Por Andrea González Medina*

Uno de los principales móviles de la lucha feminista ha sido la violencia contra las mujeres que se manifiesta en diferentes formas, tales como la violencia sexual, la violencia psicológica, así como la violencia económica. La violencia en contra de niñas, mujeres jóvenes, adultas y mujeres mayores ha escalado hasta materializarse en la violencia feminicida que diariamente arrebata la vida de al menos 11 mujeres. Aunado a las diferentes manifestaciones de violencia, la matriz de opresión encarnada en la clase, el género, la raza, la etnia y la edad también ha legitimado la lucha. Sin embargo, aunado a esta realidad, es urgente reflexionar sobre otro fenómeno que atraviesa nuestras vidas y amenaza los avances feministas: el ascenso de la derecha neofascista. Figuras como Marine Le Pen, Jair Bolsonaro, Dolnald Trump y Alice Weidel han sido centrales en el ascenso de la derecha neofascista, aprovechando coyunturas como la crisis financiera para criminalizar a los migrantes, a pesar de que esta crisis es un producto del capitalismo neoliberal.

De tal modo, la derecha neofascista articula discursos que se erigen en torno a la defensa de la identidad nacional, la batalla cultural y las teorías conspirativas. Todo esto nos afecta como mujeres, por lo que se considera que la lucha antifascista debe convertirse en uno de los principales móviles de la lucha feminista contemporánea.  

La literatura sugiere que en el contexto latinoamericano han sido asociados al menos tres motivos de su ascenso, tales como el castigo de los votantes frente al desencanto de los gobiernos progresistas, la crisis al interior de la propia derecha, así como el ascenso de la extrema derecha a nivel mundial. A este último punto debe prestarse atención, ya que la derecha neofascista ha construido una serie de conexiones globales. Por ende, no es posible pensar de manera aislada la derecha neofascista de Donald Trump, la figura de Alice Weide como representante del partido neonazi alemán o el rol de Santiago Abascal representante de VOX en España. Gracias a esas conexiones es posible reflexionar sobre la irrupción de Elon Musk durante la campaña de Alternative für Deutschland. Frente a estas conexiones globales, se expresa no únicamente la preocupación de colocar en la agenda la lucha antifascista, sino de articular las luchas feministas (en plural). Se entiende que, para hacer frente a la modernidad capitalista, heteropatriarcal, racista y colonial, no basta con apelar a una agencia individualizada o centrada en las luchas identitarias, sino que es necesario posicionarse articuladamente frente al neoconservadurismo. Como sociedad, estamos enfrentando la proliferación de regímenes autoritarios que nos atraviesan en nuestra cotidianidad y que es necesario cuestionar. 

La derecha neofascista ha articulado un discurso denominado batalla cultural bajo el cual ha construido diferentes enemigos en búsqueda de una legitimación de sus violencias. La batalla cultural no se reduce a la lucha en contra de los comunistas o los migrantes. Antes bien, el feminismo ha devenido uno de los principales enemigos discursivos. Las mujeres están en el centro de la agenda. Bajo los motes de la ideología de género o lo woke, se busca deslegitimar las luchas feministas.

Se ha popularizado un desprecio hacia aquello que se considera como feminista y con ello las movilizaciones por la educación sexual, el uso del lenguaje inclusivo y la visbilización de las diferentes violencias sexuales encarnadas en los cuerpos de las mujeres 

Cabe destacar que las principales aliadas en contra de esta batalla cultural son las redes sociales, pues forman parte fundamental de nuestra vida cotidiana. Facebook, Instagram, X y Tik-Tok son espacios virtuales que no se encuentran exentos de lo político y que poco a poco han sido cooptados por la derecha. No debe olvidarse que Elon Musk compró X (antes Twitter) para facilitar la popularización de discursos que han beneficiado a Donald Trump para promover su regreso a la presidencia. Lo que alguna vez se consideró un espacio de democratización de la información se ha transformado en un lugar donde proliferan discursos violentos y se organizan actos de violencia.

