Gracias a lxs gordas

Por: Tatiana Romero*

I. Gordofobia primigenia

Cada vez que voy a México, unos meses antes intento ponerme a dieta, a veces con mayor o menor éxito pero siempre muy atravesada por la eterna contradicción de no querer pasar por el aro del disciplinamiento corporal y negarme al conflicto con mi madre. Porque negarme a discutir con ella sobre mi peso no solo me ahorra una situación incómoda para las dos, sino que me permite mantener mi autoestima un poco en su sitio. Mi madre es gordófoba y yo soy gorda. Difícil mezcla. 

No importa cuántos años hemos pasado sin vernos, su primer comentario si no le gusta lo que ves es: -ay Tatiana, has subido de peso-. En ese momento la alegría del reencuentro se desvanece. Sé que me quiere, no es algo que ponga en duda, pero me pregunto una y otra vez si de verdad después de dos años sin verme es lo primero que le viene a la mente cuando nos reencontramos. Me entristece profundamente, aunque con los años he aprendido a llevarla, a no tomarme a mal sus comentarios, a relativizar, a entenderla a ella, porque sí, resulta que somos nosotras, las gordas las que tenemos que entender a toda una sociedad que nos machaca.

Somos nosotras las que tenemos que aprender a relativizar, las que tenemos que endurecer la piel para que los comentarios no nos abran heridas que luego tardan meses o años en cerrar. Somos nosotras las que tenemos que “reconciliarnos” con nosotras mismas y nuestro cuerpo. Las que tenemos que aprender a vivir en nuestra piel, las que tenemos que dejar de tenerle terror al espejo de los probadores y, me pregunto, ¿a nadie se le ocurre que es la sociedad la que debiera hacer todo ese trabajo del que nosotras estamos ya cansadas? La respuesta es sencilla: ¡Sí, a lxs gordas! 

II. Poniendo el cuerpo

Hace algún tiempo una compañera feminista que confecciona una ropa maravillosa me propuso que participara en una sesión de fotos para su página web. En ese entonces y sin confinamiento de por medio yo estaba unos 10 kg más delgada. De inmediato le dije que sí, pero por muchos motivos que no toca aquí contar, la sesión nunca pudo darse. Pasaron dos años, hubo una pandemia global y, yo, estuve 65 días encerrada en casa cocinando. Como muchas otras, pasé por momentos de terrible ansiedad, el tiempo detenido pero la vida que seguía corriendo. Comer y cocinar era lo único que me calmaba durante esas semanas tan difíciles. No fui la única; en abril no había levadura en ningún supermercado de Madrid y encontrar harina de espelta era casi una misión heroica. Toda una ciudad se dedicó a hacer pan como remedio a la incertidumbre y la muerte que acechaba. 

Mientras estaba encerrada no me preocupaba especialmente darme cuenta de que estaba subiendo de peso, pero llegó el momento en que nos desconfinaron y la ropa que en febrero me ponía, en mayo ya no me quedaba. Primer desastre. No hay dinero para comprar ropa nueva y además no voy a gastar en unos pantalones que “no necesito”, como siempre, me consuelo pensando que ya me quedarán. Segundo desastre, me daba vergüenza que las personas que no pertenecían a mi círculo más cercano vieran que había subido tanto de peso. Sí, han habido reuniones, comidas, cumpleaños a los que no he asistido por vergüenza de mi cuerpo, de esta nueva yo post-covid. Tercer desastre, mi amiga me pide de nuevo que hagamos las fotos. Yo lo dudo, sé que no me siento cómoda en mi propia piel, sé que mi ropa no me queda, sé que estoy poco a poco recuperando y sanando una vieja relación de amor/odio que se ha visto tocada de muerte con el confinamiento, pero en un momento de contradicción política le digo que sí, que claro que sí.

Necesitamos referentes, necesitamos cuerpos diversos, necesitamos ocupar todos los espacios de los que nos han echado porque esta sociedad heteropatriarcal, gordófoba, racista, lleva apostando por nuestra desaparición durante siglos y aún así aquí seguimos resistiendo. Racializadas, gordas, diversas, disidentes sexuales y de género, aquí seguimos. 

Así que allá voy a una sesión de casi 7 horas de fotos. Estuve bien, tranquila, contenta, intentando que saliera lo mejor posible. Semanas más tarde veo las fotos sin poder reconocerme en la imagen que la pantalla me devuelve de mí misma, preguntándome si el mundo me ve así, incluso sucumbiendo al dolor que representa la vergüenza de subir de peso, el desgarro que es abandonarse a que si el mundo me ve así de gorda no merezco ni que me miren. 

III. Activismo que sana

Estos momentos de crisis también son necesarios. Reponerse y reconciliarse con tu propia piel es un trabajo emocional agotador, sí, vale la pena porque potencia el rechazo a la norma, potencia la disidencia, potencia la libertad, pero es duro. A veces solo quieres explotar, llorar porque los pantalones que antes de la pandemia te quedaban perfectos ahora con trabajos te cierran. Y en esos momentos busco a mis referentes, busco a las gordas que me han enseñado a aceptar el dolor, a asumir que lo más lógico es venirse abajo en una sociedad que nos machaca día y noche. Busco sus palabras, sus acciones, sus performances, para encontrar un poquito de paz y poder seguir en este camino que es revolucionario; porque no hay nada más rebelde en un mundo que nos educa a odiarnos a nosotras mismas, que querernos entre nosotras. Ojo que no dije a nosotras mismas, porque para mi eso de quererse a una misma solo puede pasar por el colectivo. Por el sostén que nos damos las unas a las otras, por el valor que imprimimos a nuestros vínculos. Por el cuidado de todas esas heridas infringidas por el patriarcado misógino y genocida. 

Es por eso que, desde aquí quiero compartir a estas gordas a las que acudo cuando soy incapaz de mirarme en el espejo porque aborrezco lo que refleja. Y decir siempre: ¡Gracias a lxs gordas!

La Bala Rodriguez. Recomiendo mucho su texto en “(h)amor4 propio”, ed. Continta me Tienes y su participación en Luchadoras, Rompeviento TV. 15/10/14 

Laura Contrera. Recomiendo: “Cuerpos sin patrones. Resistencias desde las geografías desmesuradas de la carne”, ed. Madreselva. Su fb: https://www.facebook.com/GordaZine/

Lucrecia Masson. Recomiendo: 

Cherry Vecchio. Recomiendo: Gorda Puta 

Magdalena Piñeyro. Recomiendo: “Stop Gordofobia y las panzas subversas”, ed. Baladre

https://www.facebook.com/stopgordofobia

*Tatiana Romero (DF, MX) Historiadora, militante abajo y a la izquierda se declara perra, prieta y sudaka como forma de sobrevivir en la vieja Europa.

**La imagen que acompaña la imagen de @laamarillista, proporcionada por la autora.


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