Artivismo: Narrativas Textuales

Aviso: Los siguientes textos son resultado del laboratorio de Narrativas Textuales del Curso: Artivismo Feminista, organizado por la CSW NGO LAC @NgoCswLac (Coalición regional de ONGs camino a Beijing+25), con el apoyo de la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora @RedMujeresAfro.ARMAAD y la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe @RSMLAC, para la sección Sororidades de Feminopraxis. El curso se desarrolló via streaming del 4 de agosto al 22 de septiembre 2020.

Ante la precarización de nuestras vidas, las mujeres hacemos el aguante

Por Gianina Marquez Olivera

Van 6 meses desde que mi madre (58 años) y mi padre (68 años) han perdido sus trabajos. No sabemos cuánto tiempo dure esta situación, ni si podrán recuperar sus empleos. Llevan seis meses intentando tener un bono del Estado, una canasta solidaria o ingresar a un programa de ayuda. Mi familia es una de las miles que se han quedado sin recibir algún tipo de apoyo.

Después de 6 meses, pude darle un abrazo a mi madre. Ese abrazo de contención y tristeza al saber que el futuro se nos hace aún más incierto. Ese abrazo que tiene poder medicinal de apaciguar temporalmente la nostalgia de nuestras vidas pasadas. Ese abrazo que tiene el poder de parar el tiempo, y de hacernos sentir agradecidas de estar vivas. 

Esos mismos seis meses son los que llevo sin ver noticias, al menos no por voluntad propia. Seis meses donde intento vivir en una burbuja, sin mucho éxito. Esta es una acción de preservación ante un pasado de sobrevivencia y precariedad. Esta es una acción de resistencia a no recaer en depresión, al ver las noticias de como alcaldes se roban las canastas y malversan fondos, mientras las personas cuelgan banderas blancas en sus hogares porque se mueren de hambre, además de tener que enterrar a sus muertos sin poder despedirlos ni llorarlos apropiadamente. 

Mi vivencia en precariedad me ha dejado marcada. He vivido y sentido por muchos años la inseguridad alimentaria. Hasta los 19 años viví con mi familia en el Asentamiento Humano Huáscar en San Juan de Lurigancho. Tres años de mi etapa escolar sobrevivimos sin tener electricidad, y gracias al poder solidario de la familia y amigas de mi madre, de redes de “vasos de leche” y comedores populares organizados por mujeres, no morimos de hambre. Mi madre ha vivido por muchos años las sobrecargas físicas, emocionales y mentales del trabajo no remunerado y remunerado para cuidar a su familia. 

En este contexto de pandemia, en la etapa más difícil de contagio, se cerraron todos los comedores populares, dejando a 700,000 personas sin su fuente principal de alimentos. En junio solo el 20% estaban en funcionamiento por incompetencias de los municipios. A la fecha, meramente el 57.9 % de los 13,644 comedores del país, que pertenecen al Programa de Complementación Alimentaria (PCA) del MIDIS, abrieron nuevamente. 

Más de un tercio de los peruanos y peruanas se quedaron sin trabajo (IPE 2020), sin dinero y ahora luchan para quedarse sin comida. En este contexto de crisis económica y política, después de casi 30 años, miles de ollas comunitarias surgen como estrategia de supervivencia y resistencia, las cuales funcionan, en la mayoría de los casos, gracias al esfuerzo de mujeres de los vecindarios y barrios, quienes se organizan para solicitar donaciones, preparar los alimentos y distribuirlos. 

La mayoría de las niñas, adolescentes y mujeres están asumiendo la respuesta a la emergencia y crisis que se vive en sus comunidades. Desde el cuidado de sus enfermos, debido a la saturación de hospitales, hasta el trabajo doméstico remunerado y no remunerado. La democracia puesta en riesgo debido a la toma de poder por una secta de partidos políticos corruptos nos coloca en las primeras líneas de defensa en todos los niveles sociales. A medida que la pandemia y la crisis política profundiza el estrés económico y social, se nos coloca en una posición de estar desproporcionadamente pendientes de las necesidades de las demás personas.

