Lo que se espera de mí

8ed4f1c2e0e515e69861dd9cb48e3f08
Ilustración de Sara Herranz

Durante nuestras vidas hemos escuchado expectativas hacia nuestra persona, cuando me pongo a recordar pienso que la mayor expectativa que mi papá y mi mamá han tenido de mí es que estudiara una carrera y que ésta me hiciera feliz. Pero esto es muy individual, muy aterrizado a mi persona pero, ¿acaso como mujeres la sociedad no espera algo de nosotras de manera colectiva? es decir, que si eres mujer tanto las otras mujeres como los hombres con los que te relacionas pueden esperar que seas de una u otra forma.

Dentro de la psicología se tiene un concepto bastante útil que nos puede ayudar a abordar esto y es las representaciones sociales las cuales, de manera simple, se pueden definir como todo aquello que gira alrededor de un concepto, de manera directa o indirecta, y lo aterriza a una cotidianidad específica.

Pensemos y recordemos un poco nuestra trayectoria de vida, al nacer como mujeres nos fueron moldeando, diciendo, cuestionando y creando imágenes de lo que tenemos, teníamos y tendremos que hacer, sentir y pensar, por ejemplo: tenemos que ser madres en algún punto, debemos dedicar gran parte de nuestras vidas a los cuidados de las otras personas, nuestra vida sexual tiene que ser o bien secreta o pasiva, nuestra actitud tendría que ser sumisa, somos “las hormonales” de la sociedad y en consecuencia las dramáticas, entre muchas más.

Todos estos señalamientos que engloban nuestro género y sexo se convertirán en normas de comportamiento en la sociedad. La cuestión es que es imposible cumplir con todo ya sea por capacidad humana o porque no queremos y punto, es en este momento en que nos vamos transformando en seres marginales o excluidas del entorno.

En mi caso, por mi edad y mi contexto social ya existe una presión para que inicie un plan de maternidad, pero muchas personas no se han preguntado o no me han escuchado cuando digo un rotundo no ante esta idea. Con ello me convierto en la rara, en la egoísta, en la poca mujer porque “me falta el instinto materno” y, de una u otra manera, se me excluye en ciertos espacios por pensar diferente.

Por supuesto que todas vamos a diferir con una o con miles de estas expectativas, lo que nos va quitando “puntos de mujer”, es decir que nos van haciendo menos mujeres ante ciertas personas y/o espacios. Y es cuando ponemos en tela de duda todas esas enseñanzas cuando nos vamos dando cuenta que las expectativas tienen un gran peso en nuestra identidad y que en muchas ocasiones ese peso nos impide caminar a donde deseamos estar.

En un mundo sano la individualidad tendría que ser respetada por completo, mis deseos y sueños no tendrían que entorpecer los de otras personas y viceversa. Mi vida y mis decisiones no tendrían que girar en torno a lo que la sociedad espera que haga sino con lo que me hace feliz y me llena de satisfacción (todo esto entendido en un marco en donde no se hiera al otro u otra) así por ejemplo si hoy quiero ser ama de casa no tendrían que juzgarme de sumisa así como si mañana decido dejar de serlo no se me tendría que tachar de mala compañera.

El concepto de mujer es muy propio e individual y pienso que cada una lo vamos formando con los pasos que damos fuera y dentro de nuestros hogares, al exterior y al interior de nosotras mismas y ello no nos hace más ni menos ante otras ni ante otros, simplemente nos hace creadoras de nuestro destino y de nuestras vidas, por lo tanto no tendríamos la insatisfacción que da el cumplir al pie de la letra las expectativas que se nos depositan.

Aboguemos por un mundo sin comentarios como “pero eres mujer y por eso…”, “¿acaso no eres mujer?” o “de seguro dices eso por que todavía no sabes de que hablas”. ¿Quién más que tú y yo sabemos mejor lo que queremos para nuestro día a día? Y si no confías en tus decisiones ¿cómo podrás forjar tus deseos y sueños? Empecemos a cuestionarnos todo aquello que nos dicen que es propio y único de las mujeres a ver si es tan real esa idea o no.