Por: Natalia Orellán*
El malecón huele a pez muerto.
Me impacienta la vista de la profunda oscuridad.
Yo siempre quise ser sirena. Hasta que conocí esta playa.
Los susurros de bolívar
Andan entre el olor a orines.
En esta ciudad la única ley que se cumple es la de:
“El mundo es tu baño”.
Los peces de la playa brincan desesperados
Como queriendo salirse del agua
¡oh, no conocen su suerte!.
Treinta y cinco grados
Los mosquitos empiezan a picarte desde la mañana
Las opciones de comida son pan o pizza
En un restaurante al que se llega caminando
por la calle de atrás
Llena de hombre te me miran.
La sirenita solitaria
que le chiflan hasta los policías
Los vagabundos la siguen
Prefiere pasar hambre.
La calle turística es una.
Llena de extranjeros
De luces
De cervezas importadas
Huele bonito, como a playa.
Tristemente yo no viví ahí.
Viví en las afueras
En un hostal en donde
A una francesa, le robaron
su pasaporte y todo su dinero.
Le robo su diler
con el que cogía
Le robo todo cuando ella no estaba.

**La imagen que acompaña este texto es de la artista visual jewelwing
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