Editorial febrero 2018

Este mes de febrero es un mes de tomar postura ante cosas que nos importan como feministas, no sólo en lo discursivo, sino también ¡en las acciones! ¿Por qué? Porque, si bien diversos colectivos a nivel internacional se preparan para el “Yo Paro el 8 de marzo”, como un llamado a una huelga mundial, y algunas conmemoraciones nos invitan a hacer memoria de lo poderosas que podemos ser las mujeres juntas cuando queremos lograr algo, por otro lado, este mes los dispositivos ideológicos del mercado neoliberal promueven el amor romántico con el 14 de febrero. Ya vemos escaparates llenos de productos y promociones para celebrar a las mujeres que los hombres aman.

Ya en otros posts y colaboraciones de lectoras de la comunidad de Feminopraxis, hemos mostrado cómo el amor romántico es uno de los principales causantes de la violencia hacia las mujeres, porque en el nombre del amor nos han hecho creer que cumpliendo con los roles de género de ser esposas, madres, hijas, creyentes, ciudadanas, trabajadoras y cuidadoras, contribuimos y aportamos al bienestar de las familias, las naciones y el mundo. Pero sabemos que eso no es así porque si así fuera, millones de mujeres no serían víctimas de la violencia machista: no morirían a manos de sus pareja, no serían violadas y golpeadas por los hombres en su casa, no serían silenciadas por los Estados y naciones que nos dicen cada año que nuestros derechos los van a hacer valer. ¡Mentiras, ya no les creemos! y es por ello que construirnos como las mujeres que queremos ser es una tarea de largo aliento. Demos el primer paso en aquello que crees que debes tú, que debo yo, que debemos todas, cambiar.

Y nuestra reflexión de este mes se contextualiza en lecturas más amplias de los feminismos. En Reino Unido, se conmemoran los 100 años del movimiento sufragista, donde las mujeres ganaron el derecho al voto, y después al trabajo en condiciones iguales que los hombres (cuando la mayoría de hombres se habían ido a la Primera Guerra Mundial), y el derecho a la propiedad. ¡Un gran logro dentro de la historia del movimiento feminista occidental de la Primera Ola! En 1968, en este mismo país hace 50 años, mujeres de la clase trabajadora y emigrantes del Caribe, Asia y África, entraron en huelga por mejores salarios y en paridad con los hombres. Esa fue la chispa que encendió lo que sería el Movimiento de Liberación de las Mujeres en Reino Unido pidiendo no sólo justos salarios, sino también acceso a la píldora anticonceptiva, publicar sus propias agendas de lucha y organizar talleres sobre temas de salud, vivienda, trabajo, inmigración y todos los tipos de derechos que caracterizan la agenda de la Segunda Ola.

Pero no siempre las narrativas históricas visibilizan la variedad de actores y tensiones que hacen posible la Historia. Todavía tenemos una cultura que blanquea los discursos históricos y a veces de manera consciente o inconsciente, reproducimos ideas y experiencias que no nos autorrepresentan y que en las conmemoraciones, quienes hacen pública información u organizan esas “celebraciones”, invisibilizan, incluso las trayectorias de las que nosotras venimos. Porque parece que es más emocionante ver a mujeres blancas, de clase alta hablando de los derechos de las mujeres en plazas repletas de personas, que ver a mujeres indígenas, afrodescendientes, mestizas o con discapacidades plantadas fueran de una fábrica, de una institución de gobierno o en el mercado, defendiendo sus derechos sin la atención mediática que produce el ser una mujer con privilegios… Por eso es que tener un mes como el Mes de la Historia Negra (Black History Month) en los Estados Unidos, o días a concientizar sobre los retos que tenemos como mujeres en el siglo XX, ya sea a nivel mundial o en nuestra realidad mexicana o latinoamericana, nos da la oportunidad de cuestionar esas invisibilizaciones de las que La Historia no nos cuenta. Dejamos esto para la reflexión.

