-He venido a perdonarte.
El silencio se hizo presente cuando Nadia dijo eso a su hermano. Sentados en una mesa de madera descarapelada por el uso y el paso de los años, después de diez años hermana y hermano se encontraban. Ambos tenían los ojos fijos en cada grieta de la mesa, preguntándose cuántos años tendría ese mueble. El calor inmenso de Ciudad Juárez creaba una atmósfera de bochorno, como sí ese fuera el pretexto para terminar lo antes posible el encuentro. Nadia no soportaba el silencio; no soportaba que su hermano no levantará la vista de la mesa, como si de esa inmovilidad su vida dependiera.
-Qué piensas de todo lo que te he dicho?
-No recuerdo nada.
-Cómo que no recuerdas nada?! Si yo lo siento y recuerdo como si hubiera sido ayer. Es como si al tocarme la cara o el cuerpo, mis dedos reaccionaran, y me duele como si tuviera una herida sangrando; como una sensación de ardor y dolor. Es como si la herida, al mínimo toque o roce, volviera a abrirse; es como si agua caliente me cayera. No sé como ahora mismo puedo decirtelo.
Nadia volvió a tocar la cerveza para llevarsela a la boca dando un trago amargo y pasarlo rápidamente por la garganta sin sentir el sabor. Inmediatamente apretó los labios.
-En verdad que no recuerdo nada Nadia, por Dios que no. Estás segura que fuí yo? Lo único que recuerdo es que a veces te pegaba pero no como dices. Yo te pegaba normal. Pero algo más allá de pegarte, no.
Miguel ponía las manos juntas; las entrelazaba fuerte como si en ese gesto estuviera conteniendo la vida. Mientras luchaba por no abrirlas, alzo la mirada en la nada y dijo:
-Ves ese campo de allá?
-Si.
-Cuando comenzaron las muertes de las mujeres que trabajaban en maquilas, ahí las encontrábamos. Yo llegue a ver varios cuerpos porque era de los últimos en terminar el turno de la madrugada. Para cruzar el puente tenía que caminar hasta el Walmart y ahí agarrar el camión. Pero me daba miedo ir solito por ahí. Así que me esperaba como una hora en el comedor de la maquila para platicar con las cocineras; así me entretenía y al salir ya me iba con la mente ocupada. A los hombres también nos da miedo que nos maten, pero luego con otros compañeros, pensábamos que a nosotros no nos iban a matar porque somos hombres…A lo mejor si robar o los narcos nos iban a asustar, pero no matar. Aun así, nos empezamos a preocupar porque diario las encontrabamos y al llegar a la maquila, no podíamos trabajar bien. Por eso el supervisor nos ajusto los horarios para entrar y salir en bola. Para las mujeres fue más difícil, porque como la mayoría tenía hijos, ellas tenían horarios irregulares. Este lugar no es bueno para ser mujer, sobre todo si eres de Veracruz, Oaxaca o Puebla. Eran a las que mataban más. Atrás de Walmart hay una maquila de ensamble de celulares; hay mucho trabajo para mujeres. Conozco a varias que trabajan allá; dicen que está buena la comida, que les pagan horas extra y en navidad les dan a escoger entre pavo ahumado o normal.
Nadia tuvo que interrumpir el relato.
-Por qué me estás diciendo todo esto? Qué me quieres decir?
-Pensé que por estudiar a las mujeres, te gustaría saberlo…
-Eso ya lo sé. Toda mujer en México sabe que Ciudad Juárez es como una herida abierta que nos hace recordar que en este país nuestra vida no vale nada, sobre todo si eres pobre. Si nos matan, si nos violan, si nos golpean, sin nos explotan laboralmente, tenemos que salir y marchar, pero esto no cambia a la velocidad que nosotras quisieramos. Si quién es encontrado culpable se niega y no le encuentran pruebas, es muy probable que no se le aplique la justicia. !Por eso es que nos duele tanto a todas las mujeres que cuando hablemos y digamos: «Sutano me pego, Mengano de violo, Merenganito me amenazo», nos digan: «Ay, callate, estás loca, por algo lo hizo, no?! !A poco no te va a frustrar!
Nadia agarro la botella de la cerveza medio vacía para moverla entre las dos manos, viendo que nada burbujeaba, ya había dejado de estar fría y ahora no le apetecía seguir tomando.
-Si, entiendo. Ha de ser difícil ser mujer.
Manuel finalmente abrió sus manos como un cuenco que va a recibir agua del cielo, y las acerco a la botella de su cerveza. Se la llevo a la boca y no alzo la vista.
Nadia decidió levantarse de la mesa y se sacudió la playera ajustándola al pantalón de mezclilla.
-Me tengo que ir, el avión sale en dos horas. Pero sabes una cosa Manuel? Creo que mi búsqueda ya termino. No volveré a pedirte más que me hables de nuestra niñez. Yo te perdono, aunque no quieras decirme lo que ambos sabemos. Tú eres uno de esos fulanos, sutanos y merenganos por los cuales nosotras tenemos que romper el silencio porque ustedes nunca lo harán, así sean nuestros hermanos, nuestros padres, nuestros tíos, nuestros abuelos y todos nuestros familiares.
Nadia dio un fuerte suspiro y se fue, mientras Manuel pedía la cuenta de las dos cervezas. Mientras esperaba el cambio de un billete de $50.00, alzo la mirada y como sin querer mirar, se levanto y de puntillas miro a lo lejos las cruces rosas del campo que cada día él tenía que atravesar para llegar a la maquila.
Wao que profunda! Me gustó mucho.
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Si, a mi también. Es un cuento que escribí de personas que conocí y de viajes que hice a Ciudad Juárez. Me pareció importante combinar la realidad de miles de mujeres al romper el silencio sobre las violencias sexuales y los feminicidios de Juárez, justo para no olvidar. Un abrazo y gracias por tu comentario.
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Fuerte, como merece el tema. Gracias por escribir sobre eso.
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