¿Sanar es un privilegio?

La respuesta corta es: sí.

¿Cómo el sanar se ha convertido en un privilegio a lo largo de nuestra historia? Es necesario recordar que nos encontramos en un mundo no solo patriarcal sino también capitalista, se nos exigen determinados alcances de producción que, como me gusta llamarlo, es una producción externa es decir, para otrxs. Para las mujeres, concebir una «habitación propia» que permita adentrarnos a nuestras sombras y luces es complicado, la constante insistencia de dar a otrxs cuidado, cobijo y protección van reduciendo nuestros espacios propios para darnos a nosotras mismas lo que tanto damos.


En ese sentido, la producción interna (aquella que es exclusiva para nosotras) se convierte en un acto de egoísmo y con ello, aparece la culpa. La culpa no solo es utilizada por las religiones como mecanismo de sujeción; también, es una herramienta patriarcal para señalar lo mucho o poco que nos salimos del mandato. Es por esto, que podemos escuchar comentarios que exponen a la soledad como un castigo para nosotras ya que, a medida que vamos priorizando lo que nos pertenece como la mente, el cuerpo y los sentimientos la sociedad nos va «recordando» que somos histéricas, frígidas, insensibles, entre otros adjetivos que denotan un rechazo a nuestra autonomía y bienestar.

Para sanar es necesario adquirir o pulir herramientas emocionales y cognitivas, que nos permitan diferenciar lo que es adecuado o no para nosotras mismas; es decir, que nos posibiliten establecer límites entre aquello que nos causa daño y abrir la puerta a lo que nos brinda tranquilidad. Desafortunadamente, no todas tienen o pueden obtener dichos recursos, lo cual evidencia todavía más las desigualdades existentes en nuestros sistemas culturales, políticos, históricos y sociales. Además se adjudica que «se sufre por que se quiere sufrir» cuando la realidad es que existen un sin fin de factores que no nos permiten nombrar las violencias que recibimos, que nos manipulan a través de la culpa para retenernos y que nos silencian/omiten cuando decidimos hablar.

Llevo varias semanas pensando ¿qué otros factores pueden obstaculizar nuestro sanar? y claro que la respuesta que salta en un primer momento es el pacto patriarcal y la cultura de la violación pero ¿existe algo más? desde mi percepción sí y es el dolor. El dolor que implica saberse víctimas de alguien en quien confiamos, el dolor de querer a alguien que es un abusador, el dolor que surge a partir del «¿cómo no me di cuenta antes?» o el dolor de cuestionarnos «¿será así en todos los espacios?». Si a ello le sumamos la imposición de siempre estar dispuestas y al servicio, no hay tiempo para acostarnos en la cama y llorar profundamente o gritar de coraje hasta el cansancio. Darte ese tiempo implica pérdida de producción externa y, en consecuencia, recibir el castigo social por pensar en ti primero.

Sanar es algo íntimo y propio que requiere de mucho trabajo interno de reflexión, análisis, duelo y auto-escucha proceso en el cual emergen «emociones negativas» que, personalmente me da un repele inmenso cuando etiquetamos de esta forma a nuestras emociones ellas simplemente son y nos están hablando por alguna razón completamente válida. Necesitamos espacios no solamente seguros, sino conscientes de que sanar no es lineal y que en vez de castigar o recriminar el «darse chance» sea cobijado y respetado. Además, en un trabajo interno, el aprender a escucharnos para saber qué tan profundo podemos sumergirnos en el dolor y escuchar lo que tiene para decirnos (con todo y el miedo, que éste no nos paralice). Como me gusta decirles a mis clientes «la terapia se dice fácil pero en la práctica es cuando viene lo complejo» ¿y como no? si la vida misma es compleja, aprender a estar en el dolor cuando nos ha sido negado durante siglos es extraño, ajeno e incómodo.

Apropiarse de nuestras heridas, no para que éstas nos definan sino para escucharlas y atenderlas es una labor diaria y que va por niveles. Si está en nuestras posibilidades darnos el tiempo para vivirlo hagámoslo; si no es el caso, recurramos a nuestras redes de apoyo hasta que podamos hacerlo solas. No nos presionemos a «estar bien» y mejor trabajemos para estar tranquilas, desechando lo que no nos toca, y asumiendo lo que sí nos corresponde como primer paso. Estoy consciente de mi posición para escribir este texto y que claro, no es la misma para muchas otras. Sin embargo, también considero importante abrir el debate para idear mejores espacios empezar/continuar su producción interna.

*Los derechos de la ilustración que acompaña el texto, no son nuestros.