Por Clara Suárez Quintana*
Era un sonido metálico
(Cuatro sonidos)
Como cadenas rasgando el aire
Que separa tus jardines de mi cárcel.
Una daga casi vizcaína
Pero no en la mía,
Sino en tu piel.
Cuatro sílabas sucias, embarradas
Lascivas, obscenas,
Manchadas de sangre
Y esta sí que era mía.
Pero era sangre de la buena,
De la que se anuncia como un tomate sobre la encimera blanca
De la que brota de una herida infinita
Hasta que lo blanco sea la piel y el mármol , rojo.
Cuatro sílabas metálicas, magnéticas.
Tanto que te repelen
Y las escupes
Y las maltratas con esa lengua deforme
de carcasa vacía que te gastas.
Ahora le sumamos otras dos sílabas
Y te pisamos las calles
Y te quemamos la Historia
Y alzamos el puño bien alto.
Esta lucha no conocerá la derrota.
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