Del orgullo al meta-orgullo del LGBTTTI

Por Miguel Angel Barrón Gavito*

Cada persona señala sus experiencias de vida como punto de encuentro, de desencuentro y de partida o de llegada con respecto a las formas en que construye sus relatos sobre la misma. Las experiencias de vida también van ligadas a lo social, a lo político, a lo económico y a otras variables que constituyen campos de tensión desde donde es pensada y materialmente atravesada. La condición homosexual -porque es una condición no una determinante-, se abre hacía la infinita posibilidad de prácticas tan sólo con hacer uso de ese si y poniendo los conceptos con los cuales queremos jugar para obtener el consecuente y sus valores de verdad o falsedad. Inclusive, en vez de poner como conjunto a los homosexuales, a las lesbianas, podemos englobarlos en un conjunto llamado LGBTTTI.

Aquí lo importante es conocer y reconocer las lógicas que han atravesado la construcción del discurso sobre los diferentes, para saber la posición que ocupan éstos dentro de las comunidades como mayorías o minorías, los cuales, por cierto, ya han sido elegidos históricamente y aquí vamos a hablar sólo de tres lógicas. La primera fórmula condicional con la cual jugaron ese primer puñado de homosexuales y lesbianas de los años setenta en la ciudad de México fue: «si dejamos de entrar al discurso como caricatura, entonces dejamos de sentir pena, vergüenza y culpa»; ustedes ahora deduzcan lo que aconteció después… He aquí la querella de los discursos para validar o negar los signos constituidos por conceptos que se eligen para dar buen fin a cada lógica.

Esta primera lógica política sobre el modo de actuar de los homosexuales no acorde con los lineamientos de la heterosexualidad y la axiomática capitalista, se echó a andar hasta la propuesta de una nueva lógica que más o menos estructuró el discurso de la siguiente forma: «si nos institucionalizamos como comunidad política, entonces podemos obtener el reconocimiento de tales y cuales derechos». Volvamos a realizar el ejercicio de pensar si las premisas del condicional terminaron concluyendo con lo propuesto. Para ello, hago una invitación de volver a la historiografía homosexual, a revisitar las huellas sobre su pasado y verificar su verdad o falsedad en los que hasta ahora se ha movido esa segunda lógica porque lamentablemente nuestra lógica, nuestra manera de concluir, no tiene infinito debido en parte a que somos herederos directos de la lógica griega clásica y de primer orden de Occidente. Mientras que la infinita posibilidad se encuentra en saber cómo elaborar los conceptos en los signos, la lógica se reduce a reglas de inferencia que son finitas, por tal motivo, sabemos cómo terminan nuestros relatos.

Llegamos entonces a la tercera lógica que más o menos se construye de esta manera: si celebramos el orgullo con Parades, entonces nos hacemos más visibles de una manera divertida. Como he mencionado arriba, la conclusión lógica que se obtenga depende de la inferencia lógica que utilicemos para concluir algo y su valor de verdad o falsedad se deduce de la misma. Al parecer, entonces, la reflexión gira, a casi medio siglo de la primera marcha homosexual en la ciudad de México, sobre las lógicas que han guiado nuestras formas de pensar y desear. Lógicas que se muestran válidas y correctas en el terreno del sentido —los conceptos, las frases utilizadas para hablar sobre los homosexuales, las lesbianas, los transgéneros, etcétera, y su deseo— no así su referencia: ¿quiénes son esas siglas convertidas en signos que celebran los Parades?, ¿qué sueñan y que desean de forma material? Con otras palabras, las lógicas construyen fórmulas consistentes, pero dejan fuera los deseos materiales por los que son atravesados los distintos fantasmas que pueblan el imaginario de la diferencia.

Es así que a la celebración del orgullo de la máquina axiomática LGBTTTI, bajo el amparo de la última lógica de los Parades al dar visibilidad paródica y caricaturesca de la diversidad, pareciera ser que quisiera reunirnos, de nueva cuenta, un sentido político que refiera las realidades de cada uno en su conjunto. Porque si bien es cierto que hay un gran avance en la obtención de derechos, también percibo que tan sólo nos estamos moviendo de los “lugares” asignados para nosotros por otras lógicas, otras comunidades, y la situación se vuelve terrorífica de nueva cuenta. Inclusive, dentro de los “lugares” asignados, vivimos el terror cotidiano y entonces, nada pasa: Somos perras, es todo. La violencia verbal y física me hace entonces desengaño tácito sobre los supuestos conseguidos.

Vuelvo entonces a recordar que continúan esos “ojos que dan pánico soñar”, esos ojos que veo rutinariamente en el espejo. Veo esos ojos también en mis amigos que viven en zonas como Ecatepec e Iztapalapa, donde dicha lógica no alcanza a hacer eco para iluminar un camino bajo los derechos obtenidos. Sin más, aparece la interpretación de esta última lógica: refiere que el orgullo LGBTTTI se debe celebrar divertidamente¿Por qué no? Si esa es la forma en que nos han configurado al menos desde el escándalo de los 41 durante el régimen porfirista—, entonces hacer acto de visibilidad en la calle.

La interpretación no deja lugar a dudas sobre la validez lógica de la celebración del orgullo, pero si deja mucho al pensamiento porque el deseo es cooptado bajo un condicional que nos repite una y otra vez que lo más importante es celebrar de maneras divertidas, como las caricaturas que somos y hemos sido, para seguir adelante en la obtención de reconocimiento y con ello de derechos, pero el consecuente del condicional me hace reparar sobre la referente visibilidad.

Hace algunos años, salir a la calle tenía una función política en tanto que la homosexualidad era considerada una enfermedad, sólo era de pocos; por ello, la salida pública mostraba que no era sólo una condición de pocos, pero ahora bajo la tercera lógica, ¿de qué visibilidad se habla sí ya no existe el antecedente histórico que daba origen a la función política callejera? 

Al parecer la cuestión es volver a plantear una lógica que sature los signos con un discurso que tenga sentido y referencia sobre nuestras realidades contemporáneas, porque si bien es cierto que las nuevas generaciones LGBTTTI no vivieron las anteriores lógicas, eso no los excluye de conocer su pasado, su historia política, con el fin de comprender que también viven y conviven con generaciones que recuerdan lo que son mediante sus experiencias de vida. La juventud no siempre es eterna; ya hay una conciencia de estar envejeciendo de manera real y visible, y que nosotros también debemos comprender que ellos, los que nos antecedieron, nacieron aparentemente “libres”.

Esas experiencias que marcaron nuestros caminos y nuestras luchas también dieron origen a nuestros deseos por un LGBTTTI que no sea botín político, ni tampoco un cliché de personas que creen que hacer política correcta es tener un amigo “gay” porque es cool y divertido.


*Miguel Angel Barrón Gavito es homosexual, humanista, historiador y filósofo. Obtuvo su grado de Maestro en Historia por la Universidad Iberoamericana con el trabajo, Repensando el Movimiento: Una imaginación poética del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria. (1978-1981), el cual está en edición para ser publicado como libro el siguiente año. 

**La fotografía que acompaña este texto es de la primera marcha homosexual en la ciudad de México, donde hizo públicamente su aparición el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria, FHAR. Foto disponible en el AGN.

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