«El amor es una forma de relacionarse con el mundo,
por eso no puede encerrarse en una sola relación«
—Coral Herrera

Hace poco, me presentaron el contenido de Julia Didri en Instagram y la escuché mencionar un libro que llamó mi atención pues lo recomendaba bastante: Mujeres que ya no sufren por amor. Transformando el mito romántico de la escritora española Coral Herrera. Es un libro publicado en 2018 por la editorial Catarata. Está escrito a manera de memoria-manifiesto de su taller Laboratorio del Amor en el que el tema es claro: relaciones amorosas desde una perspectiva de género.
Una lectura sencilla que aborda y ofrece explicaciones a diversas situaciones en las que las mujeres —probablemente todas— hemos “sufrido por amor”. Si bien la amplia variedad de escenarios que toca le han valido críticas de sus lectoras más experimentadas por la falta de rigor académico en sus aseveraciones (carece de citas y referencias) y porque —es cierto— hay una generalización que pasa por alto raza y clase particularmente; me parece que este libro no pretende ser más de lo que es. ¿Y qué es? Yo lo describiría como una compilación de experiencias que la autora conoció a través de su taller y sobre las que reflexionó y plasmó de manera digerible para que no tengas que ser una profunda conocedora de las teorías de género y feministas para entender a qué se refiere cuando habla del sufrimiento a causa del amor romántico en las sociedades heteropatriarcales. O sea, es un libro para cualquiera interesada en el tema, no para especialistas exclusivamente, lo cual me parece perfecto pensando que no a todo mundo le gusta leer teoría y textos académicos, ni todo mundo tiene el bagaje teórico para entenderlos. Respecto a la carencia de un análisis interseccional más profundo, considero que es una lectura que puede hacerse con esa carta de advertencia en mente.
«Cuidarse bien a una misma también es no hacer nuestros los problemas que tienen los demás. Cada cual ha de hacerse responsable de sus dolores, sus miedos, sus traumas.»
C.H.
Entre los muchos puntos que toca, Coral Herrera hace énfasis en la incapacidad de los hombres cisgénero de las sociedades occidentales, judeocristianas, de amar responsablemente debido a que se les ha educado para deslindarse de los cuidados hacia lxs otrxs, y no sólo eso, sino que además se les ha inculcado que son las mujeres en sus vidas (la madre principalmente, pero después sus hermanas, sus parejas y sus hijas) quienes tienen el deber de resolverles la vida, cuidarlos y atenderlos. Mientras que a las mujeres se nos ha taladrado hasta la médula esa figura de la madre abnegada que a todxs debe cuidar y proteger, especialmente a sus parejas. Es decir, señala cómo, si los roles de género patriarcales han triunfado en algún ámbito, este es el de las relaciones sexo-afectivas, especialmente las heterosexuales, cosa que no sorprende pues el esquema patriarcal es esencialmente heteronormativo. Aunque sabemos que las relaciones humanas son complejas y no pueden definirse de manera tan generalizada, también es cierto que existen patrones de conducta y estructuras sociales que producen y reproducen esos esquemas y que por tanto, sí es más probable que las relaciones heterosexuales presenten esos, diría yo, “síntomas”, los cuales son no sólo injustos, sino muchas veces violentos.
Otro de los temas que toca la autora y que me parece muy interesante, es el del miedo a la soledad que algunas mujeres sienten y por el que están dispuestas, quizá inconscientemente, a soportar relaciones tormentosas o al menos que no las hacen realmente felices. Es interesante porque nos permite repensar el concepto de ser-para-otros y cómo hay que trabajarse un montón esa necesidad casi autoimpuesta de serle «útil» a los demás para así encontrar nuestra propia validez como personas y nuestra propia teleología como seres en este universo. Y esto no sólo es culpa del patriarcado, sino del capitalismo y la razón neoliberal que nos impone un principio de utilidad por doquier: desde las carreras que elegimos hasta las actividades que hacemos en nuestro tiempo libre, todo debe servir para algo; pero también cada unx de nosotrxs debemos responder a la nefasta pregunta ¿y eso para qué sirve? ¿yo, para qué sirvo? Habríamos de aprender a decir «para nada» y estaríamos todxs más tranquilxs.
