Frente al aula multicultural, siempre hay dos o más lenguas en contacto.

Melina Sánchez*

Mba´eichapa reiko:

Soy guaraní semihablante. Crecí en un país donde nosotrxs NO hablamos. Por eso mis padres me enseñaron el castellano. Para que aprenda «el idioma del progreso» y para que no sienta vergüenza de ser yo, para que me mezcle con lxs otrxs, para que me parezca al resto acá en la periferia de la ciudad, en el conurbano, en la otra Buenos Aires.

En mi infancia la educación oficial no respetaba la diversidad lingüística ni ninguna otra, ahora tampoco lo hace demasiado, cuesta. Pero hemos ganado leyes. Aunque cuesta que nos respeten, que respeten a nuestras infancias, que nos desetiqueten de la categoría «menos humano», como diría Giorgio Agamben. Somos sobrevivientes, de muchos genocidios, y el del día a día no es menos brutal que el histórico.

Por eso es tan necesario el papel de nosotrxs, los y las maestras, los y las profes interculturales, indígenas, afro, afroindígenas en las escuelas de todo el país. Es necesario nuestro papel en la escuela para que les chiques sepan que hay distintas lenguas y hablarlas es valioso lo mismo que cuidarlas. Cada lengua es un tesoro y ser multilingüe lejos de ser una vergüenza, es un motivo de orgullo.

Cada lengua es un tesoro y ser multilingüe lejos de ser una vergüenza, es un motivo de orgullo.

Es necesaria nuestra presencia en las escuelas también para que les pibis sepan que hay un montón de formas de vivir, y que la diversidad no está mal, enriquece nuestras experiencias, y es imperioso que el estado cuide esa nuestra labor, que hasta el momento, por décadas y décadas, no solo ha sido siempre impulsada extraoficialmente, incomprendida y sin sueldo. En Argentina, el profesorado intercultural ha sufrido siempre de deslegitimación: en Jujuy, en Salta, en Corrientes, en Neuquén, en Santiago del Estero, en Rosario y en Buenos Aires, los lugares geográficos de Argentina con mayor cantidad de hablantes y semihablantes multilingües y con mayor presencia indígena, afro, afroindígena, migrante. Funcionarios y colegas son celosos porque en su «idiosincrasia nacionalista», solamente entra una lengua, una religión, un género y una sola forma de amar.

Desde el momento en que los pocos docentes interculturales y multilingües que hay en Argentina fueron reconocidos, siempre han sufrido falta de sueldos, depreciación de su sueldo -bueno, con el de todxs pasa, pero más aun con una planta que históricamente no se quiere reconocer-, humillaciones de carácter racista, por ejemplo, aquella en donde los maestros interculturales de las comunidades originarias tienen que supeditarse al maestro criollo que no sabe hablar la lengua de les niñes y cumplir tareas de maestranza mientras el criollo puesto a dedo por el poder provincial X se encarga de invisibilizar la lengua materna de los pequeños estudiantes, que podrían tener una hermosa clase y aprender un montón con el maestro intercultural bilingüe* o con los dos en colaboración, sí se respetaran las tareas pedagógicas del maestro indígena.

Si ese no es un gesto genocida en escuelas donde el 99% de la población -por no decir todes- es bilingüe o monolingüe en lengua indígena, no sé qué es. Una costumbre criolla macabra y negacionista que se repite y tiene muchos ejemplos en distintas provincias del país, en diferentes épocas, registrados en libros, en la radio, en la televisión. Sin embargo, lo que necesitamos es registrar en el corazón y en una nueva idiosincrasia es la consigna de un NUNCA MÁS en donde nosotrxs los y las originarias de tooooodos los pueblos, de todas las regiones, urbanas y rurales, también tengamos participación y la libertad de hablar y recuperar nuestras lenguas originarias.

