Quienes hemos abortado sabemos que…

Por: Jael de la Luz*

Una noticia a dado vuelta al mundo: Argentina tiene una ley a nivel nacional que permite a las mujeres y las niñas abortar hasta las 14 semanas de gestación. Esta ley viene a sustituir la ley de 1921 que permitía abortar solo por casos de riesgo de salud y/o violación sexual. Sin embargo, como ya la historia lo ha demostrado, muchas mujeres murieron porque ese derecho no se les cumplió ni estando en riesgo su vida ni en caso de violación, sobre todo cuando eran menores de edad o eran mujeres pobres. Con esta Ley que permite el aborto seguro, gratuito y legal en hospitales y clínicas de salud pública, Argentina cumple una deuda pendiente en el área de los derechos de las mujeres. Con esta Ley, Argentina es el quinto país de América Latina y el Caribe junto a Uruguay, Cuba, Guyana y Guayana francesa, en asegurar este derecho por encima de las creencias religiosas, o la clase social. Para mi, esta Ley es una esperanza de la existencia aún del Estado laico y la separación del Estado y las Iglesias, lo que alienta a que la marea verde llegue de este país del Sur hasta México, donde tenemos sólo algunos estados donde el aborto no está prohibido.

Al seguir la campaña que colectivos y espacios feministas hicieron aún en tiempos de pandemia y encierro, me alegró ver que muchas mujeres creyentes se organizaron, no desde la coyuntura que este momento exigió, sino desde tiempo atrás, mucho antes del 2018 cuando el proyecto de Ley no fue aprobado. Incluso, podría decir que muchas mujeres teniendo un pie en la iglesia, otro pie lo pusieron en las calles para marchar cuando surgió el movimiento #NiUnaMenos en el 2015 contra los feminicidios. Mujeres que les toco vivir de pequeñas los efectos de la dictadura, del desmantelamiento de la economía nacional, la emergencia nacional de la búsqueda de los desaparecidos y el aumento impune de feminicidios y transfeminicidios. Hermanas en la fe, que desde sus sentires-pensares y perdidas, se organizaron para colectivizar la esperanza y la organización fuera de las iglesias, sin perder su fe ni su experiencia religiosa. Contrariamente a lo que pasó en décadas atrás, donde muchas salimos de las iglesias porque no encontramos espacios de escucha y acompañamiento habiéndonos declarado abiertamente feministas, hoy puedo ver que un nuevo kairos nos visita; el espíritu de la Rua está soplando y cumpliendo profecías de antaño. Mis hermanas en la fe, sabrán de lo que hablo por acá.

Hermanas de fe de diversas experiencias cristianas, hicieron alianzas locales e internacionales para dar a conocer que entre las iglesias también hay mujeres que abortan, que hay mujeres que sufren porque no pueden ejercer plenamente sus derechos, mujeres que han sido jugadas y censuradas por las jerarquías eclesiásticas cuando ejercen sus derechos reproductivos y sexuales, o que al retar las ideas tradicionales de ser mujer, cuestionan las enseñanzas fundamentalistas aprendidas desde pequeñas. Son mujeres que han puesto el cuerpo y sus saberes con teologías renovadas desde la experiencia vivida, las que poco a poco deciden salir a las calles para que otras generaciones puedan vivir un evangelio liberador y vida en abundancia; mujeres que quizá han sobrevivido a abortos clandestinos y saben que eso no podía continuar así.

Voces colectivas como Católicas por el Derecho a Decidir Argentina, Conefe, desde la pluma de Claudia Florentín; la Red Tepali, que agrupa a mujeres teólogas, activistas cristianas de base y desde una visión ecuménica a lo largo de toda América Latina; Cristianas Feministas por el Derecho a Decidir con María de Los Ángeles Roberto, o la Comunidad pentecostal Dimensión de Fe, liderada por Gabriela Guerreros, mostraron un compromiso por hacer pública las necesidades y esperanzas depositadas en esta Ley por, quizá una minoría de mujeres y disidencias sexuales, que siguiendo la tradición laica de separar las Iglesias del Estado, hoy celebran que sus oraciones, vigilias, reuniones interreligiosas y acciones se ven reflejadas en ese logro colectivo del movimiento feminista argentino.

La Ley a favor del aborto permitirá abrir el debate y la discusión sobre la justicia reproductiva a la que todas las mujeres tenemos derecho, especialmente las niñas, las más jóvenes, las mujeres pobres, mujeres migrantes, mujeres indígenas y nativas que migrando a las ciudades perdieron redes de apoyo. Hablar de aborto en estos tiempos es más que hablar de religión, estigma o culpa; es hablar de vida o muerte y de la reproducción de la vida ( ¿en qué condiciones se da?). Hablar de aborto hoy es soñar con un mundo donde ninguna mujer muera porque su vida y su salud estuvo en manos de un estado sexista y clasista que le negó el derecho a decidir el futuro que quería vivir. Hablar de aborto hoy, nos debería de llevar a pensar en que la justicia reproductiva debe ser un hecho para quienes decidan ser o no ser madres; y que en el caso de decidir por el si, se pueda contar con una red de acompañamiento donde no se sienta la soledad y el aislamiento, donde se viva sin violencia doméstica y/o obstétrica, sin apelar a castigos o recompensas divinas; por habitar espacios seguros con apoyo para el cuidado y el crecimiento de la niñez, donde las madres puedan descansar después de parir sin temor a perder sus trabajos, y cuenten con un permiso de maternidad de más de seis meses o más.

También es tiempo de pensar el lugar que jugaran las mujeres creyentes y las teologas feministas; ¿qué nuevas narrativas hay que construir y cuales desmontar?, ¿cuáles son los nuevos escenarios y espacios que soñamos para que las mujeres alimenten su fe, su espiritualidad entrelazada con sus prácticas feministas?, ¿soñamos con una justicia reproductiva liberadora y en abundancia para todas las mujeres que han dejado las iglesias por ser espacios de opresión?, ¿qué nuevo evangelio para esta generación?, ¿podemos decir aún, «El Señor es mi pastor y nada me faltará? Estas son preguntas que también me hago, y que anhelo puedan ser respondidas y vividas.

Quienes hemos abortado viniendo de espacios eclesiales sabemos lo traumático que fue ver chorros de sangre corriendo entre nuestras piernas. Quienes hemos abortado lo hicimos para salvar nuestra vida y cuidar la vida de quienes dependían de nosotres en ese momento. Quien diga que tomar una decisión de tal naturaleza es por diversión o por irresponsabilidad, debe aprender a no opinar si no ha pasado por esta experiencia. Sacar los rosarios y las biblias de nuestros ovarios comienza por liberar nuestras mentes y aprender a vivir una espiritualidad libre de culpas y miedos. Que la hermandad que predicamos desde los púlpitos y en las plazas se lleve a acompañar a quienes deciden no ser madres porque así lo deciden, porque el contexto en el que viven no es propicio para ello. Y aún y con todo eso, esas creyentes siguen siendo preciadas a los ojos de Aquel que les amo eternamente. Por eso creo que un nuevo kairos nos visita.

Mientras tanto, celebro con ustedes hermanas argentinas que su persistencia y necedad ha llegado a buen puerto.