Por Génesis Morán*
Señorita, joven, alegre, calmada,
Silencio; lentitud que asimila lo escuchado
Error, culpa, manos atadas, repitiéndose todo aquello que recuerda que el error en ella, en ellas señoritas, es más evidente
Paso, paso, observo en silencio, analizo
Me admiro, juzgo, me contengo, opino, repelo
Silencio, camino
La lentitud me acompaña desde lo acelerado que
Que se arruga en la ventana, esa
Esa donde solía bailar cuando llegaba la luna, envuelta en sollozos negros y lodosa desesperación
Donde solía bailar lamentado ser mujer, lamentando el afamado qué dirán
Donde me paraba por horas y conversaba correteaba a solas con la nada
La nada, el silencio
La compañía, la nada, el silencio
Trayendo lágrimas y movimiento
Si un hogar es remedio y medalla de quien sediento de poder está ¡no lo quiero!
Si amar es pedir silencio y callar lo podrido ¡tampoco lo quiero!
Si comer es tomado por necesidad solamente ¡no lo quiero!
¡Lo detesto!
ojos envolventes y frentes enrojecidas
Punta de pirámide, hombre, primero, única palabra, última, la válida, la propia,
El vestido de lo igual a minutos parece broma, parece chiste
Se me iba destruyendo el alma, o más bien debilitando de tanta información acumulada
Lo fuerte que me conformaba se me empezaba a derretir
Que ya la opresión subliminal se nos vuelve costumbre, se nos vuelve común
Me quitó la palabra, pero no el pensamiento
¿Qué sentido tiene el amor a piedrazos, a cuchillos?
¿qué cultivan?
Solo miedo, ascos, resistencias, rechazos
Rechazos que callan, que callan con un poco de amor
Callan para cuidar el hogar
Tan dulce, tan bueno, tan fuerte
Mentira doliente que se teje con hilo modesto y con aguja amenazante