Los estados y sociedades cada vez más descaradamente aprovechan y usufructúan a partir de nuestros afectos, necesidades, de nuestra capacidad humana de proteger y querer cuidar a nuestros seres queridos. En esta pandemia, nos heroizan como madres luchonas o guerreras cuidadoras, o por lo contrario, nos tildan de “ignorantes irresponsables” por exponernos al contagio cuando salimos a las calles a trabajar y luchar, o en el peor de los casos, a mendigar por comida y humanidad.

A pesar de la mierda que el Estado intenta hacer de nosotras y nuestro país, se me estremece la piel, al verlas desafiando todo pronóstico e imposición, haciéndole el aguante al sistema y al que venga. Peleando por vidas dignas para ellas y toda su comunidad. Muchas gracias por sostener la lucha, por la resistencia comunitaria, por su “donde come uno, comen dos”, por cuidarnos entre nosotras, por enseñarnos sobre solidaridad y humanidad. Las abrazo con la gratitud eterna de saber que nos tenemos las unas a las otras.

<img class="wp-block-coblocks-author__avatar-img" src="https://feminopraxis.com/wp-content/uploads/2023/01/ea928-foto-gianina.jpeg&quot; alt="<strong>Gianina Marquez Olivera
Gianina Marquez Olivera

Feminista activista peruana, graduada en Relaciones Públicas de la Florida A&M University, Coro Fellow en Public Affairs 2013, y Magíster en Estudios de Género. Ella es cofundadora de GirlGov Perú, programa de empoderamiento político y liderazgo para niñas y adolescentes en Perú, y de la Asociación Feminista Quinta Ola. 


LAS NIÑAS DE LA TIERRA

Por Shirley Averanga

Una de las cosas que esta pandemia ha desentrañado como las papas que rebrotan de la tierra, es la desigualdad que las niñas del campo siguen atravesando, no solo hablo de la violencia física, sino también la psicológica y sexual, al encontrarse encerradas con sus agresores y no tener un lugar seguro a donde ir.

Miles de madres han muerto en esta dura crisis económica y de salud, mas aquellas que no podían acceder a un servicio de salud por sus creencias y han sido encerradas en sus hogares con medicinas naturales que muchas veces de nada les ha ayudado, pues requerían de servicio especializado: respiradores. Muchas de esas madres tenían hijas que ahora han quedado en manos de agresores, desamparadas y perdidas, sin ninguna voz dentro de las comunidades donde cumplen labores que no les corresponden y que nadie reconoce: hacerse cargo de los hogares, de los más pequeños y conseguir alimentos para todos ellos; es triste ver todo este daño normalizado y dejado de lado.

No ha pasado mucho desde que me enteré de una niña de doce años en una comunidad cercana a Ravelo que no solo cumplía el rol de madre para sus hermanitos, sino que hace ya tiempo que “cumplía el rol de mujer” para su padre, luego de que su madre muriera por la pandemia. Según el informe de las autoridades, la mujer no resistió más y dejó a sus hijos al resguardo de la pequeña que ahora lleva en el vientre de veinticuatro semanas una nueva boca que alimentar.

¿Cómo es posible que nadie haya hecho nada? La defensoría alega que en la declaración la niña sostiene que fue violada por un extraño en la noche al volver a casa después de ir al río a lavar; pero la gente del pueblo sabe la verdad y aun así lo oculta: todos creen que ha sido el padre, quien además, no la dejo abortar. Ahora ella se niega a declarar y acepta su triste destino con tan solo doce años de edad.

Ilustración de: Bernardo Ramonfaur

¿Qué estamos haciendo para terminar con esta injusticia? con esta maldad que pareciera que no tiene fin. ¿Cómo lo vamos a parar? podemos tener todas las intenciones del mundo de querer cambiar, pero mientras no nos levantemos y empecemos a actuar, nada de esto mejorará. Me siento frustrada como abogada, como activista en favor de los derechos de las mujeres y la defensa del aborto libre y legal, no he podido evitar sentir tanta furia, tanta ira, tanta impotencia por esas niñas, por todas las que no sabemos, y que sufren igual, sin que nadie diga nada, sin que nadie las proteja.

