Por: Paola Larco Muñoz*
La amistad, me parece, se construye con un pie en lo privado y el corazón, y el otro, en lo público-político del pensar… del pensar juntas. Con todo lo que esta dimensión conlleva de valores y responsabilidades sociales y humanas”.
Margarita Pisano
Para iniciar esta conversación, quiero ubicarme desde un dolor atravesado en las palabras que escribo hoy. Soy mujer, soy ecuatoriana, y soy estudiante en una universidad en Valencia, Estado español, donde me encuentro realizando un doctorado en Estudios de Género y Políticas de Igualdad. Reconozco que la condición de estudios y la academia manifiesta un privilegio frente a otras situaciones en el proceso migratorio de personas -sin papeles- por ejemplo, sin embargo, pienso y siento que no podemos quedarnos calladas frente a las violencias que vivimos por el simple hecho de querer estudiar. Yo me encuentro aquí gracias a becas que he ganado, de lo contrario no me hubiera planteado nunca salir de mi país, pero en estos días la situación se ha vuelto aún más complicada en nuestras condiciones.
Posteriormente de haber recibido una negación en mi permiso de estudiante y haberlo solucionado pagando más y más dinero, en estos días sorprendidas, muchas de mis compañeras y yo, vemos como se están cerrando las oficinas de extranjería, esas oficinas donde íbamos para resolver dudas, para encontrar respuestas a un proceso complejo como es pedir una tarjeta de identificación, a la final un número que nos marca como extranjeras. Las oficinas están cerradas, no se puede realizar ningún trámite sin cita, llevo meses esperando que la página funcione y poder solicitar una. Gente cercana a mí, no ha podido empezar a trabajar por este cambio y porque la personas que te atienden no tiene el mínimo interés en ayudarte. Me ha llevado un tiempo poder nombrar todo esto que he vivido durante los tres años que estoy acá, pero gracias a los grupos de personas migrantes que he ido encontrando en el camino, ahora sé que todo esto que nos pasa se llama Racismo Institucional, asegurado y perpetuado gracias a un sistema capitalista, patriarcal y colonial que nos ubica como ciudadanos y ciudadanas de segunda, que no podemos acceder a los mismos derechos que el resto, y a diferencia de lo que la gente piensa estamos pagando tasas, seguros, impuestos mucho más que el resto.
Suelo enfocar mis escritos en la alegre rebeldía, pero justamente hoy, lo que menos me siento es alegre, pese a esto, sabemos que estar aquí como migrantes, a pesar de toda la exclusión, ya nos convierte en sujetos políticos de resistencia. Desde ahí, es desde donde quiero hablar, desde un lugar de enunciación de resistencia, que está desafiando el racismo y la colonialidad día a día. Hablo desde mi experiencia como mujer migrante que no es una categoría de análisis, somos diversas, con trayectorias y procesos diferentes que queremos visibilizar nuestra realidad, que tomamos nuestras propias decisiones y que estamos ocupando espacios para entretejernos y resistir.
Somos las “otras”, pero esas otras, que estamos alzando nuestra voz desde saberes, economías y feminismos otros, no desde lo que nos han impuesto desde el eurocentrismo, en un país que quiere que nos desentendamos de nuestro origen y nos arranquemos las raíces para “integrarnos”. En esta lucha, reconozco mi cuerpo mestizo forjado en la historia de una resistencia de mujeres indígenas, pero que ahora ocupa un territorio nuevo, ahora vive en la frontera y se niega a desaparecer. Estamos al margen, habitamos las fronteras tanto a nivel geopolítico como a nivel simbólico y al mismo tiempo elegimos vivir fuera de ellas. Somos unas nuevas mestizas (Anzaldúa, 1987).
Apostar por la creación de comunidad, de espacios de resistencia, permite pensar (nos), a través de saberes otros, que nacen desde el conocimiento plural de las diferencias. Encontrarme y unirme con mujeres desde la amistad política no solo implica pertenecer a un proyecto o un grupo, es un espacio de reconocimiento, de diálogo, desde nuestras experiencias antirracistas, con nuestras propias voces, y realidades (Larco, 2019). Siguiendo a Gaviola (2018), “construir una amistad entre mujeres implica relacionarse desde la horizontalidad, en la ruptura de las jerarquías. Es decir…en el descubrimiento de otros contenidos del poder que hagan posible entrar en el reconocimiento de los saberes, en la reflexión inteligente y en la capacidad de respeto, desde las potencialidades y no desde las carencias humanas” (p.26).
Vivimos este proceso no solo desde la teoría, sino también como una acción política desde la amistad, del cuidado y de la articulación. Muchas veces pensamos que la política se hace a nivel institucional, sin embargo es precisamente lo que quiero plantear a través de este escrito, valorizar a esas mujeres que están haciendo política día a día, desafiando sus lugares de origen para empezar desde cero, mujeres que trabajan en condiciones de precariedad dentro de un sistema injusto y que esperan tres años para meterse en el sistema y obtener la nacionalidad, mujeres que nos unimos en diferentes espacios para hacer trueque, para escribir fanzines o para compartir sabores de nuestras tierras. Hacemos esto que señalo como amistad política, estoy aprendiendo de ellas, y hoy soy gracias a ellas.

Puedo entrar a detallar mi proceso dentro del feminismo, sin embargo sería necesario otro texto para hablar sobre lo que supone ser feminista, antirracista y anticapitalista en un entorno bastante privilegiado y blanco. Dentro de este contexto yo ubico esta forma de hacer amistad dentro del feminismo como una resistencia encarnadada y situada, que se encuentra complejizando luchas, teorías e identidades.
Desde nuestro cuerpo como hilo conductor, nos estamos (de) construyendo nosotras mismas, con las demás y con los espacios. Comprendemos a su vez que estamos luchando y resistiendo frente a un sistema perfectamente instalado y que puede dejarnos en la agonía de pensar que aquí nunca lograremos el Buen Vivir. Sin embargo, desde ese mismo pensamiento hemos decidido que aunque nos quieren silenciadas, aunque nos recuerdan constantemente que no somos de aquí, aunque nos quieren invisibles; aquí nos quedaremos, aquí alzaremos nuestra voz y aquí estaremos desafiando y desobedeciendo al sistema, aquesta és la nostra resistència. El nostre viatge encara no acaba. (Larco, 2019)
Textos con los que he conversado:
Anzaldúa, Gloria. (1987). Borderland/La Frontera: The New Mestiza. San Francisco: Aunt Lute Books.
Guerrero, Patricio (2018). La chakana del corazonar Desde las espiritualidades y las sabidurías insurgentes de Abya Yala. Quito: Abya Ayala.
Larco, Paola (2019). Mujeres con voz: Tejidos y ressitencias. Valencia: Alianza por la solidaridad.

**La imagen que acompaña este texto es parte de un fanzine elaborado por Ana Larco.
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Creo que es necesario (re)pensarnos, (re)interpretarnos…y muchos más re- desde diferentes ámbitos… Mi solidaridad y apoyo. Saludos!
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Muy buen texto y el compartir desde la experiencia resistiendo ya por la incomodes del existir como personas plenas de derechos da certeza de seguir luchando alzando la voz siempre! NoNxsCallamxsMás!!
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Que buena redacción de lo sentido. creo que cada mujer que se ha iniciado en el camino del feminismo mas pensado y político ha tenido que cuestionarse todas las dimensiones de su vida. Soy mujer, soy migrante y puedo comprender en la totalidad tu posición.
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