Duele crecer

*Por María Isabel

Siempre he gozado de buena memoria, aún conservo recuerdos de mi niñez, sobre todo uno que vuelve constantemente a mi mente. Estaba chica, tendría unos seis o siete años, era la época que idolatraba a Tatiana. Mi mamá me armó un disfraz improvisado, con un leotardo negro y una estrella gigante en el pecho, me sentía soñada, llevaba una diadema brillosa en la cabeza y tenía mi cabello largo y esponjado igual que mi ídola. Me vi en el espejo y me pregunté si de grande sería tan talentosa, bonita y exitosa como ella.

De niña pensaba mucho en cómo me iba a ver de grande, siempre he sido una persona que se adelanta a los hechos, sueño demasiado con el futuro, tanto que a veces me olvido de disfrutar el presente, y me estreso por no poder controlar mi destino.  Ahora que crecí sé que no me parezco nada a Tatiana, el patio de mi casa no es particular, porque sigo viviendo con mis papás, mi cabello ya no es esponjado, ni tengo el copete cardado. No canto, ni bailo bien, aunque al menos lo intento y eso ya es ganancia, creo. 

Desde que tengo memoria nunca me ha gustado que me digan qué hacer, ni cómo pensar, me chocan las reglas y los estándares, no hago planes y cambio de opinión con regularidad, por eso nunca me he atrevido a hacerme un tatuaje, seguramente terminaría odiándolo en un par de semanas. Ahora tengo casi treinta y sigo viéndome en el espejo y preguntándome cómo me voy a ver cuándo sea grande. Nunca me imaginé que ser adulto sería tan difícil. 

Es un hecho que duele crecer, pero duele más crecer en un ambiente en el que no encajas al cien. Duele crecer en una sociedad en la que “deberías” estar casada antes de los treinta o mínimo tener un novio formal. Duele crecer dentro de una economía donde no puedes dedicarte a lo que te gusta, porque quizá lo que te gusta no es rentable y vivirás en la bancarrota hasta que le des al mercado lo que necesita. Duele crecer y aceptar un trabajo para sobrevivir, donde te paguen siete mil al mes, y donde maquillen la explotación con “ponerte la camiseta de la empresa”.

Aunque me gusta autodefinirme como una mujer empoderada (a veces porque lo siento y otras veces nomás por alardear) duele aceptar que no es fácil serlo. Ser libre para tomar mis propias decisiones es más difícil de lo que imaginaba; sin embargo, siempre que me siento quebrada, inútil, o totalmente fracasada, me acuerdo de esa niña vestida de Tatiana viéndose al espejo, y sé que no puedo ni quiero fallarle, estoy comprometida a hacerla sentir orgullosa cueste lo que cueste. 

Crecer duele y mucho, pero dolería menos sí colectivamente aceptáramos la dificultad que conlleva ser una mujer adulta; si aceptáramos que duele no poder ser la mujer que soñamos porque “debemos” ser la mujer que se espera que seamos. Tal vez, si admitiéramos el dolor que nos causan las miles de imposiciones sociales que cargamos en la espalada (y en todo nuestro cuerpo y espíritu) nos ahorraríamos miles de años de lucha feminista que aún nos quedan. Tal vez si, entre todas, decidiéramos dejar de fingir que todo está “bien”, ya habríamos hecho algo rotundamente drástico para exterminar el origen de dicho dolor.   

Mientas eso pasa, te invito a cerrar por un memento los ojos; piensa en tu niña en el espejo ¿le estás haciendo justicia?, ¿estás cumpliendo sus sueños? Si la respuesta es “no” entonces no tienes tiempo que perder, nunca es tarde para serte fiel a ti misma. Por mi parte seguiré perreándole, prefiero sentir el dolor del crecimiento que renunciar a mí misma, porque seguirle la corriente a los estándares sociales sería defraudar a esa mini Tatiana, y no estoy dispuesta a hacerlo. El mundo necesita más niñas realizadas y libres.  

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*Mi nombre es María Isabel, pero me gusta que me digan Marisa. Mi pasión es leer y mi vocación escribir. Soy Trabajadora Social, Investigadora y Feminista.
Mis líneas de investigación son: emprendimiento femenino, subjetividad y procesos educativos.Blog: https://vocesextraordinarias.wordpress.com/Instagram: @vocesextraordinariasFacebook: @vocesextraordinariasmxInstagram Personal: @marisa_orroFacebook: Marisa Orozco

**Los derechos de la ilistración pertenecen a Adrianne Walujo

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