Estas pequeñas niñas que crecieron entre la tierra y la miseria y como los adobes que forman las casas de la comunidad, son como la tierra que a base de agua y presión, presión constante, se vuelve dura y resistente. Aunque tal vez están muertas y secas por dentro.

A unos días de iniciar una primavera me pregunto por el destino de todas estas niñas, ¿algún día podrán salir de ese fango y como una flor de loto resurgir y lograr mucho más que ser madres, mucho más que ser solo un adobe de la comunidad, ser libres al final como todas las demás?

<img class="wp-block-coblocks-author__avatar-img" src="https://feminopraxis.com/wp-content/uploads/2023/01/71326-shirley.jpg&quot; alt="<strong>Shirley Madeleine Jesús Averanga
Shirley Madeleine Jesús Averanga

Abogada Activista, graduada en Derecho Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, Coordinadora Nacional de la Secretaria Técnica de Derechos Humanos del Eje Jóvenes de la Plataforma Derechos aquí y ahora Bolivia (RHRN) Tutora y Socia Honoraria de la Sociedad Científica de Derecho – USFX, Miembro activo de la Plataforma de lucha Contra La Violencia hacia la Mujer, Plataforma Latinoamericana de lucha contra la Trata y Tráfico de Personas; Miembro del capítulo Boliviano de Derechos Humanos y activista feminista parte de la Campaña Nacional por la Despenalización del Aborto 28S Bolivia.


LA «GENTE DE BIEN»

Por Lorena Gallego Rosero

Álvaro Uribe Vélez, expresidente de Colombia, es reconocido por la comunidad internacional y las organizaciones defensoras de derechos humanos como precursor del narcoparaestado y cómo un asesino, pues dió la orden durante su gobierno de matar a miles de jóvenes –denominados falsos positivos– porque quería cabezas y no capturas, en nombre de una política brutalmente violenta llamada Seguridad Democrática.

El innombrable, el intocable, el que aunque muchas y muchos sabemos quién es y el calibre de maldad que le corre por las venas, no ha sido condenado por ningún juez de la república gracias a la cantidad miedosa de poder que ostenta. 

A este mismo intocable hace unos meses, por un milagro de justicia para las élites que todavía no entiendo bien cómo no pudo controlar, la Corte Suprema de Justicia de Colombia le dictó medida de aseguramiento (en su hacienda), por una investigación que se adelanta en su contra por fraude procesal y soborno. Por manipular testigos para obtener testimonios a su favor, buscando que lo desligaran de su involucramiento como fundador de bloques del grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia AUC. 

Dicha medida fue una gran sorpresa para el país. No porque creyéramos que no era cierto, obviamente, sino porque se le había chispoteado a Uribe dejarse detener, y la justicia había podido echarle mano o al menos eso parecía. Muchas personas celebraron aunque esta medida fuera por un delito “menor” comparado con las barbaridades que ha liderado este señor. Celebraron como si hubiera sido el 5-0 del mundial del año 1993 entre Colombia y Argentina. 

Yo honestamente, muy aguafiestas y negativa, no canté victoria porque pensé que iba a pasar lo de siempre: un par de llamadas, un par de movidas y ¡sas! libre y heróico otra vez. Y así sucedió; renunció a su cargo como congresista para que la Corte Suprema perdiera competencia, y su caso pasara a la Fiscalía General de la Nación, entidad que en el gobierno que tenemos no es más que el comité de aplausos de Uribe y su partido Centro Democrático. Y así, sin más, va camino a la impunidad de nuevo, o al menos yo con mi poca fé eso creo, aunque hayan 1554 páginas con argumentos legales del por qué se infiere que es responsable de comprar testigos. 

Uribe es un criminal que goza de impunidad. No sé si alguna vez habrá justicia porque tiene demasiado poder. Lo cierto es que no sé que me molesta más, si la falta de responsabilidad legal o saber que aún hay millones de personas que lo siguen, lo idolatran y van detrás de él con los ojos cerrados, como la Trevi con Andrade: así de ridículos se ven.

