Yo sí te creo

Hermana, yo sí te creo, no lo dudes. 

No dudes por favor, que te creo. Que desafortunadamente en vivir violencias no estás sola, estamos juntas y juntas vamos a salir. 

También me acosaron en la calle en la mañana, en la tarde, en la noche… llegando a la escuela, saliendo del trabajo, estando en el coche.

He recibido fotografías de hombres que no conozco, también ellos, me han preguntado «¿si estás tan bonita por qué no tienes novio?».

Han intentado modificar lo que siento, convertir un no en un sí, por pena a que él no quede en la friendzone.

¿Te he contado alguna vez de las ocasiones en las que me presionaron para tener sexo? su presión fue «amigable» y no lo vi como agresión en ese entonces.

Cómo olvidar la vez en la que teniendo la PAE (píldora anticonceptiva de emergencia) en la mano, me detuvo para que imaginara una vida de ensueño con él «si se daba» y yo no quería, no acepté.

Hermana, a mi también me compararon con otras mujeres, me hicieron verlas como competencia y que yo nunca iba a ser suficiente.

Mis oídos escucharon que «las mujeres son como paquetes de galletas, una vez abiertas nadie las quiere» de los labios de una enfermera. Se me ha quedado tan grabado por todo lo violento que contiene.

Me tuvieron que enseñar en la secundaria como fracturar un pene «por si en algún momento lo necesitaba», nunca olvidaré a esa profesora de sexualidad. 

Tuve que guardar el secreto de muchos clósets, de amigas. Que por temor en su momento prefirieron no decir quiénes eran realmente, no tocaba (ni me toca) juzgar, me toca acompañar.

Fui la amiga que decía «date cuenta» y también fui la que no se dio cuenta. 

Hermana, también abusaron de mi, me tocaron el cuerpo, me besaron, me acostaron para «jugar» mejor. En el juego yo era siempre el hombre y mi vecina era la mujer… ahora de adulta ni logro imaginar todo lo que mi vecina vivió para «jugar» de esa forma.

He escuchado que me digan «no puedes, eres mujer» cuando quise hacer algo.

Me he sentado, en mi trabajo, a escuchar y cobijar a mujeres que han sido abusadas, que han sido minimizadas, que han sido golpeadas, que han sido agredidas. Me he sentado a escuchar guardándome la rabia, pues no merecen(mos) nada de eso.

Me llamo Lídice, tengo 26 años, vivo en México, uno de los países más peligrosos para ser mujer. Quiero decirte que seas quien seas, vivas donde vivas, tengas la edad que tengas ten por seguro que yo, sí te creo. 

 

 

*La ilustración es de Laura Berger