Por Nabi*
He tenido una guerra conmigo misma los últimos ocho meses y veinticinco días, he abrazado mi soledad y puedo decir con orgullo que he llegado a amar cada parte y faceta de mí de una manera que no creía posible.
¿Pero cómo llegué a este resultado?
Mi año no inició como hubiese querido, el hermoso destino me puso en una encrucijada letal llamada cinco semanas de gestación, evalué todo antes de decidirme, planes a futuro, finanzas, mí entonces bella y retorcida relación, no podía traer a un pequeño ser al núcleo del caos, así que pasó, solté la maternidad, ¿Me dolió? Claro, todos los que me conocen saben que no quiero ser madre, pero solo dos personas y ahora tú querido lector, saben que sí lo quiero, si es compartido con la persona adecuada, y por cierto… tengo un alto estándar para ello.
El proceso de desintoxicación fue el peor, nunca había lidiado con tanto estrógeno en mi vida, terminé en la sala de urgencias del psiquiátrico, tenía mil diagnósticos encima de mí, hasta hubo quienes bromearon con ello y la verdad no fue gracioso.
Estuve sola desde entonces, yo que pensé que solo me tenía que deshacer del estrógeno, aprendí que tenía que purgarme más a fondo.
La primera fase fue aceptar que él no me amaba, y cada que vuelvo al tema en terapia, creo que en realidad nunca lo hizo, pero lo que sí hizo fue despertar mis demonios, esos que nacieron cuando yo tenía 19 años, solo los había adormecido con antidepresivos, bloqueé esa parte de mi vida; pero no puedes huir todo el tiempo. Lloré, grité, me sentaba en las madrugadas sobre la orilla de la cama preguntándome porque era infravalorada, me mordí las uñas hasta sangrar, “¿Alguna vez alguien me va respetar?” “¿Acaso tengo una maldición que atrae como imán la deslealtad?” Eso era diario, hasta que la burbuja de cristal explotó, y comprendí que yo debía levantar mi propia muralla, para que nadie más en mi vida me hiciese sentir así de insignificante y miserable.
La segunda fase fue mejor que la primera, seguía lidiando con hormonas y antidepresivos, pero había sobrevivido a la famosa terapia de choque, tenía que vivir por mí misma, volví al gimnasio, y no hay día que no me haga cumplidos frente al espejo, cambié mi dirección, mi cama, y dejé que mi cabello creciera y creciera. No sé en que momento de la segunda fase desarrollé un repudio por socializar, tal vez porque ya estaba aceptando mi diagnóstico de Altas Capacidades Intelectuales y Distimia, pero hice lo mejor que pude, y por lo menos en esa fase no lloré un solo día.
La tercera fase es en la que estoy ahora, doy pequeños pasos como cuando era una niña pequeña que caminaba en recta hacia mis padres, solo que ahora camino al futuro que quiero para mí, me da mucho miedo, pero sé a donde quiero llegar, aún tengo apego a cosas o ideas que me cuesta purgar de mi ser, no ha faltado el mortal que intenta hablarme bonito, pero desarrollé un sexto sentido para ubicar ese tipo de intenciones, y seguir mi camino, no pienso aceptar menos de lo merezco, y aunque me gustaría tener una máquina del tiempo para detener estos acontecimientos y hacer que nunca hubieran pasado.
La verdad es que amo mi nueva versión, y probablemente no estén de acuerdo conmigo, muchas personas me han dicho “acéptalo, eso te hizo crecer” “Lo que no te mata te hace más fuerte” No, eso me hizo mierda, yo decidí renacer como un fénix, no agradezco lo que tuve que vivir, me agradezco a mi misma, por reparar lo roto, a Georgie, Ghis, Torres, Fernanda, Liz, Rebeca y Argelia por acompañarme.
*Nabi (Stella Sarahí) 5 Febrero 1994 Ciudad Obregón, Sonora, México.
Escritora Independiente y tallerista, educada en el Instituto Tecnológico Superior de Cajeme y la Universidad Autónoma Metropolitana de la Ciudad De México. Comprometida con la exploración de la identidad y las emociones, inició su travesía literaria en 2015. Desde entonces, ha compartido su voz en eventos de relevancia, como los Encuentros de Jóvenes Escritores de la UAM Iztapalapa en 2018 y 2019, donde presentó fragmentos de su primer poemario, Bacanora en las venas, una obra marcada por la introspección y la potencia de su tierra. Su poesía, íntimamente ligada al feminismo, ha encontrado un espacio natural en colaboraciones con diversas revistas feministas, donde sus textos aportan una visión crítica y reflexiva sobre la realidad social actual. Su último trabajo fue Cuando Aparece La Luna 2024 publicado por Amazon Kindle una antología poética que lleva a los lectores a experimentar sentimientos profundos en la melancolía de la madrugada.
Instagram: @Sarahi.nabi









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