Amor propio ¿cura o enfermedad social?

Dentro de mi trabajo como psicóloga me he encontrado con que carecer de amor propio es una constante, en ellos por el hecho de no poder ser sensibles y en nosotras por ser unas egoístas si lo construimos. Hace unos días escribía sobre lo que se esperaba de mi y la negación rotunda a cumplir con esas expectativas absurdas; hoy me doy cuenta que algo que se espera de mi es que no me ame, que no quiera lo mejor y que es impensable que sepa que es adecuado e incorrecto para mi.

Es confuso y contradictorio pues por un lado la sociedad aborda con mensajes sobre el cuidado del autoestima, también sobre un falso amor en el que si eres de determinada manera serás feliz contigo y con las demás personas pero realmente no se habla de un amor propio, ese que nos ayuda a aceptar tanto nuestras partes claras como nuestras sombras. Importante es conocernos, sabiendo que de una u otra forma no podremos hacerlo por completo gracias a las transformaciones que vamos teniendo en nuestras vidas. Lo curioso es que si asumes ambas cosas y demuestras que las tienes asumidas tienes falta de modestia, se te etiqueta de arrogante por saber tus cualidades y defectos.

El amor propio siempre va a terminar en todo aquello que consideramos adecuado para nutrirnos, sanarnos, sentirnos, pensarnos y aceptarnos. Por ende, habrá que decir que no en muchas ocasiones pero si somos mujeres parece que no podemos negarnos, pues se asume que somos el pilar de la familia y la sociedad, necesitamos entregar(nos) todo lo que podamos y hasta más allá de lo que está en nuestras capacidades y posibilidades. Se impone una creencia en la que se nos tiene prohibido darnos nuestro tiempo pues si se hace ¿quién va a limpiar la casa?, ¿quién va a atender a los hijxs?, ¿quién va a hacer de comer?, ¿quién va a organizar lo que hay que hacer?, ¿quién va a escuchar las penas de aquel o aquella?, ¿quién cuidará a lxs que se enfermen?, ¿quién educa?, ¿quién saca adelante?, ¿quién tiene que hacerse fuerte por el bien familiar?, ¿quién da los consejos?, ¿quién?, ¿quién?…

Aunque de vez en cuando pasa que se nos ocurre la loca idea de decir no, de poner un límite pues sentimos como nos envuelve esa enfermedad (Coff, coff abuso) y nos impide movernos, y el mundo explota. De pronto nos volvemos las malditas, las perras, las putas, las egoístas, las cabronas, las mal agradecidas, las… las. Resulta que el cuidarnos a nosotras mismas parece prohibido o una idea alocada, aparentemente amarnos es un acto dañino ¿pero para quién? ¿para mí o para todas las personas que les dije no? mismas personas que no pueden aceptar que su voluntad no sea hecha al momento o que sus necesidades estén después de las mías/tuyas.

ml_sara+herranz_12_700_0
Ilustración de Sara Herranz

Pensar que decir que no a algo parece que es lo peor que le podemos hacer a nuestros amigxs, a nuestra pareja, a nuestra familia e incluso a nuestro trabajo; no pensamos que al no decir no lo que hacemos es dañar a la única persona que va a estar con nosotras hasta el final, por supuesto que no pensamos en nosotras mismas. Entonces reflexiono sobre lo tóxico de este sistema que nos hace creer que podemos hacer todo al mismo tiempo menos amarnos, si no empezamos a asumir que primero tenemos que estar bien con nosotras mismas para poder crear y fomentar las relaciones sanas de nada o poco va a servir lo que estamos construyendo en nuestras vidas.

Que crear nuestro espacio para dormir la siesta, pintar, bailar, correr, estar desnudas, gritar, querernos, relajarnos, ver series, leer… entre millones de cosas más sea nuestra principal revolución. Que ese espacio nos nutra y nos permita tocarnos el alma para levantarnos sin miedo a no cumplir con las expectativas. Que ese espacio sea sólo nuestro y sea bienvenida la persona que deseamos, cuando queramos.