“Te diré: soy mujer cedro mujer angustia
mujer como trigal como violeta
como sandía y tormenta.
Busco una isla para gestar en ella,
para inventarme mi libertad y mi cuerpo
y todos mis movimientos”
Kyra Galván
Hace ya un tiempo llegó a mis manos un libro de poemas llamado Un pequeño moretón en la piel de nadie (1982), escrito por la poetisa y economista mexicana, Kyra Galván (1956). Este libro me parece como una tarde de café en la que Kyra me platica un poco de ella, de cómo sobrellevar la vida en una ciudad caótica como la Ciudad de México, cuando se es una persona sensible y con un “Gran Miedo de no llegar a la toma de la libertad”. Entre líneas, me muestra una postura incipiente feminista en una joven veinteañera, que se va formando a base de dudas y cuestionamientos sobre el ser mujer y sobre la condición de ésta en la Historia.
En Desde la A hasta la B se encuentran poemas que hablan de la soledad que se vive como un “pequeño cangrejo. Duro/lento/miope” que se balancea en las incertidumbres del amor. También habla de eso que la mayoría de las mujeres hemos experimentado: el acoso, que día a día lo libra caminando por la oficina repleta de miradas de “licenciados que llegan coqueteando” y que le obligan a asegurarse de que trae la bragueta cerrada, los botones de la blusa en su lugar y que, por ende, “Sólo se atreverían a pensar / qué buenas nalgas” como si eso fuera “un verdadero privilegio”.

Y es que el poder que la cultura machista le obsequia a los hombres en nuestra sociedad se podría traducir como un privilegio enfermizo; que les permite trasgredir los cuerpos de las mujeres con su mirada (a veces, con todo su cuerpo) sin mayor problema; mientras nosotras tenemos que salir a las calles a reclamar que nuestro cuerpo no es objeto, sin que realmente se nos escuche, o escribir quejas y poemas que evidencien la realidad cotidiana. Si acaso hay suerte, emitir una denuncia que proceda; pero no mucho más que eso. No mientras la naturalizada violencia hacia las mujeres siga latente en nuestra sociedad.

Después leo Estragos, en donde Galván conjuga poemas que develan más de la vida citadina y la relación con el dinero, inherente al sistema capitalista en el que estamos insertxs. Dice en Los hijos e hijas del verano: “Por nuestros pulmones crece en círculos / el tabaco, la mariguana, el esmog. […] Adoramos a nuestro dios: el Dinero”. Mientras sus poemas Urbana y Vivimos en un mundo en que las mariposas son arrolladas impunemente en la vía pública y a plena luz del día, me cuentan que la ciudad va devorando el campo que se vuelve “una realidad lejana”; donde el amor nunca empieza, donde la indiferencia y la soledad predominan. Tomo en cuenta que este libro fue publicado en 1982 porque más de tres décadas después, esa ciudad monstruo –y tantas otras– sigue devorándose al campo, y sigue menguando la vida de la gente atrapada en la caótica jungla de concreto. ¿Hasta dónde puede crecer el monstruo del “desarrollo”?

Kyra Galván capta mi atención con Bellas Artes: “[…] Quién podría decir / que bajo tu corazón pesaban / tantos años de ser la maestra / en el arte de la sumisión / en la virtud de la mudez / en el vicio de no tocar.” y La falla de San Andrés, que precisa el envejecimiento natural del rostro aludiendo al movimiento de las capas tectónicas de la Tierra. Pura naturaleza en movimiento somos.
Desconozco si Galván se autodenomina feminista, pero me gusta la manera en la que, en Sobreviviremos, su poema Escombros de Canto aborda ciertas cuestiones sobre la educación que se les da a las mujeres desde pequeñas, “acostumbradas a vivir entre sangre / y sentir humedad caliente entre las piernas. / Amansamos nuestros miedos / y sentimos coraje por la vergüenza al sexo / y a la vida, que nos inculcaron nuestras madres.”
La reflexión sobre los roles de género y el cambio en el cuerpo me resultan interesantes, ya que ponen en la voz poética lo que a diario muchas mujeres se cuestionan, o viven en la ‘práctica femenina’. Feminopraxis (oh sí, ahora ya saben, en primera instancia, de dónde surge…) contiene poemas como Contradicciones ideológicas al lavar un plato, que plantea “Aclararme por qué cuando lavo un plato / O coso un botón / Él no ha de estar haciendo lo mismo […]”; o el impronunciable Geschichtsunterrich que, sin embargo, nos dice claramente:
“Estoy cansada.
Me acuesto y siento fluir un agotamiento
tan anterior a la Revolución Francesa.
Es que los enormes pechos
de la Venus de Willendorf
oprimen mi cuerpo desde la prehistoria.
[…]
¡Que vengan los hilos y las planchas!
¡Los jabones, afeites y cepillos,
el almidón sobre todo, y el aceite!
¡Ajústenlo todo de nuevo!
¡Que nada rechine!
Necesito levantarme mañana para ser mujer.
Olvidarme que en las noches
La Historia nos aplasta.”
Un pequeño moretón en la piel de nadie es un libro que vale la pena conocer y disfrutar. Su variedad de temas lo enriquecen: la ciudad, el amor, el dinero, la soledad, la gente, el ser y el ser mujer… Su poesía es inteligente. Al leer la lírica de Galván, quizá sin intención, terminaremos preguntándonos qué contradicciones ideológicas cometemos como feministas, qué nos hace ser bad feminists, como, últimamente, a partir de Roxane Gay ha sido tan común cuestionarse.
Al final, Kyra se despide de mí tajante, en Uno Z: “no me molesten, / que ando de parto.”
Y concluye la plática entre nosotras.
-La Fata Morgana
La Fata Morgana —Feminista, socióloga y poetisa mexicana. Amante del café y los animales. Publica el blog de poesía y otros insomnios Lunas Letras y Café. Le apuesta al veganismo como estilo de vida ético, justo y libre de crueldad para todxs. Su alter ego: Pamela Erin Mason R.
Twitter/Instagram: @lafatamorgana_
Puedes leer más poesía de Kyra Galván, en su blog http://poesiadekyragalvan.blogspot.mx/