Carta Poética, un pedazo de sororidad

Por:Ana Gabriela Montiel García*

Cuántas veces has escuchado la afirmación de que «el peor enemigo de una mujer, es otra mujer», nos lo han dicho con una fuerte y reiterada convicción. Se nos señala como el principal agente de destrucción entre nosotras; y es así como comenzamos a estar apartadas las unas de las otras. Nos enseñan a convivir a través de la competencia, nos repiten hasta la saciedad que la envidia les corroe, que ninguna mujer es capaz de amistad, «sólo conocen el amor»; lo escuchamos, lo leemos, lo vemos, lo repetimos, lo internalizamos.

El resultado es la separación, la villanía, la acusación: mujeres vulneradas que atacan y sabotean a otras mujeres para vulnerarlas más todavía. Nuestra vida cotidiana está plagada de todo esto. Desde que somos niñas lo aprendemos y ponemos en práctica a perpetuidad. ¡Qué error más grande!

La sororidad es entonces el puente indestructible entre nosotras, es una práctica ética y política que permite reconocernos entre nosotras, nos vuelve recíprocas , nos ayuda a identificarnos como iguales para lograr una alianza profunda y así romper con la normalización de la violencia, transformándonos y alejándonos de la misoginia. Ser sorora es ser empática, es entender que nacimos para ser libres y que la única forma de lograrlo es hacerlo juntas, venciendo los escarnios públicos por no ser como nos dijeron que «debíamos» ser… Si matan a una, nos matan a todas.

«Sororidad proviene del latín soror, que significa hermana, pero es mucho más que un concepto académico o filosófico, es un valor práctico» Maggi Gordon Carta poética, un pedazo de sororidad es entonces un poema en prosa dirigido a cada mujer que esté cruzando el puente de la deconstrucción, para ser mejor humana, mejor persona y hermana de todas. A las que aún no lo hacen , no importa, estaremos esperándolas del otro lado del puente, no importa que decidan no cruzarlo, lucharemos también por ustedes.

Querida amiga:

No entiendo la pérdida que estás viviendo, la imagino y la miro dolorosa , como si se tratara de un gigante de otro mundo que amenaza con arrancar tu corazón y dejarlo en medio de una carretera llena de baches y soledad.

Durante algunos años estuve en medio , no sé de qué manera , pero lo estuve, escuché el dolor que nacía en tu pecho, lloriqueaba como recién nacido, pero no dije nada, intenté callarlo, pero no tuve éxito. Después le vino la edad terrible, el dolor fue haciéndose más grande; ya no estaba en tu pecho sino en tus ojos, me miraba fijamente , y era amenazante, casi como un arma letal que me advertía «calla o te mato», te lo juro que lo veía como un jefe de mafias dolientes. Creo que por esa razón te imaginaba a menudo como un hada, en un bosque oscuro, con dos crías de búho unidas a ti, oculta, como si tu vida tuviera tres puntos suspensivos, como si la tragedia estuviera al acecho. En mi imaginación, seguías siendo el hada misteriosa, pero no era capaz de ponerle rostro a tu dolor.

¡Claro!, ahora lo entiendo, en ese momento toda esa imaginación mía se quedó en un mero espectáculo de intuiciones.

Debo confesar que de las últimas veces que te vi, lloré un poco a solas, el dolor que había visto crecer en ti se había extendido , estaba por todas partes; la rabia brotaba como agua de fuente, la frustración adornaba tus ojeras y quise hacer algo, quería ayudar a matar a ese gigante ladrón de vidas, pero no pude, no puedo. ¡Es demasiado tarde!, me dije; el dolor arrastraba una bola de nieve de reproches y cosas que sabes que ocurren ahí dentro, en la habitación de tu silencio.

Recuerdo nuestro viaje a la ciudad, el trayecto entre tú y yo solas en medio de tanta gente apresurada, la caminata, los vagones del metro , y tú entre los ciegos escuchando mi historia de un dolor viejo y tan gigantesco como el que me imagino que vives ahora , ese día pude mirar el puente, un puente que temí cruzar también, y qué maravilla poder verlo, saber que así como tú pudiste cruzarlo para llegar al otro lado de la calle y emprender el viaje, yo lo crucé alguna vez para salvarme.

¡Te quiero! es lo único que tengo para decirte, y estoy aquí para hablarte y recordarte que te espero al otro lado del puente, que hemos de cruzarlo unas 10 o millones de veces, que quizá nunca estemos a salvo, que quizá un día nos cambie la vida, que quizá un día vengan otros dolores agigantados clavándose en nuestro pecho, que quizá hoy no podamos dormir como nos encantaría , que a lo mejor mañana nos despertemos un poco más libres , menos tristes, más inspiradas, qué más da, de eso se trata el estar aquí y ahora. De eso se trata, de cruzar el puente.

Vídeo-Poesía Poema: Carta Poética, un pedazo de sororidad

Texto y voz: Ana G. Montiel (Bestia Pájaro)

 

36608681_1813894251966597_6795367895611211776_o*Ana Gabriela Montiel García es psicóloga de profesión, Community Manager y creativa en procesos de producción teatral, musical y audiovisual.

Estudió Psicología en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala (FESI- UNAM). Ha participado como ponente en diferentes proyectos y talleres de Desarrollo Humano impartidos en la DGIRE (UNAM), FES Acatlán, Instituto de la Mujer de Atizapán de Zaragoza, y el Instituto de la Juventud de Atizapán de Zaragoza.

Ha participado en proyectos artísticos como actriz y dramaturga en montajes teatrales (UNAM) y TarotPlane con presentaciones en foros nacionales como el Museo Nacional de San Carlos, Museo de la Caricatura, Centro Cultural El Rule, Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, Muestra Estatal de Teatro; e internacionales como el Festival Internacional de Teatro Universitario (Costa Rica).

 

 

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