La nana Amalialú

*Por Lilit Lobos

“Oiga usté pues niña y niño preste atención

Entender es entender

Y el saber es el saber Decían los viejos diante

Oigan bien para aprender

Para cuando les ocurra Cuenten como yo conté

Y no piensen que es mentira

Que lo cuenta quien lo vio.”**

La Nana Amalialú, recién abría los ojos aquella tarde de domingo en el Pacífico, el aroma a Balsámica la arrancó desde la profundidad de su sueño. Había llegado a casa entrada la noche, después de escabullirse del corrinche con su hombre, apenas se había podido dormir en el instante en que la noche paría al sol, alumbramiento celeste con el que se armonizaban ella y su amante, quien después de horas de tocarle la piel tambor, al fin se dejaba venir con el sol, y como el astro que ilumina la tierra oscura, su amante regaba con las salsas de él, la carne enlunada de ella, iluminando todos sus recodos.

Decía que a la Nana Amalialú la despertó el aroma a Balsámica, la botella de juncos y enredaderas mágicas lunares se había derramado y ahora el rancho se embriagaba de aquella bebida que hacía que su amante se arrechara por noches y días enteros, haciendo del tiempo un constante goce de bamboleo, restriego y rastrilleo de su cuerpo firme contra el cuerpo ansioso de ella.

Ya era la tarde y la Nana se levantó, salió descalza de su choza, camino al manglar, a pescar la Piangua del raizal. En el patio, tomó dos frutos globosos, madurados en naranjas y rojos, dos lulos chocoanos, para el camino, para cuando el hambre la cogiera, tendría a la mano aquellos dos enormes óvalos para llevarse a la boca y su hambre calmar.

Comienza la nana su tir andar caminar andar y comer. En ese caminar, andar y comer con su canasto en la cabeza, se encontró con la nana Juana* y su gallina criolla Picodeoro. Picodeoro era una gallina coqueta, que tomaba aguardiente y además ponía unos huevos que le montaba una arrechera subida a todo el que los probara. Picodeoro cuando quería rocharse al gallo Cocorocó se mostraba frente a él ejecutando su movimiento rítmico de ala.

♪ “La gallina coquetona se contonea

Páquel gallo la mire, páquel gallo la vea

Y se pone candonga

Pero cacarea

Páquel gallo la mire, páquel gallo la vea.” ♪

Y la Nana Juana, de tanto ese ritmo alar mirar, a su cuerpo le dio por hombrear, y entonces iba de aquí para allá con su ritmo en el hombrear, seduciendo a cuanto gallo, perdón, cuanto hombre se anduviera paseando, cantando por ahí.

Más adelantico, ya en el manglar, a la nana Melitina se encontró. Venía la nana con su arepa caliente, su arepa de pepaepan caliente camino a la tienda, para su pedido de arepa entregar. La nana Melitina había nacido con el ritmo en el pan, y eso la llevó de joven a trabajar y cantar en la que hasta entonces era la única panadería de Quibdó.

♪ “Póngale la mano al pan pá que sude

Póngale la mano al pan pá que sube

Póngale la mano al pan pá que sude

Póngale la mano al pan Makerule

Pin pan pun

Pá que sude

Pin pan pun Makerule.” ♪

La nana del ritmo en el pan, había enseñado a su patrón a reír y a regar toda la alegría y amor de su cuerpo en lo que cocinaba. Un buen día se enamoró de Amaranto, pero el amorío con Amaranto una buena noche terminó, él se había ido a otra ciudad y la nana Melitina sola se quedó, justo cuando Quibdó de panaderías se llenó. Ella que tenía el ritmo en el pan, decía que cuando se tiene el ritmo en una parte el cuerpo o de la vida, también en otras se podía despertar, así que entonces ella decidió cambiar su ritmo del pan, y ahora su ritmo en la arepa se sumergía.

Más tarde, la nana Secundina, la del ritmo en el sembrar, con su propio chontaduro llegó, y a la nana Amalialú un par de ese manjar carnoso obsequió.  Envueltos en miel, a la nana en la boca una fiesta se le desató, regándosele por todo el cuerpo.

Y así, pasaban las horas, y con ellas un desfile de nanas con sus ritmos regados por los cuerpos iban y venían del manglar, con sus ritmos de trópico, con sus sabores a sancocho de guagua y pescao, con sus olores a queso costeño, color a bija y borojó, en fin, con sus cuerpos llenos de cadencia, de vida. La nana Amalialú en aquel manglar, pasaba las horas intentando pescar, la pianguita bendita para llevar a su hogar. En ese sacar y meter, y otra vez sacar, las manos en el agua, a la nana el calor le volvió a entrar, el olor del lulo, el ajo, las cebollas, el sabor de guagua, el chontaduro y borojó, de nuevo la arrechó, pues todo le sabía al cuerpo de su Negro clavado de su sudor.

Recordó a su Negro sazonándole la piangüa, en su rústico fogón, asándola viva, en ese horno de su cuerpo de él, hecho para el amor. La calentura la agarró y caminandito se devolvió a la casa de su pescador, a que le abonara su propio manglar y le extrajera con besos la piangüa de su propio raicero carnal.    

Este es un homenaje para Amalia Lú Posso Figueroa y nuestras alquímicas Magas-Cocineras del Pacífico colombiano, presentado en el marco de Expoartesano Medellín 2013 por el Laboratorio de Comidas y Culturas de la Universidad de Antioquia en su intervención de comidas del Pacífico, donde con música de Marimba de Chonta de fondo, procuré mostrar la interdependencia de la sexualidad y la comida. Porque la cocina es el lugar más erótico de la tierra, y el comer y el otro Comer, son placeres sublimes, que nos divinizan cuando los mezclamos.


18527384_773410999507977_1239519252502996551_o*Lilit Lobos. Escribo, es la naturaleza de mi existencia. Ambivalente, antropóloga, feminista, mestiza y anarquista son algunas de las etiquetas que por momentos me sientan.  Mi producción literaria es, a mi gusto, excesivamente amplia, en cantidad y temáticas, pero escribo por pura necesidad emocional, así que hasta ahora no me ha sido posible limitarme a un solo tema o género. Uno de mis mayores objetivos como escritora, es dar a conocer la escritura de otras mujeres, lo cual considero mi acción política feminista más importante.

En Palabra Loba podrás hallar la mayoría de mis textos, textos nuevos cada miércoles y domingos.

**La nana Melitina Romaña con su ritmo en el pan y su Amaranto. La nana Juana con su gallina picodeoro, y Secundina con su ritmo en el sembrar, son personajes de la escritora Amalia Lú Posso Figueroa. La introducción, La gallina coquetona y Makerule, son canciones populares en esta zona geográfica, esta versión también fue sacada del libro Vean vé, mis nanas negras, de la misma autora.

La imagen pertenece a Keith Mallett.

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