiáticas, lesbianas, madres, activistas, escritoras, profesoras. Son referentes porque han abierto el camino para nosotras, mujeres también racializadas que intentamos encontrar nuestro sitio en marcos mayormente blancos. 

Vivir en Madrid, la capital del Reino de España, lo que hace tres siglos era la Metrópoli, es muy parecido a adentrarse en un bosque lleno de peligros, (en este caso violencias), sin saber muy bien si hay una tierra prometida al otro lado, sin tener claro si el bosque es infinito, si es lo único que existe.

En este bosque los árboles no tienen formas confusas que se transforman conforme avanzamos, de hecho son los árboles asidero para momentos de cansancio. En este bosque no es el agua de los ríos la que nos envenena, son las palabras pronunciadas por esos seres casi mitológicos que nos gritan a nuestro paso: sudaca de mierda, bollera de mierda, gorda de mierda, negra de mierda, china de mierda, ¡vuélvete a tu país! A cada insulto más ira. 

En este bosque nuestra piel corre peligro, las miradas la atraviesan, provocan pústulas que supuran dolor; la piel de nuestras antepasadas, el color de las ancestras, el cuero de los tambores, el tacto de nuestras abuelas. Nuestra piel es anhelo y peligro de muerte. Es erotismo y criminalización. 

En este bosque nuestros pasos se pierden en el eco de las suelas militares y aún así son rastreados obsesivamente. Cada metro que avanzamos puede estallar una mina a nuestros pies y, en el mejor de los casos, mutilarnos una pierna. Nuestro andar tiene ritmo propio, pero a veces es casi imposible medir el pulso de manera precisa, se confunde con los tiempos impuestos por la blanquitud. Nuestro andar es rotundo y enraizado, incluso en esta tierra yerma, incluso amenazado por obstáculos que se aparecen de repente, sin siquiera haberlos intuido. 

En este bosque la única forma de sobrevivir es en colectivo, en espacios no mixtos, en donde a nuestros pasos no los distorsionen otros ecos, en donde nuestra piel sea acariciada por otra piel abyecta; en donde el deseo no sea exotización, en donde lo más hermoso es desearnos entre nosotras, lamernos con estas lenguas de fuego, salvajes de las que nos habla Anzaldúa. En donde el insulto se convierta en palabras de amor, en donde inventemos palabras y formas de acción política. En donde editoriales como Kitchen Table: Women of Color Press sean los lugares para escribir la rabia. 

Se acerca el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, y nosotras nos preguntamos como ya lo hiciera en 1851 Sojourner Truth, «¿es que acaso no soy yo una mujer?» 

El 8 de marzo todo se tiñe de morado, es posiblemente el día del año en que nuestros pasos y nuestra voz son más invisibilizados bajo una supuesta sororidad que solo puede ser real entre las más privilegiadas. En este bosque, las mujeres se agolpan en las calles y pareciera que nosotras, las invisibles, formamos parte de un todo colectivo, -pero ojo, no nos confundamos- el colectivo somos nosotras mismas, solo entre nosotras nos miramos y nos reconocemos, solo en un bloque de mujeres y disidencias racializadas y migrantes es que nuestros gritos se alzan y retumban en las fachadas del poder, impactando como balas, agrietando los muros que nos aprisionan. 

Nos articulamos juntas, mujeres migrantes y racializadas, desafiando la historia lineal de las olas feministas, no somos ni la tercera ni la cuarta, somos el tsunami antirracista que no entra en sus lógicas ilustradas. Somos las rebeliones, las revueltas, los alzamientos contra el poder que nos han precedido. Nuestras genealogías son otras, nuestras prácticas políticas están vivas en nuestros territorios, nuestras herramientas no son las del amo, como nos ha enseñado Lorde, nuestras metodologías son las de las oprimidas, heredadas de Chela Sandoval. Y con estas herramientas y estas metodologías llenamos el bosque de yerba mala, inapropiables, inexterminables. 

Comenzamos con un bloque en una manifestación y quién sabe, tal vez el siguiente paso sea cumplir el sueño de esas 10 mujeres que en 1981 montaron sin un solo centavo la primera editorial gestionada exclusivamente por mujeres racializadas: transformarlo todo.  

*La imagen que acompaña este artículo es el cartel del bloque racializado no mixto de la Comisión de migración y antirracismo del 8M de Madrid.

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