Entiendo a aquellas personas que lo hacen a conciencia, porque son igual de frívolas y ególatras que él y le tienen precio a la vida. Por supuesto la de ellos, la “gente de bien” vale más que la de los demás. Pero no logro entender a quienes le siguen y le admiran porque simplemente no quieren ver lo que hay delante de sus ojos. A quienes no son conscientes de ser un bulto más de vidas prescindibles para él por no hacer parte de su élite. A esa gente no la entiendo… Me ha costado relaciones familiares, amores y amistades esa gente, que por terca, o por miedo a admitir equivocación, o por fe absurda, no se decide a condenar lo condenable. Yo digo que no necesitan pruebas porque todas están ahí, solo hace falta una buena googleada, no sé si lo que necesitan es una psicóloga o psicólogo porque esa dependencia sin cordura escapa cualquier racionalidad. 

Me preguntaron ¿porqué me atraviesa tanto este tema? ¿Por qué me indigna tanto y me provoca escribir de él? (hice mi trabajo de maestría sobre este señor). Creo que es un cúmulo de sentires y experiencias porque yo también fui Uribista. Por ignorancia, por complacencia, por tradición, por privilegio, por importaculista.

Yo también fui Uribista, porque mi mamá y mi papá me dijeron que gracias a él ya podíamos ir a la finca o salir a pasear tranquilos. Lo que no me dijeron era que muchas personas inocentes habían muerto para que yo pudiera ir a montar caballo o ir al mar. Tampoco me dijeron que eso no era lo más importante en la vida. 

Yo también fui Uribista, pero una vez el feminismo llegó a mi vida a través de las violencias vividas por otras y luego de identificar las mías, pude ver en violeta que no es azar. No es casualidad. No es un accidente. No es suerte. No es por mérito. No son buenas intenciones. No son unas cuantas manzanas podridas. No son designios de dios. NO SON GENTE DE BIEN. 

Uribe y todo lo que él representa, un Estado violento, un Estado de Terror, imperialista, explotador, asesino, egoísta, clasista, racista y misógino, es el responsable de muchos muertos y de otrxs que quedan muertos en vida. Todo para que ellos, los dioses paracos y oligarcas, la “gente de bien”, vivan cual reyes en hacienda, cuál Españoles en conquista, sobándose el oro y la sangre verdaderamente noble, en nombre de un dios, su Dios.

<img class="wp-block-coblocks-author__avatar-img" src="https://feminopraxis.com/wp-content/uploads/2023/01/44aa0-lore.jpeg&quot; alt="<strong>Lorena Gallego Rosero
Lorena Gallego Rosero

Mujer. Feminista. Maestra en Derechos Humanos. Consultora sobre DDHH y género para distintas organizaciones. 
Amiga, hermana, amante, compañera de vida. Baila. Cuestiona y se cuestiona. Se junta. Incomoda con la palabra cruda; con la acción. El feminismo le cambió la vida y le enseñó el valor de construir puentes entre mujeres. Integrante de Feminopraxis y la colectiva feminista de derechos humanos La Manada en Cali, Colombia.


Cosas que pasan cuando el sector de la cultura no es considerado esencial

Por Ana Gayoso

La pandemia afectó notablemente a los espacios culturales independientes. Muchos han tenido que cerrar definitivamente sus puertas y otros están tratando de adaptarse a la virtualidad y apelando a la solidaridad del público para recaudar fondos; mientras que van acumulando deudas entre alquiler y servicios. Muchxs trabajadorxs de la cultura han tenido que reinventarse tomando por opción la venta de algún producto material, que principalmente, varía entre ropa y comida. Cosas que pasan cuando el sector de la cultura no es considerado esencial. 

Según el SInCA (Sistema de Información Cultural de la Argentina), en la Encuesta Nacional de Cultura que realizaron para ver el impacto de la pandemia en el sector, de una muestra de 13.019 personas y 2.241 organizaciones, a fecha del 27 de abril, el 73% de les trabajadorxs de la cultura, lo hace de manera independiente, y el 45% tiene su actividad artístico-cultural como principal fuente de ingresos. Solo un 16% puede adaptar su labor a la virtualidad. 