“Al amor hay que liberarlo del patriarcado y del masoquismo romántico: tenemos que trabajar mucho para deshacer esta asociación entre amar y sufrir, amar y sacrificarse, amar y someterse, amar y renunciar.”
C.H.
Así, mientras leía, por supuesto que pude darme cuenta o, más bien, se me refrescó la memoria, de que más de una vez en la vida he estado “sufriendo por amor”. Y es que no es sorpresa, pues para las que rondamos los +30s y crecimos viendo películas noventeras y de Disney; el ideal del amor era el sufrimiento: el darlo todo y aguantarlo todo. Eso creímos por años. Porque a mayor capacidad de aguantar el sufrimiento, supuestamente mayor era nuestra capacidad de amar, pero más importante aún, de ser amadas, pues en dicho discurso nuestro valor como personas se construye a partir de eso. Entonces crecimos aprendiendo a gozar del sufrimiento. Claro que tendríamos que ser masoquistas para realmente deleitarnos en el dolor; sin embargo, recuerdo con algo de pena ajena a mi yo adolescente e incluso la de los 20s porque de alguna manera me reconocía en esa figura femenina que sufre para ser digna del amor y lo mismo pasaba con muchas de las mujeres que me rodeaban. Por fortuna y gracias al feminismo, aquí estoy, menos «romántica» quizá, pero mucho más feliz y segura.
“La revolución amorosa es a la vez personal y colectiva: lo romántico es político, pero también es social, económico, sexual y cultural.”
C.H.
Al final, Coral H. nos da sugerencias y formas de ponerle un alto a esas relaciones dañinas y tóxicas, comenzando por aprender a amarnos a nosotras mismas, a cuidarnos a nosotras y entre nosotras, y sobre todo, a aprender a ser seres-para-sí. Porque esa idea del epígrafe de que no se puede encapsular al amor en una sola relación no habla de un mandato antimonogamia, sino de quitarnos la idea de que la única relación amorosa posible es con la(s) pareja(s). Es decir, y esto es clave, que cuando hablamos de AMOR, hablamos de múltiples formas de querer-cuidar-desear, y que la más importante debe ser la del amor propio, así como la de las amistades, porque quién mejor que las amigas para darnos amor, honestidad y límites saludables.
Partiendo de esto la autora propone entonces un modelo relacional que llama “amor compañero”, el cual se va a dar de manera horizontal, ética y afectivamente responsable. En esta apuesta por construir relaciones más sanas y libres, la autora describe un compromiso de ambas partes por relacionarnos desde la honestidad y la coherencia. Ideas y herramientas que al leerlas parecen tan obvias, y más si eres feminista de algunos años. Aunque como sabemos, las exigencias patriarcales se nos han incrustado profundamente en la cultura, en la psique y en el alma. Librarse de las prácticas patriarcales no es fácil. Darse cuenta de que nuestras relaciones necesitan cambios, mucho menos. Tener compañeros que estén dispuestos a trabajarse sus propias masculinidades tóxicas… ¡ni se diga! Pero nada es imposible (I hope).
Recomiendo esta lectura a cualquiera que sienta que ha sufrido o está sufriendo por amor y busque alguna manera de cambiar esto. Quizá no descubras el hilo negro, pero alguna hebra tocará. Porque revistar las relaciones pasadas, las presentes, tal vez nos ayude a sanar heridas de antaño y sobretodo a reparar o reconstruir nuestra relación con nosotras mismas para nunca más quedarnos donde duela.
¿Dónde leerlo?
El libro lo encuentran en plataformas como Scrib, y otras del estilo, o en librerías.
Me dicen qué piensan 🙂








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