Por otro lado, y con esto en mente, el 4 de febrero fue Día Internacional de la lucha contra el Cáncer. Enfermedad que incrementa cada vez más y en las mujeres es muy común que se presente en el colon y las mamas, aunque cada vez crecen los casos de cáncer cérvico uterino provocado por el virus del papiloma humano. ¿Será coincidencia que nuestros cuerpos-territorios que producen vida, son a la vez los más colonizados por la medicina, por la sexualidad capitalista e invadidos por la violencia, al punto de quedar enfermos? Nuestros territorios sexualizados también son violentados por formas culturales como lo viven muchas de nuestras hermanas en África, Medio Oriente, Asia y algunas comunidades rurales de América Latina, cuando siendo niñas tienen que pasar por la mutilación genital. Así es que el 6 de febrero nos unimos al Día Mundial de Tolerancia Cero contra la mutilación genital femenina, tomando conciencia en diversas culturas y bajo nombre de tradiciones y el honor, nuestros cuerpos aún no son libres y aún no hemos logrado la autodeterminación en temas de salud y desarrollo.

El 11 de febrero es el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la ciencia. En México, ser científica, matemática o técnica calificada todavía es un reto. Recientemente, académicxs mexicanxs presentaron en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU, en Santigo de Chile, una ponencia donde destacaron que, dentro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), en el 2017, de 27 mil 186 investigadorxs nacionales, el 36.6% son mujeres, pero todavía existen grandes disparidades de salarios, acceso a becas y producción de patentes donde la participación de las mujeres es nula. Según esta investigación, México es uno de los países más bajos en la región de América Latina y el Caribe en impulsar la trayectoria de mujeres dedicadas a la ciencia y la tecnología, por lo que las nuevas generaciones de niñas que quieran dedicar su vida a esta área del conocimiento, además de encontrarse con las barreras culturales de género, tendrán que encontrar formas creativas de financiamiento y patrocinio para ser reconocidas.

Por su parte, el 13 de febrero es el Día Mundial de la Radio, y nos da gusto ser parte de una generación de mujeres que se han apropiado de la tecnología para producir contenidos a favor de las mujeres, a favor de las voces que en los medios convencionales no tendríamos cabida. Celebramos que muchas de las radios comunitarias en México y América Latina y el Caribe, son lideradas por mujeres feministas, indígenas, afrodescendientes, personas no binarias y disidentes. ¡Las radios comunitarias y los podcasts son poderosos medios de comunicación que no debemos perder!

Otro día importante es el 20 de febrero, Día Mundial de la Justicia Social y claro que nos unimos al clamor de nuestra generación y generaciones pasadas que experimentamos diversas formas de opresión, exclusión y discriminación por nuestra edad, origen social, color de piel, religión, condición migratoria, condición laboral, por la forma de nuestros cuerpos, por nuestras orientaciones sexuales y por nuestras discapacidades. ¡Queremos y reclamamos justicia porque ya nos cansamos de trabajar con salarios que no alcanzan para salir del mes, porque ya nos cansamos de vivir con miedo de ser insultadas, violadas y asesinadas, porque estamos cansadas de ser las primeras en levantarnos y la últimas en dormir debido a que los cuidados y las triples jornadas de trabajo fuera y dentro de la casa, nos cansan hasta el alma! ¡Estamos cansadas de vivir al filo de la navaja! Y queremos decir ¡YA BASTA!

Finalmente, el 21 de febrero es el Día Mundial de la Lengua Materna. Éste puede ser un buen momento para descolonizar nuestros saberes y celebrar la diversidad de lenguas originales que en México tenemos. Ya en contextos transnacionales, mujeres migrantes y refugiadas junto a sus hijxs, han tenido que aprender una lengua nueva, si su lugar de destino no habla la lengua con la que se nació y se creció. Pero es un acto de resistencia y activismo educar y promover nuestras lenguas madres, porque así crecemos como humanidad y rompemos con las ideas de supremacía lingüística que también han sido parte de la colonización intelectual que hemos vivido. Uno de los aportes del feminismo chicano y los feminismos migrantes es que a veces navegar en dos culturas y en dos lenguajes es sentir que no perteneces a ningun lugar, que eres mujer frontera, pero cuando se asume que somos y podemos navegar entre culturas, nos convertimos en diosas, en coatlicues, en brujas, en sabias, en mujeres puente.

¡Empoderate, empodera! ¡Haz memoria, haz historia! ¡Sé mujer puente, no más frontera!

-Feminopraxis