En pos de ayudar a paliar esta crítica situación, el Ministerio de Cultura de la Nación tomó diversas medidas para brindar apoyo económico a organizaciones, espacios y personas que desarrollen actividades en el sector. Bajo el lema “Cultura de la Solidaridad” invirtieron aproximadamente 930 millones de pesos en diversas convocatorias específicas; para organizaciones y colectivos comunitarios; centros culturales; bibliotecas populares; cine y artes audiovisuales; salas, obras y festivales teatrales; becas, concursos, subsidios y préstamos para artistas en general, así como para orquestas infanto-juveniles y patrimonio.

En los distintos grupos en los cuales participo, nos movilizamos para incentivar a lxs compañerxs a presentar proyectos, tanto individuales como colectivos, e intentar recibir esa ayuda que es clave para el sostenimiento de nuestras actividades artísticas y culturales. Es para agradecer ver que se están implementando políticas, aunque siempre hay un desazón cuando vemos que tarda en llegar y que muchísimas veces no alcanza.

A pesar de que el área de la cultura está atravesando una gran transformación a raíz de la profesionalización de les gestores culturales, desde donde se fomenta una mirada reflexiva, crítica y en constante movimiento respecto al contexto social y las políticas públicas, sabemos que todavía se subestima el potencial de la cultura como eslabón fundamental en la construcción ciudadana, y de una sociedad en igualdad de derechos. Es doloroso y repulsivo enterarse de que mientras en el sector de la cultura a nivel nacional se destinaron casi mil millones de pesos, en el sector de la seguridad provincial, focalizada en el Área Metropolitana de Buenos Aires, se destinarán cerca de casi treinta y ocho mil millones de pesos.

El Programa de Fortalecimiento de Seguridad para la Provincia de Buenos Aires “integrará 3.957 efectivos a las fuerzas federales de la Provincia; e incluirá la formación de 10 mil nuevos policías en academias municipales descentralizadas, a lo largo de 18 meses. También proveerá a la jurisdicción de 2.200 nuevos móviles policiales, 4 mil paradas seguras, y 12 unidades carcelarias.”

El solo hecho de escuchar esta noticia, del plan interjurisdiccional que busca ‘atacar al delito’, me hace pensar en lo arraigada que está la violencia en nuestra sociedad, porque en pleno siglo veintiuno una gran mayoría sigue pensando que la solución está en la fuerza represiva; no en la educativa, ni en la artística, ni en la espiritual. Eso, las mujeres y disidencias, lo sabemos. Les pobres lo sabemos. Lxs negres lo sabemos, Les indígenas lo sabemos.

Ya puedo visualizar los resultados de esta política: las nuevas unidades carcelarias llevarán el color de les marginades, las paradas seguras solo registrarán los hechos a silenciar, y lxs nuevxs efectivxs policiales repetirán un discurso de odio y golpearán a quienes sufren las consecuencias históricas del maltrato y la humillación. Si el problema está en la matriz cultural que reproduce sistemáticamente la violencia institucional, ¿por qué seguimos poniéndole ficha a las armas en vez de ponerle a los pinceles?

¿Qué pasaría si esa batería económica se inyectara en cultura, allí donde se recrean los valores de la sociedad, donde habita su memoria, sus lenguajes, su sabiduría ancestral, allí donde la innovación se trabaja en torno a la construcción de sentido, y no al vaciamiento de éste?

<img class="wp-block-coblocks-author__avatar-img" src="https://feminopraxis.com/wp-content/uploads/2023/01/a1266-gayosoana65fotoperfil.jpg&quot; alt="<strong>Ana Gayoso
Ana Gayoso

Gestora cultural, escritora y comunicadora popular afroargentina. Reside en el conurbano sur de Buenos Aires. Es activista por las identidades afrodescendientes y las culturas afro. Integrante de La Pacha Espacio Cultural, Comisión 8 de Noviembre, y Red Artística Afromestiza del Oeste



Deja un comentario