Por Sabel*
En la historia se nos ha quemado, apedreado, silenciado.
Quieren nuestro sexo,
nuestro cuerpo como la saciedad de sus ganas.
Se piensa que existimos para complacer
manoseos, reclamos, recelos.
Amantes obligadas, ultrajadas.
Sin oportunidades, burladas, acosadas;
sin voz, amenazadas, golpeadas, asesinadas.
Somos putas, mal cogidas, arrastradas;
con ellos, sin ellos, por ellos,
en sus manos, de su boca,
por su rabia.
Lucho por lavar las miradas
–sutilmente lanzadas,
quieren mi piel, entre sus pestañas la atrapan.
Me permito ignorar sus halagos
–murmullos descarados,
no lo lamento, no les debo nada.
Sobrevivo en un país donde se nos mata
más de lo que se nos aclama;
donde la religión nos quiere santas
sirviendo a gatas y calladas;
donde entre mujeres nos señalamos
por un ápice de libertades condicionadas;
donde la lucha es cuestionada,
opiniones mínimas, ridiculizadas.
Nos dejan sin nombre, en baldíos, callejones;
creen que nuestros derechos
son poder divino de sus leyes y decretos.
Cuestionan nuestras habilidades, nuestras decisiones.
Que no hay querella que no sea impulso
de esos días del mes;
y no, no es nuestra sangre la que nos esclaviza,
sí lo es la creencia de que nuestro servicio
es su premisa.
En la historia se nos ha quemado, apedreado, silenciado.
Pero cada año la lucha es agua, es aire, es vida.
Un 8 de marzo, cualquier semana, cada día,
reescribimos sobre los golpes, sobre los fantasmas,
somos más que gritos y patadas,
seremos escuchadas.
Somos libres,
y no, no debemos nada.
-Sabel (08/03/2017)
*Sigue a Sabel en Twitter como @sumasshedshaya_