Por Playa Medusa**
En las críticas que hacemos a los medios de comunicación y la industria de la ropa sobre los cuerpos que representan (que deberían ser más y más contundentes y proactivas), hablamos de ese ideal de perfección estética que nos imponen. Solemos protestar porque en esta cultura, si queremos ejercer algún poder, tenemos que lucir como las modelos de cuerpo perfecto, o si no, patada en el culamen celuloso. Nos quejamos de que nuestras imperfecciones no tienen cabida en su mundo de muslo mínimo, melenaza y bisturí.
Hay algo que me chirría. Si nos referimos a esas antirepresentaciones de las mujeres como “cuerpo perfecto” estamos asumiendo y por tanto reforzando la idea de que es así como los cuerpos “tienen que ser”, aunque por otro lado añadamos la posibilidad de desviarnos de la norma. Me explico: si crees que la katemós de turno tiene efectivamente un cuerpo perfecto, no estás criticando en realidad el dispositivo de guerra contra nosotras que esas imágenes conforman.
Propongo verlo desde otro ángulo: eso no son cuerpos perfectos sino modelos patriarcales para la disminución y masculinización del cuerpo de la mujer (en singular, como construcción abstracta). Esos huesos largos y ese pellejo no son (necesariamente) bellos. Languidez, artificio, hipérbole pectoral y reducción abdominal… no tienen que ver con la hermosura.
Un cuerpo bello a rabiar (por ejemplo el mío. O el tuyo) es el que se expresa en un código personal descifrado en el desempeño de sus propias funciones. Es decir, un cuerpo que retoza satisfecho en su misma corporeidad. Textualidad rica y jugosa de carne y palabra pulsátil. Un cuerpo que desvela su mensaje en asalto a tus sentidos.
Critiquemos (¡mucho!) a esos otros cuerpos malignos de tinta, píxel y cuchillo. No los llamemos perfectos, no lo son.
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*Perfecta fue originalmente publicado en el blog de Playa Medusa el 16 de febrero de 2017
**Playa Medusa es aspiradora de libros y productora de leche. Vive en un remanso nórdico y, cuando baja a Madrid, la cerveza con calamares fríos en la barra más sórdida le hace llorar de alegría. Filóloga revenida, profe revientacosturas, máster en género y culo gordo e inquieto siempre buscándole a les gates todos los pies que puedan tener. Colecciona excedentes mentales en playamedusa.blog
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La imagen de cabecera fue tomada de la página de Cultura Colectiva (autor/a desconocidx)