Escribir para contarme, para contar a otras, para no olvidarnos nunca más, para no olvidarme, para no perderme, para no perderlas.
Escribir recuperando la vida cotidiana, mis andares y los suyos, contándonos, construyéndonos a través de la palabra, reconociéndome en sus historias, visibilizando lo común, pero también las diferencias, de edad, contexto, clase social, raza. Buscando entender la complejidad de nuestras realidades, de los factores que nos cruzan, de los temas que nos preocupan, que nos hacen accionar.
Escribir honrando a las ancestras, recordando a aquellas que en la lucha murieron, todas aquellas que gritaron por mí, por nosotras, por nuestras libertades, por nuestro acceso al conocimiento, por nuestra voz y nuestras decisiones. Escribir conmemorando a aquellas que murieron involuntariamente a manos del patriarcado, por aquellas que llenan de fotografías las redes sociales, porque no están, porque se las llevaron, guardar en mi corazón sus lamentos y buscar convertirlos en fuerza, fuerza para gritar y seguir luchando.
Escribir sabiendo que el feminismo me llevó a salirme de un molde, “del tradicional”, me llevó a cuestionar lo aprendido, a alejarme de personas que hasta entonces me di cuenta, me violentaban, pero recordando también que dentro de la misma búsqueda me metí a otros moldes, “los moldes feministas”. Escribir recordándome que ninguno es liberador, que hay que buscar la propia voz, que hay que ver los puntos medios, encontrar los puentes, los matices. Entender que como mujeres podemos llegar a lo mismo de maneras diferentes, o que tal vez también sea necesario que lleguemos a diversos lugares, porque partimos de distintas realidades y podemos ser sororarias, críticas, revolucionarias, activistas… y podemos serlo de diferentes maneras.
Escribir dándome cuenta de las opresiones que comparto con mi género, pero también de mis privilegios, ahora mismo noto que escribir es un privilegio, que accedí a la educación, que aprendí a leer, que no viví pobreza extrema, que tengo un techo donde dormir, que terminé una carrera universitaria. Privilegios que no tienen todas las mujeres.
Escribir con la razón como aliada, pero descolocándome de ella como el centro, sin caer en la trampa de creer que las emociones y el cuerpo no nos llevan a reflexiones, conocimiento, descubrimiento. Sin desvalorizar las emociones porque el mundo patriarcal las ha asociado con lo femenino… desvalorizándolas como todo lo asociado a lo femenino. Descolocarme integrando al cuerpo en la construcción del conocimiento, escribiendo para mí, para nosotras.
Escribir con una mirada crítica, con cuidado en los temas que elijo, buscando que mi preocupación por los mismos, no sean ya producto de la visión patriarcal que se manifiesta en mi subjetividad. Buscando maneras de encontrar mi propia voz y la de ustedes, mujeres. De-construyéndome. Creo en un feminismo que no nos separa en “más y menos aptas” para cualquier tema, para usar la voz. Sin embargo; también creo en lo necesario de usar los privilegios que en mi contexto se han presentado y usarlos a favor de las mujeres, para la creación y la construcción, usar entonces la educación, la psicología, el arte, las experiencias, el conocimiento que pasa por el cuerpo y hasta el uso de citas en formato APA.
Escribir con el alivio de “me prefiero libre y feliz a perfecta”, así que desde hoy me declaro “no experta feminista”, me declaro aprendiz, en constante transformación. Para mí el idealismo se parece a la congruencia, ambos están ahí para mí como algo inalcanzable, pero su búsqueda me llevará la vida, su búsqueda me hará accionar siempre. Escribir practicando la congruencia sin caer en rigidez, porque las realidades se transforman y nosotras con ellas… o mejor dicho, porque nosotras nos transformamos y así movemos al mundo. Escribir sabiendo que mis posicionamientos, mis críticas y reflexiones, son una mirada dentro del complejo entramado social, escribir entendiendo la importancia de los pequeños cambios y de las pequeñas acciones.
Escribir recordándome que en días difíciles me salvó un cuadernito blanco, días que hoy veo muy lejanos, pero que son parte de las cicatrices que hoy me construyen mujer, que tienen un lugar en mi vida y que me permiten mirar otras aristas y rodearme de hermosas personas, mujeres y hombres. Escribir dándome cuenta que dentro de las opresiones vividas mi contexto me permitió hoy estarles escribiendo. Tener claro la responsabilidad que ello implica con aquellas que viven en situaciones y realidades en donde la opresión es tal, que la salida de la misma se vuelve un camino tortuoso, que a veces puede parecer imposible, pero que no lo es.
Escribir sabiendo que no seré “objetiva”, ni neutral, que me asumo feminista porque el movimiento y los saberes que de él emanan me tocan, que me llevaron a cuestionármelo todo, a tomar decisiones, a pelearme, a llorar, a desesperanzarme; pero también que me llevaron a comprometerme, a hacerlo parte de mi vida cotidiana, de mis reflexiones, decisiones, acciones y proyectos de vida.
Escribir agradecida, escribir buscando equilibrio entre rebeldía y propuesta, escribir como estandarte, como acción política y como dice Audre Lorde, “Transformando el silencio en lenguaje y acción”.
* Columna publicada originalmente en la revista Mundo Procaz: http://www.mundopro.com.mx/columnas/5-escribir-escribirme-escribirnos-a-nosotras
** Eliza Tabares – Mexicana radicada en CDMX, psicóloga y psicodramatista. Es directora y terapeuta en Centro de Atención Psicológica, Arte y Consultoría A.C. Síguela en Facebook Twitter e Instagram
Es hermoso y muy interesante
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Gracias Guadalupe ¡Que gusto que haya resonado! Abrazos
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