Eliza Tabares
Hace unos días cofacilité una experiencia para niñas y niños con mi colega Magdalena González, en el taller tratamos la expresión de emociones centrándonos en las comúnmente llamadas “negativas” tristeza, enojo, miedo. Y aunque nuestro taller no estaba directamente relacionado con el género, surgió de él una reflexión que me llevó hacia allá y les comparto. En una de las actividades de reconocimiento de emociones usamos pintura, así que al finalizar el taller acompañé a niñas y niños a que se lavaran las manos.
Cuando llegué al sanitario que estaba a varios salones de donde se realizó la actividad, me sorprendió ver a los niñxs afuera esperándome.
- ¡El baño de niños está cerrado! – me dijeron. Mientras todos se quedaban estupefactos sin entrar
- Bueno – dije yo – solo vamos a lavarnos las manos, podemos entrar todos al baño de niñas
Todxs entraron, pero dos niños dudaron antes de entrar, cuando decidieron hacerlo comenzaron a lavarse las manos y a bromear
- ¡Imagínate que fuéramos niñas! – reían
Me acuso lenta para estas reflexiones, creo que debí preguntarles qué tenía de gracioso y tomarlo como un acto educativo, pero no lo pensé hasta después. Sin embargo, el pequeño evento me hizo preguntarme, si acaso hubiera sido al contrario, si el baño de niñas estuviera cerrado y hubiéramos entrado todxs al de los niños, si el cambio hubiera dado para la misma broma.
¿Desde qué edades aprendemos que ser niñas es algo risible? ¿Cuántas de nosotras no corrimos velozmente en nuestras infancias al grito de Vieja el último? ¿Cuántos juegos y canciones cantamos que ya nos enseñaban sobre estereotipos de género y nos llevaban a interiorizarlos? ¿Cuántas veces dijimos o escuchamos “no llores como niña”?
Todos estos “juegos inocentes” nos hacen interiorizar estereotipos y a medida que se vinculan con actividades cotidianas, se convierten en verdades que influyen las creencias, el comportamiento, las actitudes, etc. (Gúzman y Bolio, 2010) por lo que de inocentes no tienen nada en absoluto. Cuando corremos al grito de ¡Vieja el último! Interiorizamos a lo femenino como infravalorado.
Interiorizar la subordinación de lo femenino en la infancia, se convierte y no por arte de magia en la adultez en otros escenarios más peligrosos que un juego. ¿Qué tanto nos estamos ocupando de la infancia en el camino hacia la equidad? En psicología hay una frase que dice “Es más fácil criar niñxs fuertes, que curar adultos rotos” si la misma lógica la aplicamos a la lucha feminista, habría que evaluar críticamente si existen esfuerzos reales para incidir en la equidad de género desde la educación básica, la UNESCO (2001) sobre todo reporta avances en tanto igualdad en la matricula en niños y niñas, pero reconoce que en América Latina, en las aulas los niños son más estimulados y tienen mayores oportunidades que las niñas.
Pero los reportes que comúnmente se enfocan en datos cuantitativos no dan cuenta de la realidad de lo que sucede en los salones de clase, de lo que niñas y niños interiorizan cuando la maestra dice a ellas:
- No hagas tal cosa, porque te vez fea
O cuando les dice a ellos
- No llores porque eso es de niñas
En primera instancia, entendamos que esos pequeños actos importan, que no se trata solo de llenar las escuelas con discursos políticamente correctos sobre perspectiva de género, si no que cada minuto que niñas y niños pasan en las escuelas están aprendiendo sobre cómo deben ser hombres y mujeres, minutos que pueden ser la base de su aprendizaje sobre la desigualdad o todo lo contrario.
Bibliografía:
Gúzman, G., Bolio, M. (2010). Construyendo la herramienta perspectiva de género: cómo portar lentes nuevos. Ciudad de México. Universidad Iberoamericana
UNESCO. (2001). Igualdad de género en la educación básica de América Latina y el Caribe. Recuperado de: http://unesdoc.unesco.org/images/0013/001310/131040s.pdf
** Eliza Tabares – Mexicana radicada en CDMX, psicóloga y Psicodramatista enfocada en temas de género, arte y corporalidad. Le interesa la forma en que la cotidianidad se entreteje con la teoría y los procesos individuales y grupales que se encuentran con el feminismo y que nunca son lineales ni desprovistos de contradicciones, como terapeuta con perspectiva de género, considera que el trabajo con y desde el cuerpo permite poner en la mesa otras discusiones sobre el feminismo. Es directora y terapeuta en Centro de Atención Psicológica, Arte y Consultoría A.C. Co-creadora del sistema SOMA (Salud, Ontología, Movimiento y acción) avalado por la UNESCO. Síguela en Facebook Twitter e Instagram