Algo que suelo leer mucho en los papers de los lingüistas «especialistas» en lenguas indígenas, que no son ni indígenas, ni bilingües-multilingües, ni interculturales, ni maestros, ni han perdido una lengua, ni la han recordado -la de «recordante» es una categoría lingüística sobre las lenguas maternas-, ni han pasado por el doloroso proceso de recuperarla, es la palabra «bilingüe»* que viene en sus «trabajos de campo» por desprendimiento, en asociación y es equiparable -repito, en sus trabajos de campo, no en la realidad- a la educación intercultural toda, también leo mucho la palabra comunidad como equivalente y sinónimo exacto de la de pueblo y puesta en esos textos para regionalizar la educación intercultural, igualarla solo con la educación indígena y aislarla -ojo al piojo-, decime si acá un lingüista blanco no es un funcionario de estado que te tergiversa y te resuelve todo en función del recorte presupuestario. Varias salvedades con respecto a estos conceptos y a sus peligrosos usos por parte de esos lingüistas que no entienden de hablantes, pero insisten en sus becas.

Una educación intercultural no solo es la que se refiere a los pueblos originarios aislada en las comunidades rurales indígenas. Es necesaria la deconstrucción del concepto educación intercultural y que comencemos a pensar aquí, ahora, en territorio real -urbano y rural, en tránsito constante entre lo urbano y lo rural, en migración, nómada- que TODOS, TODAS, TODES tenemos derecho y obligación de una educación intercultural como propuesta transversal de la currícula oficial.

Un error que comenten lingüistas y antropólogues es que suelen equiparar comunidad con pueblo. He leído este problema conceptual en textos «científicos» tanto de lingüistas como de antropólogues. ¿Cómo obtienen esas becas ante semejantes imprecisiones? No por nada son conceptos que una tarda años en aprender en la teoría y en la práctica. Un pueblo tiene cientos, hasta miles de comunidades puede llegar a tener. Una comunidad tiene muchos clanes. El concepto de clan nace muy anteriormente a la antropología sobre pueblos originarios americanos, se aplica a muchos pueblos- nación, asiáticos por ejemplo, inclusive europeos. Guarda, guarda con que nos quieran decir comunidad, cuando somos pueblo, cuando somos naciones sin estado, cuando somos sobrevivientes de uno, de muchos genocidios, el histórico y el de todos los días.

Este texto está en proceso, pero me permito compartir ese proceso. Qusiera que los que ganan las becas y los concursos del estado, los que confunden «sin querer» nociones exactas, sean concientes que tienen alguna cuota de poder también sobre lenguas que no hablan, sobre lenguas que no hablan sus alumnos en un aula de la periferia de Buenos Aires, en la ciudad «más europea» de Latinoamérica, para la que «no hay planificación oficial» y expulsa a estudiantes y docentes hablantes y semihablantes bilingües, indígenas, afro, afroindígenas, migrantes, por igual. Ese panorams tiene que cambiar. Porque frente al aula multicultural siempre hay dos o más lenguas en contacto, y el imponer una sola, como ha sido el castellano, es violencia colonial. Y violencia sigue siendo el tremendo error de cálculo en ese estudio que se hizo famoso a fines del año pasado que dice que «no hay negros en la selección». Lo cierto es que el en pasado Mundial de Footbol, vimos algo diferente. Como argentina y guaraní que soy, me enorgullece la diversidad y el multilinguismo de la Selección Argentina de fútbol masculino; por ello, me hace muchísimo ruido que la selección sea más diversa y más multilingüe que los estudios lingüisticos sobre los pueblos originarios.

Aguyjevete

*lo del asterisco en la palabra bilingüe es porque la denominación que se acostumbra oficialmente es esa en Argentina, pero la más correcta sería la de multilingüe, porque casi siempre hay más de dos lenguas en contacto, son varias.


*Melina Sánchez. Soy una mujer descendiente afroguaraní, y soy militante de la causa de los pueblos originarios desde cuando decir eso en Buenos Aires causaba risa en el auditorio. Hija de una familia migrante del litoral argentino. Nací, crecí y vivo en el conurbano bonaerense. Soy docente de lengua y literatura de adolescentes y adultxs en escuelas secundarias del Gran Buenos Aires.