Existen al menos tres formas mediante las cuales opera la violencia en contra de las mujeres en redes sociales. La primera es por medio de la relajación de las restricciones, principalmente de meta, las cuales permiten la reproducción de discursos de antifeministas y antiderechos. Las mujeres tenemos que lidiar cotidianamente con los discursos de odio e insultos por parte de los hombres que directa o indirectamente se adscriben a las ideologías neoconservadoras. Bajo un ensalzamiento de la libertad de expresión, se legitima el uso violento de la palabra por parte de los hombres, quienes constantemente recurren a la victimización para legitimarse. Es necesario preguntar por qué a las mujeres, principalmente feministas, se les tacha de violentas cuando las violencias estructurales son ejercidas por los hombres. Una segunda vertiente en la que las redes sociales han sido aliadas recae en la figura de los influencers, quienes insisten en un retorno a los roles de género tradicionales, los cuales están siendo adoptados por las generaciones más jóvenes. Se debe advertir que el peligro reside en que la reproducción cotidiana de estos discursos construye subjetividades propensas a la adscripción a regímenes autocráticos. 

Existe un tercer peligro que es aún más feroz. Las mujeres no sólo tienen que lidiar cotidianamente con los discursos e insultos de hombres desencantados frente a las promesas de éxito del capitalismo expresados en las redes sociales, sino que éstas devienen espacios de organización de violencias que se manifiestan, tanto en delitos cibernéticos como en violencias materiales. No hay que olvidar todos los casos de violencia digital, tales como el cirberacoso, grooming y sextorsión. Asimismo, con el desarrollo de la inteligencia artificial se ha permitido manipular las fotografías de mujeres para comercializar con contenido erótico sin su autorización.

Sin embargo, la materialización más feroz reside en que los espacios virtuales devienen espacios de racionalización de la violencia moderna, en los cuales los hombres crean grupos alternos, con el objeto de planear delitos como violaciones y feminicidios. Las mujeres seguimos siendo víctimas de esa violencia virtual y material que, en lugar de ser censurada, legislada y castigada, es abiertamente permitida. 

Aunado a esto, es necesario añadir dos consecuencias más para las mujeres frente al ascenso de la derecha neofascista. En primer lugar, se encuentra el aspecto económico. La economía feminista nos ha enseñado que las mujeres son las principales sujetas que sostienen la crisis económica. Las mujeres han sido quienes han sufrido las consecuencias del sistema capitalista que ataca todas las formas de reproducción y que con la crisis neoliberal ha llevado a su máximo punto de expresión. Ahora con el ascenso de la derecha neofascista y su discurso nacionalista/proteccionista, el resultado será un daño a las relaciones comerciales y al crecimiento económico. Aquí las preguntas son: ¿Quiénes buscarán todo tipo de alternativas para generar el ingreso necesario para la reproducción cotidiana? ¿Quiénes son las que se endeudarán para poder sobrellevar los costos de la vida cotidiana? ¿Quiénes serán las que llevarán una doble jornada para cumplir con los requisitos del cuidado de la vida? ¿Quiénes son las que enfrentarán pobreza de tiempo a causa de todo este tipo de políticas? Un segundo aspecto preocupante es el retroceso en los derechos de las mujeres. No es novedad que la nueva política autoritaria encarne una restricción de derechos y libertades para las mujeres, tales como los derechos sexuales y reproductivos, las políticas migratorias, la salud médica, la violencia doméstica y el acoso.

El debilitamiento del Estado de derecho y la erosión de las instituciones democráticas implicará retos importantes para mantener los derechos de las mujeres.

Debemos estar preparadas para hacer frente al patriarcado neofascista que normaliza el discurso misógino y sexista. Frente a la derecha neofascista, solo la conciencia feminista y la articulación de luchas plurales podrán desmembrar las formas más violentas de opresión de las mujeres.


*Andrea González Medina (Puebla, 1993) es socióloga y maestra en Filosofía por la BUAP. Doctoranda en Sociología en el ICSyH (BUAP). Docente de idiomas en el área CEU y DCyTIC de la Facultad de Lenguas (BUAP). Ha presentado ponencias a nivel nacional e internacional como en Uruguay, Costa Rica, Colombia, Ecuador y España. Participó en el Workshop “Transnational Sociology, a theoretical review from empirical studies” en la Ruhr Universität Bochum en Alemania. Ha colaborado como columnista en The Review Quality Post (TOEIC México). Ha escrito diferentes textos literarios en Punto de Partida UNAM, Blog Librópolis UNAM, El creacionista y delatripa. Cuenta con artículos científicos y capítulos de libro. Su publicación más reciente (2024) es: “Más allá del trabajo reproductivo: usos y potencialidades”. En Graffylia, Revista de la Facultad de Filosofía y Letras, 9(17), pp. 18-29. 

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